De la sucursal al paraíso
Por: Jotamario
Arbeláez
Creo ser uno de los nativos de la sucursal del cielo -como reza su
eslogan, o del paraíso de Cali, como fechaba sus cartas X-504 cuando
en él vivía-, privilegiado por la fortuna de vivir a pesar de haber
padecido la pobreza sin caer en la cuenta.
Mi padre se las
arreglaba para poner a producir la máquina de coser y así poder
reparar las goteras del techo cuando nos bajaban del cielo.
Mi madre ecuatoriana como una ministra de economía
administraba a tutiplén los sartoriales recursos.
Todos los días hubo comida para los diez que éramos la
familia y para los pájaros del totumo, y risas en la mesa, y
educación para cada uno, en mi caso en Santa Librada donde aprendí a
hacer poemas y a tirar piedras contra el Estado.
De San Nicolás nos trasladamos al Barrio Obrero dos días
antes de que estallaran los camiones con dinamita el 7 de agosto,
como parecido sucedió en Hiroshima con mayor potencia explosiva,
dejándolos aún más jodidos.
Igual me había salvado de la matazón de la Casa Liberal
donde de pantalón corto acompañé a mi abuela Carlota a escuchar a
Hernán Isaías Ibarra, cuando entraron los chulavitas barriendo con
todo.
También nos disparaban a la ventana los carros-fantasma
porque allí vivía Jorge Enrique Giraldo, alias Picuenigua, que era
un liberal de corbata roja.
Mis padres me habían proporcionado una presencia física que
me permitía circular por las calles sin nada que lamentar, con
indumentaria de paño pues consideraban indigno el dril, bien
afeitado mientras me comenzaba a crecer la barba, locionado con Old
Spice y peinado con Moroline.
Siempre con un libro
en la mano, sed de cerveza y un alud de “numeritos” en la libreta.
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Como no me gané el diploma de bachiller no accedí a carrera alguna
diferente de la carrera 4ª. por la que subía al Café Colombia, donde
el ingeniero Carlos Donneys, padre de aquella niña famosa de
Univalle, “La Vietnamita”, era el anfitrión que nos calmaba la sed
de vivir.
Y de allí para la
Librería Nacional donde don Jesús Ordóñez nos permitía leer,
mientras tomábamos tinto, todos los volúmenes de las estanterías que
alcanzáramos.
Y nos puso galería de arte para que realizáramos nuestros
Festivales de Vanguardia al tiempo con los de Fanny Mickey.
Jotamario por
Efraín Llano Arango, 1967
Me dedique pues a
la poesía con la posibilidad de ser un varado perpetuo, pero resulté
ganando premios a lo loco y mereciendo ser llamado de las agencias
publicitarias para poetizar sus productos.
Y de la columnas de periódicos y revistas para desbarrar
contra el mundo que los demonios humanos estaban volviendo trizas.
Cincuenta años en Bogotá fueron suficientes de vida pública.
Y escogí para la vejentud a la que felizmente he llegado la
localidad de Villa de Leyva.
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Con el mejor arquitecto de la comarca y mi mujer al pie
del maestro de obras, con el producto de mis eslóganes y
poemas se levantó una casa mediterránea en los terrenos
del paraíso habilitado por Bachué y su hijo cuando
comenzaron a dar a luz a la humanidad bajando del monte
de su laguna.
La casa se llama La montaña mágica, libro que
leo en la hamaca.
Desde la terraza contemplo el cielo y la
tierra, con los ojos que se han de llevar estas
maravillas para ambas partes.
Foto Salvador
Arbeláez
Ahora regreso a Cali a cumplir con un
compromiso que hube de transferir porque me agarró el
Covid.
El 16 de diciembre, día de santa Albina, mi
región natal casi que me elevó a las alturas de los
altares con la publicación de mi poesía completa. Mi
reino por este mundo, a cargo del Programa Editorial de
la Universidad del Valle que dirige Francisco León
Ramírez.
Mi gratitud para él y para el señor rector de
la U, Édgar Varela Barrios.
Ese mismo día me fue notificado que recibía el
Premio Vida y Obra concedido por la Gobernación del
Valle. Expreso mi gratitud a la señora gobernadora Clara
Luz Roldán y a la Secretaria de Cultura Leira Giselle
Ramírez Godoy.
E igual a Leonardo Medina, alto funcionario
cultural de la Alcaldía, quien me programa una
conferencia acerca de “El amor y los muertos en el
Nadaísmo”, que dictaré el jueves 14 en la Biblioteca del
Centenario a las 7 p.m.
Y a Felipe Ossa y Aura Bustamante que me
abren la Librería Nacional del Oeste el viernes 15 a las
6 p.m. para que haga, al fin, el lanzamiento de Mi reino
por este mundo, con presentación de Óscar López Pulecio.
Los espero.
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