EDITORIAL
Lo que nos
espera con el nuevo sistema electoral
La reingeniería al sistema electoral
colombiano avanza en el Congreso después de proyectos de reforma que
se presentaron al inicio de esta legislatura, se procedió a
acumularlos en una sola iniciativa que ya, incluso, logró ser
aprobada en el primero de los ocho debates que debe surtir en las
comisiones primeras y plenarias de Senado y Cámara.
Como es obvio, el articulado que
recibió ese primer sí tiene tantos partidarios como contradictores.
Los primeros valoran avances en acabar con la compra y venta de
votos, así como el instituir la financiación prevalentemente estatal
a los partidos, dar vía libre a las listas de candidatos cerradas y
con paridad de género, limitar la reelección de congresistas,
diputados y concejales, y otras normas para una mayor
democratización y transparencia interna en las colectividades en el
ejercicio proselitista.
Para los críticos, el proyecto de reforma es insuficiente y no
aplica los cambios de fondo que se requieren para hacer más
eficiente y transparente el sistema electoral.
No solo advierten la gravedad de abrir una nueva puerta al
transfuguismo partidista, sino que consideran un aval a la
politiquería y un golpe al principio de separación de poderes que se
autorice que los parlamentarios puedan ser nombrados ministros por
los gobiernos de turno. También alertan sobre la forma improvisada
en que se impondría el voto obligatorio en Colombia. Sin embargo, el
pero más grande es el relativo a que el proyecto tendría fallas
estructurales, empezando porque no modifica la estructura del modelo
electoral ni
avanza tampoco en la creación de una jurisdicción especializada en
la materia.
Pese a que la coalición mayoritaria respalda la iniciativa que ya
pasó a plenaria del Senado, algunos de sus miembros radicaron un
proyecto en el que plantean la creación de una “Corte Electoral
Colombiana”, que no solo sería la cabeza de la jurisdicción
respectiva, sino que asumiría funciones, facultades y competencias
del Consejo Nacional Electoral, el Consejo de Estado e incluso de la
propia Registraduría Nacional, entidad esta última que
desaparecería.
Ya tanto el máximo tribunal de lo contencioso-administrativo como la
Registraduría advirtieron la inconveniencia de crear la citada Corte
Electoral, poniendo sobre la mesa peros de carácter constitucional,
legales y de funcionalidad institucional. Sin embargo, en el
Parlamento hay división de opiniones al respecto, no solo porque
persiste la crítica al origen partidista de los magistrados del
Consejo Nacional Electoral, sino porque hay quienes sostienen que
mientras no se modifique la estructura del sistema, serán
insuficientes todos los ajustes en materia interna partidista,
limpieza del voto, financiación proselitista, castigo efectivo a
delitos contra el sufragio y otras materias.
En reformas anteriores la propusieron, así como algunas de las
misiones de expertos convocadas para los efectos, sobre la base de
que el actual modelo mezcla disfuncionalmente funciones de carácter
administrativo y judicial.
Debe precisarse que hay países en donde funcionan esquemas híbridos
con cierta similitud al caso colombiano, y otros en donde sí hay una
estructura autónoma en esta delicada materia. En ambos casos, la
democracia sigue vigente, tanto en las urnas como en su tracto
institucional.
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Los miedos a perder lo poco que se
tiene
Por: Zahur
Klemath Zapata
Colombia es un territorio de más de un millón
trescientos mil kilómetros cuadrados en la actualidad. Se ha desplumado otro
tanto más grande de lo existente por el mal manejo de la cosa pública y nadie se
conduele ni se avergüenza. Hoy unos separatistas antioqueños quieren pegarle
otra mordida al inerte país.
La base mental del pueblo hispano-americano-colombiano se arrastra como el
chichi del pato después de perseguir a la pata y coronarla, luego aletear como
si todo estuviera consumado. Así viven la gran mayoría de ciudadanos que solo
piensan en rebuscarse la comida del día a día sin que exista un futuro cercano.
Jamás ha existido un futuro para los colombianos excepto para pagar la deuda
externa que se acumula y que cada niño nace con ella en su partida de nacimiento.
La desconfianza entre cada uno alcanza para no mirarse a los ojos cuando se
hablan, porque nadie confía en el vecino ni en la familia, este fenómeno viene
por décadas, crece porque quienes manejan el establecimiento son más perversos
que los mismos criminales que señala el Estado, por lo menos ellos se la
rebuscan para alcanzar su propio estatus y compartir sus utilidades con quienes
los apoyan y los rodean, hacen que su entorno florezca y haya comida servida en
la mesa.
Colombia no es pobre, son pobres quienes administran y dilapidan el esfuerzo de
todos. Jamás presentan un superávit económico de lo que el pueblo les entregó
para que administren y así demostrar que sí saben manejar lo que el pueblo les
confió.
El miedo a perderlo todo aflora a la piel porque no hay como confiar en quien
está al frente de los bienes sociales. Simplemente gobiernan creyendo que
gobernar es apropiarse de la cosa pública y que nada va a pasar porque no existe
condenas eternas, ni la pena de muerte por delitos contra el bien común.
Huir no es la solución, tomar las armas es un error, enfrentarse al enemigo en
solitario es un suicidio, tomar la justicia por nuestras manos es un acto
criminal, denunciar es gritar a las piedras para que se muevan.
Mientras la sociedad no sea autónoma y libre no podrá establecer sus manuales de
manejo de sus bienes y nombrar a sus administradores fuera de la democracia,
porque esta es la generadora de la corrupción y el mal manejo. Si hay democracia
habrá negociación entre bandidos para repartirse el país.
El miedo es el peor enemigo de una sociedad cuando se enfrenta a los
administradores públicos.
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Crónica de
Gardeazábal #
509
EL
ALFIL DE PETRO
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/51451578
La semana pasada, en la habilísima
defensa que hizo contra los flojísimos acusadores que llevó Yamid a
su programa, el alcalde de Cali Jorge Iván Ospina dijo casi que
textualmente que todos esos ataques de que ha venido siendo víctima
se deben a que él ha sido y es el alfil de Petro en el Valle del
Cauca y lo que hay es una conjura para desestabilizar al ejercicio
presidencial.
Solo un inteligente tan reconocible y aplaudible en su momento como
el burgomaestre caleño es capaz de involucrar sibilinamente esa
herramienta de doble filo en su defensa ante un entrevistador como
Yamid y ante un público como el nacional que no conoce los
intrigulis del petrismo en Cali y mucho menos del fo que el propio
Petro les hizo como candidato a él, sus hermanos y su equipo de
colaboradores. Por eso casi todos se tragaron el cuento del alfil.
Pero tamaña afirmación, comprometiendo al presidente de la república
como blindaje de lo que él como primer mandatario no debe habérsele
pasado por la mente realizar como gobernante, a más de ser un
atrevimiento, no es exactamente la verdad aunque si resulta incómoda
para Petro y muy peligrosa para el alcalde.
Es atrevida porque un oyente desprevenido cree que esa afirmación la
pudo hacer Jorge Iván con el visto bueno del presidente de la
república. Tampoco es exactamente la verdad porque aquí contamos en
plena campaña que el petrismo le había hecho el vacío a Ospina en la
conformación de sus listas del Pacto Histórico y no se había
producido tampoco ningún pronunciamiento que indujera apoyo visible
a los candidatos ospinistas en la lista verde, por lo que hoy día el
apoyo parlamentario del presunto alfil Ospina a Petro es nulo.
Y como si no fuera poco ese vacío o desprecio para con su pretendido
alfil, en la conformación del gobierno no se nombró ningún ospinista
en parte alguna y más bien se supo que se había producido un veto
contra el candidato que presentaron para la subdirección del DNI. En
esas condiciones decir nacionalmente que las acusaciones que le
hacen por el manejo por lo menos escandaloso de la contratación en
Cali se las endilgan por ser el significante de Petro, es
sencillamente orinar fuera del beque.
El Porce octubre 3 del 2022
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