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Pereira, Colombia - Edición: 12.939-519 Fecha: Jueves 23 de Junio de 2022 |
EDITORIAL |
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EDITORIAL
El cambio climático que nos aqueja
El llamado es entonces a que todos nos unamos para que pasemos del discurso y los lindos mensajes que vemos en las carteleras de los colegios para que empecemos de una vez por todas a ejecutar acciones verdaderas para preservar nuestro planeta
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Director
Soporte Tecnológico
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Colaboradores Jotamario Arbeláez Teresa Pardo |
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El temor es un estado de conciencia a un presentimiento sobre algo malo que nos va a suceder. Los cerdos al igual que otros animales presienten hechos que van a suceder a futuro. Entre ellos los terremotos.
Razonar sobre estos sentimientos es un poco complejo porque aquí intervienen una serie de argumentos como si habláramos de algo mágico.
En uno de mis textos de filosofía escribo sobre “La razón premonitoria” como uno de nuestros estados evolutivos. Y este hecho de poder razonar en tiempo futuro nos lleva a encontrarnos en el presente con hechos que vendrán por ese razonar interno que algunas o muchas personas tienen.
Es normal ver que las personas visiten a quienes leen las cartas, el cigarrillo, el tarot y todos esos juegos que muestran los aprendices de brujos y que la gente sigue con pasión porque creen en ellos.
La verdad sobre la búsqueda de estas premoniciones es por el temor a que algo salga mal y no haya el control sobre esos hechos futuros.
Hoy el país quisiera tener la respuesta al futuro y los clarividentes estarán muy ocupados resolviendo los sentimientos que tienen las personas. Para los astrólogos es una buena temporada de negocios porque todo es incierto ahora.
La verdad no está en las manos de ninguno de ellos ni en los politólogos, ni en las encuestas porque ya quedó demostrado en las pasadas elecciones que nada salió como ellos predecían.
Lo único real es que el señor Gustavo Petro fue elegido y él será el que tiene a partir del 7 de agosto del año en curso el poder de dirigir el país como un estadista y hacer historia en cualquiera de las dos direcciones. O que suceda lo que en los años cincuenta sucedió con Gustavo Rojas Pinilla.
La nueva generación de colombiano ya no pertenece a la de los años 30, 40 o 50 donde los niveles de educación y conocimiento eran precarios. Hoy están informados y las noticias corren más rápido que la luz, porque con solo mirar los teléfonos inteligentes ya todos están informados y listos a formar filas para hacerse sentir y no perder los derechos que ya han alcanzado.
Los temores estarán hasta que se logre estabilizar el país emocionalmente. O se abran las puertas para mostrar lo que realmente se quiere llevar a la sociedad en un sistema que solo estando en él sabremos para qué sirve.
Aunque pase lo que pase, Colombia seguirá ahí con sus mismos kilómetros cuadrados, pero de lo que sí estoy seguro es que en los próximos diez años seremos menos población de la que hay ahora.
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Gustavo Alvarez Gardeazábal
Fue un duro tajo en el
oficio. El generoso catalán me recomendó entonces que acudiera a
Plaza y Janés, editorial que estaba publicando en Bogotá y allí tuve
una acogida y un respaldo maravillosos para consagrar mi literatura
y obtener miles y miles de lectores colombianos por dos décadas.
El acta de censura del
Ministerio de Información del generalísimo Francisco Franco solo
vine a conocerla casi 40 años después cuando la revista Arcadia la
publicó. Y no me interesó averiguarla entonces porque el papel de
víctima no podía correrlo paralelo al éxito, para mi abrumador, de
una novela en donde dos idiotas hacen milagros desde un balcón
mientras la multitud se congrega a verlos masturbarse.
No recuerdo como manejó la
inteligente Martha Bossio esas escenas milagrosas al llevarlas a la
tv. Ni como Caracol Televisión se las arregló para volver ese
montaje en una producción triunfadora nacionalmente pese a que se
trasmitió por la Segunda Cadena en aquellas épocas en que solo la
cadena UNO llegaba a todo el país.
Pero si recuerdo el llanto
de ella cuando por la vía telefónica me informó que en la grabación
de la escena final, cuando le tiran la bomba a los idiotas
milagrosos, un accidente prendió fuego al entramado y averió a los
actores demorando unos meses su salida en pantalla. Pese a los
aplausos, al Bazar no la volvieron a pasar y aunque en los primeros
meses nos vimos para rumiar los laureles con la Bossio y la
excelente actriz María Eugenia Dávila, quien representó a Marcianita
en la telenovela, jamás volví a saber de tan estricta pero ingeniosa
libretista que montó adaptaciones de otras novelas,una de ellas
excepcional sobre la obra de Sánchez Juliao, con quien nos
carcajiamos muchas veces después elucubrando como ella nos había
entendido y tolerado a un par de díscolos, como éramos nosotros dos.
Todavía recuerdo patente el
tono de voz de Martha Bossio de Martínez y creo que al partir debió
haberle dejado a su hijo la inmensa satisfacción que nos entregó por
tantas noches en la pantalla chica a los colombianos usando la
combinación equilibrada de humor y mensaje. Paz en su tumba.
El Porce, junio 22 del 2022
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