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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 12.917-497 Fecha: Martes 03-05-2022 |
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De la dificultad de escribir un poema en el Paraíso
Jotamario Arbeláez
Cada vez que me siento a escribir un poema en la casa donde la Naturaleza me ha hecho campo, porque a pesar de tener 81 años y medio los dedos me siguen pidiendo tecla a ver si sale la oda que me redima, me da por abrir un libro de mi biblioteca adyacente a ver por dónde me emboco. Saco alguno al azar, como en esta oportunidad el Diccionario Jázaro del yugoeslavo Milorad Pavic, donde encuentro tinta en amarillo esta frase: “Alguien dijo a los de la casa que todo libro, como toda muchacha, puede convertirse en bruja, que su espíritu puede salir al mundo y atosigar y destruir a los que se hallen alrededor”. Miro alrededor mío y como no tengo otra compañía que mi esposa que no tiene nada de bruja a pesar de sus tres escobas ninguna de ellas motorizada, la muchacha que nos cocina con cebolla y tomate y es todo un ángel, y mis dos perros que ladran a los ladrones, y que mis siete mil siete libros están siendo vacunados contra todo tipo de ácaros, polillas y pececillos del plata y cuelga de la pared un grabado antiguo bendecido por algún Papa que en París me heredó Alfredo Rey y que dice: “Maldición eterna a quien hurte un libro”,
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me puedo hacer el desentendido. Además, con esta pandemia que vivimos el mundo empezó a acabarse cuando ya estaba instalado en mi edén adánico, donde gracias a Dios me mantengo en forma mientras fraguo mi trascendencia. Cuando ya voy a empezar a tomar el dictado de la musa a la que tan bien le fue con Homero se me alborota la cólera de Aquiles porque me suena la alarma del celular para indicarme que debo tomar la pastilla de Losartán que me han recetado para mantener a raya la tensión arterial, la de Alopurinol para controlar el ácido úrico y la de Esomeprasol para evitar el reflujo. Y por iniciativa propia un Sildenafil por si el cielo se abre y por entre los árboles me cae una de sus aves.
Como el agua para pasar las pepas me deja un sabor insípido en las papilas decido apurar un whisky Buchana’s con un poco de hielo o nieve, lo que me deja a punto de comenzar a despacharme con mi odisea. Me timbra la llamada de una desconocida fan ática, como se llama, que quiere que le lea y le prologue un libro de poemas eróticos en respuesta a los míos que conoce, y me pide permiso para leerme alguno.Y así se van pasando las horas porque su voz y sus metáforas me seducen bajo el efecto inmediato de la pastilla. Cuando al fin cuelgo exhausto, y a la vez ardoroso me dispongo al recibir el dictado oigo desde la cocina que me anuncian con voz perentoria: “Estás hervido”, por lo que tengo que bajar a manducar cuchuco de trigo con espinaca y envuelto de mazorca morada producto de la inspiración de la empleada mientras a mí se me va apagando. Con la última cucharada ladran Dina y León, los perros antaño tan callejeros como yo y ahora tan labradores, insinuándome que vaya a dar un paseo con ellos por la campiña. Con el permiso de la musa que supongo tiene tiempo de sobra tomo mi cayado no tanto para apoyar los pasos de mis abarcas sino para espantar alguna serpiente equivocada de paraíso, e incursiono por varias horas en las regiones por donde la diosa Bachué con su hijo comenzaron a poblar el mundo según la mitología muisca, o sea por mi actual territorio, al pie del cerro y la laguna de Iguaque. Llego rendido a la tienda del camino, donde invito a mis canes a unos huesos de res mientras yo ordeno una botella de alcohol que termino compartiendo con los campesinos que van llegando y que sin conocer de mi angustia por no poder atender a la musa para escribir un poema paradisial comienzan a pedir otras mientras hablamos de las cosechas de papa que nos rodean y que peligran por el invierno cuando yo de cosechas no sé ni papa y hecho todo un agricultor regreso a casa entrada la noche apoyado en el báculo y conducido como por guardaespaldas por los dos canes, y antes de subir a la habitación donde mi esposa se concentra en su Curso de milagros me quedo dormido sobre el escritorio en la expectativa de madrugar a transcribir el poema que me dicte Calíope.
Y así van pasando uno tras otro los días de lo que me resta de vida a lo sumo garabateando lo que me inspiran Dina y León.
La montaña mágica, Abril 26-22
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Crónica de Gardeazabal # 404
No podemos creer todo
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/
Desde que la anarquía irresponsable del Internet y los algoritmos comenzaron a regir las relaciones entre los seres humanos se nos ha crecido la sensación de que nos mienten cada vez más o que nos controlan como si fuéramos boboides y, como tal, a su vez hemos ido aumentando las veces que nos preguntamos si podemos creer todo lo que sale en las pantallas. A raíz de la guerra de Putin contra Ucrania ni el más fino colador de cocina nos permite separar la verdad de la mentira.
Y si se acude a las páginas de youtube, donde aparecen las noticias financiadas evidentemente por uno y otro lado, quedamos más enredados que bulto de anzuelos. No sabemos quien va ganando o perdiendo la guerra. Menos si podemos creer que Putin tiene un cáncer de estómago o si el ejército ucraniano existe o es un fantasma porque nadie deja ver fotos de tanques, batallones o destacamentos obedientes a Zelensky, Viendo y oyendo lo que dicen unos y otros no podemos creer que las medidas económicas ordenadas por Biden y la Otan han golpeado seriamente a Rusia porque a cada momento nos damos cuenta que, cual sábalo, Putin ha resultado tan liso que siempre tiene salidas para escapar del cerco bancario y, más bien empezamos a creer que esas medidas de bloqueo van a resultar siendo un tiro en el pie de gringos y europeos.
Y aquí en Colombia, tampoco estamos lejanos de ese enfrentamiento día a día, minuto a minuto con la verdad hasta hacernos dudar si nos estamos empanicando o volviendo paranoicos. Por un lado nos dicen y repiten que Petro predica la expropiación social de bienes e ilusiones al más viejo estilo leninista. Por otro que Fico es parte integral de la Oficina de Envigado o que llegará a gobernar tan impreparado como lo fue Duque en su momento. En cada curva hay un tuiterazo, una wasapeada o un mensaje de face que nos demuestra las atrocidades de los candidatos pero casi nunca hay un punto de equilibrio o una auditoria de verdades y mentiras.
La prensa, la radio y la televisión ya no son la palabra de Dios, como lo era El Tiempo cuando el doctor Eduardo Santos existía. A duras penas estamos alcanzando a sobreaguar en medio de tanta sapiencia tendenciosa para preguntarnos una vez más si la patria seguirá existiendo después de las elecciones presidenciales o si seguiremos vivos después del 6 de mayo ,cuando uno de tantos asteroides que roce la tierra dizque nos desbaratará.
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