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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.974-554

Fecha: Martes 13 de septiembre de 2022

 

Poesía Nadaísta
 


Por: Jotamario Arbeláez

 

Poeta colombiano nacido en Cali (1940). Representante y cofundador del movimiento nadaísta colombiano.

 

La lectura en tinieblas

Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él

bajo la almohada
remordiéndole la conciencia pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba la nevera e instalado a los pies de mi cama con la nevera abierta leía de la medianoche al canto del gallo de la crucifixión de San Pedro cabeza abajo, del intento de lapidación de Pablo en Listra y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos de los Apóstoles, de las tribulaciones de Panait Istrati, las duras prisiones de Nazim Hikmet y las torturas de Julius Fucik en su reportaje al pie del patíbulo, hasta que se me helaban los huesos.



Alguien barre la casa

¿Quién estará barriendo el ala norte de la casa donde vivió mi tía, esta hora
de la noche en que duermen los restos de la familia, los que vamos quedando con más puesto en la mesa de los recuerdos,
si los vecinos han salido de vacaciones con sus niños y gatos y servidumbre y el tío Emilio fue de pesca, esta hora de lobo que espanta las pesadillas y despierta medio litro de sed en el pozo de la garganta?


No creo que sea la abuela.

Desde su desdichado accidente descendiendo del autoferro que obligó al fémur de platino y a renunciar a los tamales
que preparaba los domingos para toda su parentela sabemos que por nada del mundo

 

 

 

 

se atrevería a tomar el palo de escoba
y menos para ir a la medianoche a barrer los recuerdos de la hija más querida a quien el corazón le jugó una mala pasada
mientras pintaba la puerta de su cuarto con un sapolín amarillo dejándonos sin sus cariñosas respiraciones al espejo de los ojos.

 

¿Será Jorge Girando? Imposible,
si su esposo ha salido de cacería con los ojos llorosos desde el día de sus funerales
y hasta el sol de hoy que no ha vuelto con un venado.

¿O tal vez es el viento con sus pasos de escobilla de jazz en el eternit?

 

 

Después de la guerra



Un día después de la guerra


si hay guerra


si después de la guerra hay un día


te tomaré en mis brazos


un día después de la guerra


si hay guerra


si después de la guerra hay un día


si después de la guerra tengo brazos


y te haré con amor el amor


un día después de la guerra


si hay guerra


si después de la guerra hay un día


si después de la guerra hay amor


y si hay con qué hacer el amor.

 

 

 

El más humilde del universo


Tú me hiciste el primer poeta de Colombia que no tiene dónde sentarse a escribirte. Era tu papel por lo menos darme recado, hacerme silla, distraer tu mirada de vigilancia demasiado pesada sobre mis hombros, meterme unos peniques en el chaleco, no hacer el oso.

Pero en vilo cargaste mi peso pluma, a golpes de martillo me forjaste un nombre de plata y del anonimato pasé a la clandestinidad a caballo. Me enseñaste a cantar pero me desconectaste el micrófono, aplaudiste en mi cara a mis enemigos, desprendiste botones de mi chaqueta.

 

Aprendí piano tus lecciones. Cuando creíste que ya tenía la máscara dura me lanzaste a las plazas con un garrote. Al regreso te reíste de mis heridas en la corona, me dijiste que era jugando, jaque mate con las más negras me diste.

Me encerraste en el patio de tu colegio. Aprendí con las uñas que debemos ser tierra con todo el mundo, te busqué por los cielos con mi manguera, me juré ser el más humilde del universo, y esa pasión malsana por los sifones que encarno desde entonces a tu cuenta la cargo en el occipucioe.

Menos mal que engañaste a muchos antes y después que a ti mismo.

Vueltos a ti los ojos en el momento precioso, yerro por la ciudad como en mis primeras edades. Y encuentro tantos Cristos sin credenciales que me da por creer que sólo uno es falso. Por cada redentor que llega al Calvario cuántos hay que se ruedan en el camino.

A patadas de risa me van matando. Salvación para los salvajes. De qué vale que te perdone si no te perdonas tú mismo. Vuelve a burlarte del espejo.

Ahora soy el Pastor que deambula mudo por las bocas del lobo jugando sus ovejas a la ruleta. La Rosa de los Vientres a mí. Las profecías en portafolios esperando su vencimiento. El amor me lava los dientes. Hágase el amor.

Del Calvario en las faldas también quedaron.  

 

 

 

 

 

 

  

 

 

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