EDITORIAL
A propósito del Día Internacional del Periodista
El pasado 4 de agosto se celebró el Día Internacional
del periodista, una fecha que se celebra en casi todos los países
del mundo y una fecha en la que muchas personas aprovechan para
referirse a la libertad de expresión que debe de primar como un
derecho fundamental en el ejercicio periodístico.
La libertad de expresión es un derecho vital que todos los medios de
comunicación debemos de disfrutar independientemente de nuestras
publicaciones, ideologías o posturas críticas y políticas que
manejemos en estos medios sin importar que sean de índole nacional,
regional o internacional y sin interesar tampoco el Gobierno de
turno del territorio en el que nos encontremos.
Con respecto a esta fecha, desde el periódico El Imparcial no
realizaremos un amplio despliegue de la libertad de expresión de la
prensa, ya que también es muy válido referirse en el marco de esta
celebración que nos compete a una reflexión que debemos de realizar
y que tiene que ver acerca de la manera como algunos periodistas
están ejerciendo esta profesión.
Se debe empezar diciendo que muchas personas bajo el escudo de
periodista se encargan de dañar el prestigio del gremio, teniendo en
cuenta que se valen de este oficio para sacar provecho económico
para como se dice popularmente “lagartear” a los políticos para
conseguir dinero.
Ha surgido en estos últimos años, un fenómeno en el quehacer
periodístico que muchos conocen como “Los extorsionistas de la
información”, haciendo alusión a aquellas personas que
´literalmente´ son extorsionistas de cuello blanco y que chantajean
a personas para que le den pautas publicitarias a cambio de no
hablar mal de estos mismos.
También se debe reflexionar acerca del trabajo que realizan otros
periodistas que le hacen daño al país y que generalmente están
contratados por grandes medios nacionales por compartir una
determinada ideología, periodistas que pierden la imparcialidad por
conservar su buena remuneración y se dedican a través de la
información a crear cizaña.
Lamentablemente esta es una realidad que no solo ocurre a nivel
nacional, sino internacional y que le hace mucho daño a una
población determinada porque les crea una realidad que no existe y
estos periodistas se convierten en cómplices de la corrupción y
maldad, porque omiten información verdadera y trasmiten en muchos
casos información que no corresponde.
Esta es una realidad que no podemos cambiar, sin embargo, queremos
dejar en claro que se trata de una problemática que lamentablemente
está ocurriendo y no se puede desconocer porque el objetivo es
revelar este tipo de información para mejorar, dejando muy en claro
que la mayoría de los periodistas contribuimos a la creación de una
mejor sociedad.
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El contralor no
es un Polimano(1)él
es un servidor de los políticos
Por Zahur Klemath Zapata
zkz@zahurk.com
Un
Polimano(1)
es la persona que vela por los
intereses de la sociedad en un Estado Polimano, que es lo que se
busca a través del voto en blanco. En las pasadas elecciones
votaron en blanco más de 3 millones
de personas. Esto es un llamado de atención al sistema burocrático y
democrático.
El Contralor general de la nación es el encargado de velar para
que el estado funcione correctamente y los intereses del pueblo no
se pierdan o se los roben quienes administran los bienes sociales.
Esto no es lo que está sucediendo porque se ha convertido en una
forma de delinquir con la autoridad que se ejerce en estas
posiciones.
La sociedad esta desamparada porque el Estado de por si es una
monarquía administrada por intereses de los grupos políticos y sus
asociados. Esto hace imposible que la sociedad tenga control en el
manejo de sus bienes. Esos bienes no existen en la mente del pueblo
porque no ha sido educado para tener conciencia de que el Estado es
del pueblo y por ende todo lo que existe en los territorios
nacionales es de la sociedad que los habitan y no de un grupo
político o partido.
En cada elección se eligen personas de grupos políticos y
políticos como individuos apoyados por quienes esperan recibir a
cambio de su voto una recompensa ya sea de trabajo o de ayuda a
quienes lo apoyaron para que saliera elegido. Más nunca el pueblo ha
estado representado por quienes han sido elegidos.
Colombia esta presa desde su comienzo por bandas de políticos, y
como se dice ahora por carteles de grupos políticos, porque podemos
armar el cuadro hasta dejarlo bien definido de quienes son los que
manejan la cosa política.
Una nación genera un caudal invaluable de riqueza porque ella es
generada por sus ciudadanos. Pero detrás de ellos hay personajes que
se aprovechan de la buena fe del pueblo y aceptan ser saqueados en
su productividad bajo impuestos que van a un erario y de allí
desaparecen sin generar los beneficios por los cuales se han
recaudado.
La sociedad no es política, ella es una comunidad agrupada para
construir a través de su esfuerzo y visión una nación donde unidos
se sientan protegidos y seguros que pueden vivir sus vidas en
plenitud y no bajo el crimen y saqueo.
Un
Polimano es quien es elegido por
esta sociedad para que los proteja y vele por su bienestar y los
bienes sociales y no sean dilapidados por gente inescrupulosa como
son los políticos.
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Crónica de Gardeazábal # 468
COTO A LA CORRUPCIÓN
MILITAR
Por:
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/50823767
Leí con interés la columna del profesor Carlos Jiménez sobre la FFAA
y el nuevo gobierno, así como las notas de comentarios al respecto
de Ruiz y Ackerman.
Interesantes aunque curiosas las tres. Si pensamos que los cuerpos
armados constitucionalmente (ejército, policía, armada, aviación)
representan al Estado, es a los administradores políticos de ese
Estado a quienes corresponde analizar su estructura y luego de ello
proceder, con acciones y determinaciones, a su puesta en realidad.
El hecho de que el desenvolvimiento de la historia de los últimos 60
años haya vuelto a esos cuerpos armados colombianos tales o cuales
con ideología propia o prestada, y con actitudes copiadas de otros
países, o surgidas del cacumen particular de una oficialidad que ha
tenido que inventarse trucos, o buscar soluciones dentro o fuera de
la Constitución para mantenerse en pie, no es lo importante.
Tampoco estamos frente al problema de un Trosky armando el
rompecabezas del ejército rojo, teniendo el frente al ejército
blanco y construyéndolo con antiguos saldos de las fuerzas del zar.
Nosotros tenemos en Colombia una oportunidad única de purgar la
peste de la corrupción que ha invadido todas las fuerzas uniformadas
y armadas constitucionalmente.
Mientras no se establezcan unos parámetros que conlleven por sí
solos un adiestramiento cultural y otro punitivo para poner fin a la
oleada de corrupción que penetra desde el simple soldado del
batallón o el policía de la calle hasta las más altas oficialidades,
que firman contratos bajo comisión y gozan de prebendas personales
fácilmente identificables, no se puede empezar la batalla por la
renovación de esos cuerpos armados.
No es un asunto de investigaciones exhaustivas o de controles
internos o de auditorias externas. Es de enseñar desde los cuarteles
de formación, desde las escuelas de cadetes o de policías a todos y
cada de sus matriculados, la responsabilidad dañina que tiene de la
corrupción en el detrimento de la imagen y el daño estructural de
esas instituciones.
Si en los hogares donde los criaron y educaron a esos aspirantes a
uniformados no les enseñaron que tantas actitudes pueden ser
nominadas como parte de la corrupción, es en esas escuelas y
batallones donde debe hacerse pero mañana es tarde. Aunque suene a
pragmático, lo demás es superfluo.
El Porce, agosto 5 del 2022
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