EDITORIAL
Hay que ver con buenos ojos la
reapertura de la frontera
En el día de ayer se llevó a cabo la reapertura de la frontera entre
Colombia y Venezuela, un hecho que sin lugar a dudas ha causado una
gran polémica en el país, entre quienes están de acuerdo y quienes
no lo están.
Aunque todos sabemos que en Venezuela existe una dictadura y que se
violan los derechos humanos, lo único cierto es que esta reapertura
de la frontera entre ambos países debe verse desde una perspectiva
positiva porque tanto los colombianos como los venezolanos se
beneficiarán.
El solo hecho que se pueda transitar de manera libre por el puente
Simón Bolívar beneficia a los comerciantes tanto venezolanos como
colombianos porque ya se cuenta con la posibilidad de transitar
libremente y su economía va a mejorar.
Desde una perspectiva humana, el hecho que se pueda transitar la
frontera de una manera legal representa la oportunidad que muchas
personas vulnerables como las de la tercera edad, niños y mujeres
embarazadas tengan la oportunidad de volver a ver a sus familiares.
También el hecho que en la frontera puedan transitar camiones con
medicamentos constituye una gran esperanza para la atención médica
inmediata, especialmente para las personas que residen en los
territorios aledaños a la frontera entre ambas naciones.
Desde el punto de vista económico, abrir la frontera entre Colombia
y Venezuela, representa la posibilidad que ingrese mucho más dinero
y se contribuya de esta manera a fortalecer la economía del país,
porque estamos hablando que son millones de dólares los que recibirá
Colombia por este intercambio comercial con Venezuela.
Aunque el gobierno de Nicolás Maduro sea nefasto, la reapertura de
la frontera debe de celebrarse porque de esta manera también se le
está dando un duro golpe a los traficantes de migrantes que usan las
trochas para engañar a la gente y en muchas ocasiones cometer
crímenes contra indefensos.
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"GLOCAL"
Por: Edgar Cabezas
El mundo global existe en el mundo
local. Saber caracterizar el mundo local significa presentar y
representar apropiadamente el mundo global. La globalización como
producto humano del libre mercado está sometido al poder real,
virtual e imaginario de oferta y demanda, propio del sistema
capitalista. La ciudad, producto del ensayo y error de la creación
colectiva, de la llamada sociedad del conocimiento, clasifica a las
ciudades entre ciudades globales y ciudades mundiales.
Las ciudades globales Beta, de alta eficiencia y tecnología, son
aquellas que tienen un conjunto de computadores capaz de atender las
peticiones de un cliente y devolverle una respuesta en concordancia
mediante la tecnología digital como el resultado entre ciencia e
ingeniería aplicando métodos para desarrollar sistemas que se ven
expresados en imágenes, números y datos que permiten automatizar
procesos de cómputo potentes y programar la prestación de servicios,
relacionados con las actividades domesticas, industriales,
financieras, comerciales y sociales como la salud, la educación, las
fuerzas militares, la policía y los sistemas de vigilancia y control
de la circulación del tránsito de vehículos terrestres,
marino-fluviales y aéreos que transportan personas, animales y
cosas. Las ciudades que prestan estos servicios son: Nueva York,
Londres, Paris, Tokio, Beijing, Nueva Delhi.
Hay otras ciudades llamadas ciudades mundiales, ciudades analógicas
relacionadas manualmente con objetos a las que se les presta el
servicio digital mediante artefactos digitales con funciones
automáticas y programadas que imitan el funcionamiento de la mente
humana, básicamente el teléfono celular. Según Gartner Inc., en el
año 2020, el total aproximado de dispositivos tecnológicos
interconectados entre sí mediante el “IoT”, acrónimo de “Internet of
Things”, “Internet de las Cosas” era 20.4 mil millones en todo el
planeta.
Bogotá es una ciudad mundial metropolitana, es un centro político
administrativo que gobierna centralistamente la periferia del
territorio nacional con sus bienes públicos y privados insertada en
la globalización del mercado como una ciudad que maneja un Estado
ajeno, marginal y subordinado, ajeno y marginal a las comunidades
locales y subordinado a las ciudades globales.
El modelo de desarrollo de la
republica democrática colombiana es extractivista de recursos
naturales del agua, suelo y subsuelo desde que la hacienda pública
decidió en cabezas de Tomás Cipriano de Mosquera y Florentino
González, entre 1846 y 1848, que lo que más le convenía al tesoro
público de la nación era ser exportador de materias primas con
destino a los países ricos e inteligentes en razón a que la
ciudadanía colombiana era pobre e ignorante, en tanto que
Norteamérica y Europa contaban con inversionistas ricos e
inteligentes que requerían de materias primas para su crecimiento
económico y que se podía vivir de la renta de explotar y exportar
suelo, subsuelo y agua de manera gratuita y poner al pueblo a vivir
bien a costa de los recursos naturales.
La inserción local al mundo global es resistente y reexistente. El
territorio local representa la biodiversidad del mundo global ya que
ella contiene espacios naturales y ambientes distintos en los que
existen formas únicas de ser pertinentes, con identidad de
especificidades en los que la biodiversidad triunfa sobre el reino
de la homogeneidad y la globalidad es reconocida por la localidad en
cuanto que la globalidad reconoce la localidad es un asunto de
educación, en la ecología de los saberes.
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El economista Jorge Pulecio
revela un contenido sustantivo al respecto de cómo el territorio de
Colombia es “la joya de la corona extractivista, corrupta y
criminal, refugio de los vende-patria del mundo”.
Crónica de
Gardeazábal #
504
ESTAMOS
QUEBRANDO LOS ESPEJOS
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/51383986
¿Han pensado alguna vez lo que nos podría pasar si de la noche a la
mañana, y sin avisarnos, todos los espejos se quebraran en todo el
mundo? Dónde podríamos vernos? Cómo nos afeitaríamos? ¿Cómo
sabríamos de nuestra apariencia? Obviamente es un texto de ciencia
ficción, pero en escala y paradójicamente es lo que puede estarnos
sucediendo en Colombia.
Hemos ido quebrando poco a poco lo espejos porque nos negamos a
reconocernos a nosotros mismos. Obsesionados por caer siempre en el
negacionismo y por ende marcados genética y culturalmente por la
tendencia a dividirnos para polarizarnos, hemos vivido enfrentados
siempre y muy pocas veces unidos para salir avante de las
circunstancias difíciles que esa misma polarización nos ha otorgado.
Los sociólogos, si es que existen, nos han dicho que somos así
porque nunca hemos tenido guerras de verdad de nuestro país contra
otro y las amenazas que hemos soportado no han sido más que
desastres naturales que nos despiertan los ánimos colaboracionistas.
Pero hoy, cuando vemos que el gobernante parece haber programado un
desbarate del país y de sus estructuras para repetir 120 años
después las tesis leninistas de que solo se puede arreglar lo que
primero se destruye, nadie parece mirarse al espejo.
Todos creemos que lo que está sucediendo cuando el gobernante manda
quemar las palas grúas de los mineros que algún riquito paisa avaro
y un abogado bogotano truculento declararon ilegales, y no
entendemos que los miles que viven del trabajo de esas palas se
enverracan y salen a robarse las tractomulas cargadas de mercancía
que pasan por la carretera, y creemos que ha sido algo dizque
programado por el gobierno de Petro y no que se trata de una
reacción típica del colombiano envidioso o vengativo, es porque no
nos hemos mirado al espejo.
Cuando vemos a los indios del Cauca enfrentados con los negros
trabajadores de los ingenios azucareros y contemplamos la inercia
leninista del gobierno en no actuar, y no pensamos en la posibilidad
de repartir la tierra en cooperativas o de ingeniarnos una salida
gubernamental que impida el enfrentamiento, es porque no nos
queremos mirar al espejo.
Y si vemos a los otrora poderosos dueños del capital paisa saltando
el lazo de los árabes y judíos que quieren comprarlos o a las gentes
de Bogotá o Barranquilla dejando el celular en casa porque si salen
con él a la calle se lo pueden robar como en Cali, es porque
quebramos los espejos para no mirarnos lo que verdaderamente somos.
El Porce septiembre 26 2022
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