Fundado el 9 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición: 12.982-562

Fecha: Sábado 01 de octubre de 2022

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

 

Alerta global por salud mental

 

Poco a poco el planeta entra en la era de la postpandemia de Covid-19, aunque el virus continúa cobrando vidas a diario. Esa circunstancia ha permitido que gobiernos y autoridades multidisciplinarias empiecen a evaluar las consecuencias a mediano y largo plazos de la crisis sanitaria, diagnóstico que es prioritario para poder proyectar los correctivos que eviten que el mundo vuelva a registrar una emergencia de estas dimensiones.

 

Uno de los asuntos que más está preocupando en cuanto a las secuelas en salud es el relativo a las afectaciones mentales que provocó o profundizó la pandemia. Las cifras sobre este tipo de patologías son impactantes. Según dos informes conocidos esta semana la depresión y la ansiedad generan una pérdida de 12 mil millones de días de trabajo cada año, con un costo superior al billón de dólares a la economía mundial.

 

Hablando específicamente del coletazo del coronavirus a nivel global, se encontró un aumento del 25% de los casos de ansiedad y depresión, al tiempo que se puso al descubierto el bajo nivel de preparación de los sistemas sanitarios para enfrentar estos trastornos. De hecho, los citados informes señalan, por ejemplo, que en 2020 los gobiernos solo destinaron un promedio de 2% de los presupuestos sanitarios a la salud mental. Más grave aún es que en los países de renta media-baja, la inversión no llega ni al 1%.

 

Las investigaciones dadas a conocer por las agencias de la ONU para la salud y el trabajo alertan que en entornos como los laborales la situación es cada vez más preocupante y se requiere que gobiernos, empresarios y trabajadores adopten medidas concretas para enfrentar un fenómeno que, además del impacto personal familiar y social, tiene los altos costos económicos ya anotados.

 

Esos planes de contingencia deben enfocarse en disminuir riesgos asociados a posibles afectaciones a la salud mental como las cargas de trabajo excesivas, los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en estos ámbitos.

 

Otras investigaciones también han prendido las alarmas en cuanto al incremento de los casos de suicidio o de los intentos de quitarse la vida durante la crisis pandémica. Igual estudios en algunos países también advierten un alarmante aumento de la violencia intrafamiliar; así como de las consultas con especialistas en sicología y siquiatría. Las incapacidades por cuadros severos de depresión, estrés, ansiedad y otras patologías también se han multiplicado.

 

Los entornos escolares y colegiales tampoco han estado exentos de esta clase de impactos en los comportamientos anómalos de los jóvenes y adolescentes… De hecho, algunos expertos han catalogado este pico de afectaciones a la salud mental como una especie de “pandemia silenciosa.

 

Obviamente Colombia no es la excepción. Hace un par de meses el Ministerio de Salud ponía sobre la mesa cifras de alerta sobre la salud mental en nuestro país. Por ejemplo, dada la ruptura de espacios sociales y el aislamiento por la pandemia, se incrementaron en más del 25% trastornos de ansiedad y depresión.

 

De hecho, esta última es la segunda causa de carga de enfermedad a nivel nacional, tan solo superada por las patologías cardiovasculares. A ello se suma que casi un 45% de las niñas y niños tienen indicios de algún problema mental. En cuanto a los adolescentes, alarma que los trastornos más frecuentes son la ansiedad, fobia social y depresión.

  

   

 

Todo esto mientras que la ideación suicida se presenta en el 6,6 % de esta franja poblacional.

 

Como se ve, no se está aquí ante una problemática menor en el ámbito mundial o el nacional. Por el contrario, el nivel de afectación a la salud mental es cada día mayor y exige un esfuerzo coordinado, eficiente e integral de los gobiernos y sus sistemas sanitarios, tanto en el campo preventivo como de tratamiento de baja, mediana o alta complejidad.

 

La pandemia profundizó muchos trastornos o aumentó su incidencia, y se requiere un plan de contingencia urgente para enfrentarlos. Dado que los costos en calidad de vida, productividad y salud pública son dramáticos y cuantiosos, es imperativo contrarrestar esta “epidemia silenciosa”.

 

 

Los inocentes no tienen poder en el Estado

 

 

 

Por: Zahur Klemath Zapata
zkz@zahurk.com

 

El planeta está lleno de inocentes, son hormigas que en fila siguen las órdenes de los capitanes a recoger la cosecha que hay que almacenar para que todos sobrevivan en el invierno.

El común de la gente desconoce este trasegar humano que ha funcionado por siglos. Todos en cierto momento hemos hecho parte de este ordenamiento social. Todo ha pasado inadvertido, ni aun los filósofos de la antigüedad se dieron cuenta de lo que estaba pasando porque ellos hacían parte de ese estado de inocencia. Hasta Diógenes de Sinope pretendió ignorar su inocencia siendo él un ignorante del poder que ejercía el estado sobre él.

La revolución francesa trató de cambiar el destino de la humanidad y todos se asesinaron entre sí y solo lograron cambiarle el collar perro que es el que se mantiene colgado a los presidentes y su corte de la cámara alta y baja.

Cuando llegan las elecciones, los mercaderes que merodean el establecimiento salen como perros de caza a arriar los corderos para que voten “democráticamente” por la lista de sus clientes quienes van a manejar la cosa política.

La falta de razonabilidad del ser humano lo hace ser presa de quienes tienen esta capacidad y bajo esta manipulación ellos creen que todo es normal. Todos trabajamos para sostener el estado y quienes gobiernan son los que usufructúan el esfuerzo de la sociedad.

La sociedad desconoce los valores de la equidad, libertad y autonomía que el ser humano tiene como parte de su naturaleza. Este desconocimiento intelectual lo vienen aprovechando por siglos quienes ostentan el poder.

No es fácil apartarse de este estado de naturaleza humana porque hace parte de la condición de cada individuo, pero si podemos ayudar a que esas personas puedan evolucionar y lograr lo que todo ser humano aspira obtener en una vida sin ser manipulados por perversos seres que buscan tomar a esos inocentes como sus esclavos.

La sociedad no está aún consciente de su verdadero rol como seres evolucionados en una sociedad multifacética donde todos nos debemos los unos a los otros para que exista el equilibrio en nuestra existencia.

  

 

 

Aún seguimos siendo esclavos de un establecimiento o estado dominado por bárbaros intelectos que se sienten reyes en su propia caverna.

 

 

Crónica de Gardeazábal # 508

 

  PARA LA HUEVONADA NO HAY NADA

 

 

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal


Audio: https://www.spreaker.com/episode/51426084

Cuando uno ve al país dando tumbos mientras busca cómo enderezar su caminado y varias de las propuestas o salidas que se plantean resultan subjuntivas en su sola enunciación, uno tiene que repetir la frase de los abuelos de que para la huevonada no hay nada o recordar la de los antiguos habitantes de la Tracia balcánica, de que hay quienes creen que el futuro cabe en una crátera de bronce.

Sin caer en enumeraciones franciscanas vale la pena revisar todos los inconvenientes que tiene la idea de hacer obligatorio el voto o la de suprimir las EPS en vez de corregirlas. No hay que repetir lo que la historia nos enseña que en Colombia a la brava no se consigue sino problemas y reacciones exageradas.

Volver obligatorio el voto en un país que no lo garantiza por falta de transporte, por ausencia de seguridad o por aislamiento físico es tan cretino como creer que por exceso de votos el día de elecciones desaparecerá por encanto la corruptela que invadió la política desde cuando los partidos se volvieron cooperativas de contratistas.

De la misma manera resulta una bobería que acabando las EPS y volviendo al viejo sistema del Seguro Social o del Sistema Nacional de Salud, vamos a corregir las fallas superables en la prestación de la salud a todos los colombianos. Basta con pensar en cómo funcionaban los hospitales de caridad hace 50 años para erradicar de un tajo la idea. Y ni qué pensar en la masturbadora ilusión de convertir la redacción del Plan Nacional de Desarrollo en el producto de convocar 50 bazares persas para que los ignorantes se crean con poder y el futuro de la patria quede en manos de puentes sin rio o de orfanatos sin huérfanos.

Una cosa es fortalecer la democracia con más educación y métodos internéticos modernos y otra volverla sancionatoria penando al que no vote. Una cosa es mamarse una fila de tres horas para un turno de la EPS y otra morirse de caridad, sin médicos ni medicinas alcanzables para los bolsillos más pobres. Una cosa es mirar al futuro de Colombia con ayuda de la ciencia, la experiencia y las estadísticas que con el populismo de Chuspas o las venganzas irredentas de la doctora Corcho recogidas en una feria pueblerina.

El Porce septiembre 30 del 2022
 

 

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