Pereira, Colombia - Edición: 12.914-494

Fecha: Martes 26-04-2022

 

COLUMNISTAS

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El Perdón

 


Edgar Cabezas


Palabra con dos significados intrínsecos: uno es el de perder y a su vez en el sentido de perder, el de renunciar a cobrar la deuda y la venganza ante la ofensa infringida. El otro significado, es el don como dádiva y regalo que cada quien se da como presente para no guardar resentimiento ni rencor por el daño que le hayan hecho como naturaleza, comunidad o persona. Castigar es divino, perdonar es humano.

Existe una fascinación prosaica vulgar y de gran interés por el castigo y la condena contra las personas que, si saben lo que hacen para obtener beneficio propio, y que, por lo tanto, a sabiendas de que por lo que hacen, merecen ser castigados con penas restrictivas de la libertad y la obligación de restituir a las víctimas el daño causado. Lo hacen, porque el satisfacer su necesidad de poder y dinero no los inhibe de cometer robo y asesinato y sin remordimiento alguno van a su asunto con razón o sin ella porque el fin justifica los medios.

Pero robar es algo que trasciende el hurto que es el delito que comete el que se apodera, sin consentimiento de una cosa ajena, sea dinero o bien mueble o inmueble con ánimo de lucro. Pero también roba sin ánimo de lucro, verbi gracia, los que perturban la tranquilidad cotidiana azuzando la discordia entre la ciudadanía a través de la calumnia y la mentira por medio de la voz a voz o por los medios de comunicación y redes sociales.

Roban los que raptan a una persona mediante el secuestro o la detención preventiva de la libertad por parte de la policía sin previa orden de un juez, quienes suplantan la identidad de otra persona, clonan y substraen el número de su tarjeta de crédito o débito para realizan compras fraudulentas, roban los que desvían el cauce de los ríos y corrientes de una parte de la tierra y los conducen a otro lugar, roban los sentimientos de las personas quienes enamoran a otros a sabiendas de que el que se enamora pierde el amor propio. La ocupación antrópica de todos los ambientes construidos ha sido un impagable robo a los habitantes pertenecientes a un organismo, especie o comunidad animal o vegetal.

Y si de homicidios se trata la historia de héroes y tumbas no es otra cosa que una celebración permanente hasta nuestros días de masacres y matanzas que se justifican a favor de los buenos vencedores contra los malos vencidos. Todos los días de los trescientos sesenta y cinco días del año alguien mata a otro sin que a nadie le importe que nada justifica matar o morir por pasión o causa alguna. Ya sea por homicidio premeditado o por accidente involuntario, lo cierto es que el ser humano es un animal que mata por placer y sin necesidad alguna goza de la adrenalina de la guerra y del sufrimiento ajeno.

 

La enfermedad del mal vivir robando, matando y deseando que el Estado Social de Derecho se vengue a nombre de cada uno de nosotros imponiendo castigos que no conduzcan a la verdad, la justicia, la reparación a las víctimas, la restitución de lo robado, la restauración de la naturaleza contaminada y la no estigmatización a quienes cumplan con lo pactado amerita una purga mental colectiva, una limpia espiritual que nos permita recordar sin dolor, porque eso es el perdón social que nos permitirá vivir en paz. Quienes juzgan saben que su juicio siempre tendrá alguna falla humana. 

 

 

 

La feria de la lectura

 


Guillermo Navarrete Hernández

 


Norberto Vallejo, presentador de “El Club de la Lectura” de una de las tradicionales cadenas radiales colombianas utiliza la frase: “cuando uno lee un libro no vuelve a ser el mismo” para promocionar dicho interesante programa. Nada más acertado que dicha expresión para la vida de cualquier ser humano. Desde el punto de vista particular la lectura de libros, especialmente de la historia de Colombia, abrieron mis ojos de lo que realmente ha sucedido en mi país y no lo que nos contaron por décadas en los claustros escolares en donde nos pintaron como héroes a los que tantos vejámenes perpetraron contra nuestros ancestros y el propio suelo.

La lectura, entonces, no sólo transforma percepciones sino realidades. Es de anotar que el acervo de textos indagados por el suscrito y que hace parte de la biblioteca personal, tanto física como digital, tiene que ver así mimo con administración pública, políticas públicas, memoria y, por supuesto, la biblia, la cual estudio de manera habitual.

Una buena noticia en este contexto es que el 18 de abril del presente año se dio inicio en forma presencial de la trigésima cuarta Feria del Libro de Bogotá, Filbo interrumpida en el año 2020 debido al primer pico de la Pandemia generada por el virus Sars-Cov2 o Covid 19 y su correspondiente aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno Nacional para detener la velocidad de contagio mientras se adoptaban otras medidas. Mientras que la trigésima tercera edición de tan magno evento, se adelantó de manera virtual en razón de los otros picos que de la enfermedad. Aunque las condiciones han cambiado, es de advertir que no podemos relajarnos en relación con las medidas de protección.

La feria del libro es ese anhelado acontecimiento -al cual asistiré Dios mediante-, que nos da la oportunidad de disfrutar de una vasta programación con lanzamientos de textos, conocimiento de nuevos autores, obtener aquellos textos que no se han podido localizar en las librerías, de departir con nuestros semejantes en medio de cientos de millones de letras que contienen información para todos los gustos de imposible alcance para cualquier ser humano, pero que invita a convertir nuestro quehacer diario en una feria de la lectura, para evitar que sean las redes sociales a través de noticias falsas, narrativas acomodadas por quien las produce para sus propios intereses y los comentarios de pasillo, las que indiquen el camino que como sociedad debemos proseguir.

En las circunstancias electorales que padece Colombia, que no son nuevas en cuanto a la narrativa del miedo, del uso de creencias como objeto de manipulación, mutuas acusaciones, calumnias y shows mediáticos, la invitación es a escudriñar los programas de gobierno radicados ante la Registraduría Nacional del Estado Civil, a fin de ejercer críticas objetivas sobre el contenido de los mismos y así tomar una decisión que favorezca los intereses generales de la población, especialmente los más pobres y vulnerables. Pero si por razones de tiempo esto no le es posible, por lo menos lea la del candidato de su predilección para que de esta manera pueda defender con argumentos sus propuestas. Tal vez así podamos sacar a Colombia de esa eterna encrucijada del enemigo interno, cuando en realidad hermanos es lo que somos.

 

 

CRÓNICA DE GARDEAZÁBAL #399

 

Encumbrando a zapateiro

 


Gustavo Álvarez Gardeazábal


Audio:

https://www.spreaker.com/user/8676384/2022-04-25-06-20-41-computer-record


En este país hacía mucho tiempo que un general en ejercicio de las Fuerzas Armadas no alcanzaba notoriedad. Subyugados y obedientes a la Constitución, se olvidaron las esperanzas militaristas que en el pasado pusieron en oficiales como Ruiz Novoa o Valencia Tovar. Y, desde cuando Rojas Pinilla, en 1953, pasó del generalato a la presidencia de la nación en un golpe de estado que hasta alcanzaron a llamar “golpe de opinión”, las miradas del grueso público hacia los militares como gobernantes fueron desapareciendo.

 

Como además la moda de los uniformados al poder en otros países de América Latina se fue olvidando y las democracias reemplazaron con las urnas el temor a los fusiles, en Colombia donde el Ejército debía batallar por 50 años o más contra las guerrillas y después, obedeciendo a los Estados Unidos, contra la producción de cocaína ,que consumían y siguen consumiendo los gringos, se olvidó casi por completo la opción de los militares. Pero desde cuando el gobierno de Duque fue evolucionando de esclavo de Trump y enemigo de Biden a ser exactamente lo contrario y las mentiras de la Casa de Nariño y el mal gobierno dejaron crecer el descontento popular y se manejó pésimamente la pandemia y, peor aún, no se acertó enfrentando las barricadas que nos llevaron al dañino paro nacional, un cada vez más creciente sector de la población ha comenzado a buscar, como aguja en el pajar, la opción militarista para poner orden en la locura en que estamos cayendo.

 

Como este país es tan singular, parece que tanto unos como otros, han resuelto en los últimos días crecer al General Zapateiro. No ha sido, como podría haberse hecho, por un juicio a las actuaciones del Comandante del Ejército en la llamada “Batalla de Siloé” donde intervino a medias y sin mucho respaldo presidencial en el desalojo de los insurrectos del Paro en Cali, sino porque Petro lo ha elevado en discusión pública al carácter de responsable de las actuaciones de por lo menos los inexplicables hechos del Putumayo y el presidente Duque ha salido a defenderlo entronizándolo y atacando obviamente a Petro.

 

Inmediatamente han llovido arengas patrioteras de los militares retirados, apoyos de la ultraderecha que huele la derrota en las urnas y, peligrosamente, están surgiendo en forma precipitada fantasmas de intervención militar camuflada en el debate electoral. Ha sido todo tan demasiado vertiginoso por lo que al menos debemos sospechar de para donde quieren llevarnos.

 

El Porce, Abril 20 del 2022

 

 

  

 

 

  

 

 

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