Pereira, Colombia - Edición: 12.981-561

Fecha: Jueves 29 de septiembre de 2022

 

INFORME

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Conoce la magia de Alcina
 



La única explicación posible para que el concierto de Magdalena Kožená con los Solistas barrocos de Venecia, la noche del pasado viernes 23 de septiembre no haya agotado el aforo del teatro Mayor, bueno, para no andarse con eufemismos, que haya tenido tan baja respuesta de parte del público, hay que buscarla en el incesante invierno que azota a la capital y a ese esperpento que, con mucho esnobismo, llaman movilidad; cuando en realidad es exactamente lo contrario.

Si como manda la razón, se toma como punto de partida el centro de la ciudad, hoy toca disponer de casi dos horas para llegar al Mayor, que a un loco se le ocurrió ir a construir, contra toda lógica en los suburbios.

 

A los del sur no se les puede ni pasar por la cabeza llegar a un teatro que, por cuenta de su buena dirección, paradójicamente es el epicentro de la vida musical de Bogotá.

No pudo ser de otra manera. Una situación que ni los poderes y malas artes de la maga Alcina, protagonista del precioso concierto que la soprano checa hizo en Bogotá.

Piensa uno, como espectador, en la impotencia que debieron sentir los funcionarios del teatro al ver semivacíos los balcones y la luneta con manchones enormes de silletería sin ocupantes. Porque mientras los espectadores nos limitamos a contemplar el espectáculo, tras él hay meses de trabajo, de financiación, de divulgación, de coordinación.



De manera, pues, una diva entre la espada y la pared. No se puede levantar el dedo 

  

 

   

acusador hacia un público que debe disponer de horas en el infernal tráfico de la ciudad, muchísimo menos hacia el teatro.

 

Pero lo cierto es que en el medio quedó una artista de talla internacional, que rodeada de una de las más reconocidas orquestas barrocas de Europa llegó a Bogotá con una propuesta increíblemente original: hacer el retrato de Alcina, protagonista de la ópera homónima de Georg Friedrich Händel de 1735. Primera de sus óperas escritas para ser representadas en el Covent Garden, hoy por hoy, primer teatro del Reino Unido.
 

A propósito de Händel, Alcina y las sopranos
 



El mundo vive buenos tiempos con el renacimiento del gusto por la ópera barroca que aún no toca a las puertas del incipiente movimiento lírico criollo. A estas alturas del tercer milenio ni una de las óperas de Händel, cumbre del barroco, ha llegado a los teatros del país.

Una situación lamentable. Algo de semejante magnitud va más allá de resolver una puesta en escena: demanda orquestas especializadas, una forma de cantar y expresar especializadas y sobre todo educar al público en otra manera de entender el melodramma.

 

No se puede caer en el tópico simplista de creer que la barroca es una ópera donde las arias se suceden, unas tras otras, enlazadas mediante recitativos secos donde las arias son oportunidades de lucimiento para los cantantes y los recitativos aburridores.



Así no son las cosas. No en vano la ópera es uno de los grandes aportes

     

 

    

dramatúrgicos del barroco, que como movimento estético buscaba por encima de todo teatralidad.

 

Adicionalmente, no hay que pasar por alto que Händel fue una de las figuras fundamentales para abrirle las puertas a la mujer para su incursión profesional en el canto: su colección de personajes para grandes divas de su tiempo es enorme.

 

Entre ellas Margherita Durastanti, Francesca Cuzzoni o la misma Anna Maria Strada, la primera Alcina el 16 de abril de 1735 en Londres.
 

Kožená, Alcina y “los” venecianos
 



Cuando de estrellas internacionales es que se trata, los programas que interpretan ameritan entenderse más allá de la sucesión de obras.

Evidentemente Kožená buscó construir el retrato dramatúrgico, vocal y musical de la protagonista de la ópera, valiéndose, claro, de la imaginación que Händel desplegó para profundizar en un personaje que resulta, para decir lo menos, desconcertante.

 

Alcina ha atrapado a Ruggiero mediante la magia, pero por el camino se auto despoja de sus poderes cuando se humaniza y sufre la derrota: eso fue lo que hizo Kožená mediante las dos arias del acto I, las dos del II y las dos del III.

Además, las entreveraron con una selección de barrocos italianos: Pietro Antonio Locatelli, Antonio Vivaldi y Alessandro Marcello. Buena manera de enmarcar la idea de que, musicalmente hablando, Händel es el más alemán de los ingleses y el más italiano de los alemanes.

 

 

    

 

  

 

 

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