EDITORIAL
También debe
de haber mano dura contra los indígenas
La aplicación del principio de autoridad legítima e
instituida no solo es una prerrogativa sino también un deber de las
autoridades. En una democracia la ciudadanía deriva en el Estado, y
los gobiernos de turno como sus principales brazos ejecutores, la
obligación de acudir al uso proporcional de la fuerza, como último
recurso, para proteger la vida, honra y bienes de la población.
Esa definición básica del principio de autoridad es,
lamentablemente, la que está empezando a quedar en vilo en Colombia.
Impactaron al país las imágenes de un grupo de indígenas que el
miércoles protagonizó graves desórdenes en el centro de Bogotá,
causando heridas a más de una veintena de efectivos policiales y de
los llamados “gestores de convivencia” del Distrito.
En primer lugar, generó indignación y rechazo el nivel de agresión
de los manifestantes contra los uniformados, que fueron golpeados y
perseguidos por la turba, teniendo en varias ocasiones que ser
salvados por la misma ciudadanía. Y, en segundo término, no pocos
sectores del país se preguntan por qué la Policía no actuó con más
anticipación y decisión para evitar que este caso degenerara en una
asonada.
Frente a lo primero, es imperativo que los responsables de los
ataques a los agentes policiales tienen que ser identificados y
judicializados. La Ley de Seguridad Ciudadana agravó, precisamente,
los castigos penales por agresiones a la Fuerza
Pública. En modo alguno se puede permitir que el desborde violento
de la protesta social desemboque impunemente en esta clase de
circunstancias.
Tras los paros y bloqueos en el segundo trimestre del año pasado,
esa premisa quedó más clara que nunca y prueba de ello es que más de
dos decenas de los integrantes de la llamada “primera línea” hoy
están presos y procesados por delitos de distinta gravedad.
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La lucha de clases
una creación de la burguesía
Por: Zahur
Klemath Zapata
zkz@zahurk.com
Los
colombianos en vez de avanzar hacia una sociedad autónoma y
equitativa retrocedieron al establecer los estratos sociales. Esto
es una forma de degradación de la condición humana después de haber
alcanzado su independencia y su libertad de pensamiento. La sociedad
hormiga por lo menos vive en mejores condiciones que la nuestra y
están alineados a un sistema que ha funcionado por milenios. La
inconsciencia de la burguesía al pensar que señalar a sus propios
ciudadanos como de alta o baja clase es un argumento válido para
administrar un país, pero eso crea unos odios que ni siquiera saben
la razón del porqué actúan así. Este gobierno no ha identificado la
razón del comportarse de esta sociedad y el por qué las anteriores
administraciones no corrigieron lo que estaba pasando. Lo que da a
entender es que se sintieron cómodos. En su agenda no existe una
revisión del legado recibido y él ahora se siente como uno de los de
estrato alto por su condición actual. No se siente aludido ni tocado
por lo que los comunistas lucharon por crear una sociedad
igualitaria.
Mientras existan los estratos sociales, la diferencia de clases y
una sociedad discriminada no habrá los mismos derechos para todos
para que puedan alcanzar sus sueños y ambiciones individuales. Será
una sociedad en permanente lucha de clases impidiendo el buen
desarrollo social. Hay que ubicarse en el presente y entender que la
condición de vasallos es de monarquías y de sociedades primitivas.
Hay gente que se siente complacida de que exista esta discriminación
social, su ignorancia e incapacidad de entender que la especie
humana es una sola y lo que nos diferencia los unos a los otros es
la morfología y la evolución genética que cada uno tiene dentro de
su propia familia o sociedad.
La gente presume que los costos de los servicios públicos e
impuestos van a discriminar el estrato social, pero a la hora de la
verdad todos pagamos de igual manera cuando consumimos y pagan
servicios. Al final esos aportes van a las arcas del Estado para
luego seguir a los bolsillos de la burocracia y al final terminar en
dadivas que se le dan al resto de la sociedad. Los colombianos no
quieren entender que han vivido manipulados por ignorantes
dirigentes desde el grito de independencia. Siguen en las mismas
manos, como mascotas que los distraen con pequeños regalos. Colombia
es un país de pobretones con dinero, porque ser rico es tener la
capacidad de administrar sus bienes nacionales para que todos tengan
su bienestar equitativamente. La riqueza está en el bienestar de
todos y el fin que busca alcanza la sociedad. |
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Crónica de
Gardeazábal #
522
CON
EL DÓLAR A 5 MIL
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/51643306
Lo que muchos nos advirtieron antes de las elecciones
de forma que entonces nos pareció sectaria y exagerada, está
sucediendo. El dólar ha llegado a los $5 mil. La coyuntura de la
crisis mundial enfrentando una inflación galopante. El
fortalecimiento indebido del dólar ante el derrumbe del euro y de la
libra esterlina. El enriquecimiento inusitado de los Estados Unidos
de Biden. Todo, y mucho más, ha repercutido para hacer crecer las
reacciones del colombiano común a las barrabasadas económicas de
Petro y su mentor el sabio Hildebrando Vélez.
En un país como Colombia donde solo nos llegan dólares a montón por
las exportaciones de petróleo, carbón y otros minerales, la orden
perentoria de los alumbradores de Vélez de cerrar la llave del gas y
de toda la economía extractiva, nos tiene al borde del caos porque
no vamos a tener dólares suficientes para importar toda la comida
que consumimos. Vamos a tener que comprar el mercado con los
dolaritos del café, el azúcar, la dulcería y otro poco de
carajaditas que no alcanzan al 10% de las divisas que necesitamos. Y
no exagero.
Los colombianos importamos el trigo para hacer el pan, el maíz para
las arepas, las lentejas, las alverjas y los fríjoles, la cebada,
las manzanas, las peras, las uvas y los duraznos y muchas cosas más
que se consumen solo en los hogares de los ricos o de los
acomodados.
Para importar esa comida necesitamos dólares y como
Hildebrando y Petro han decidido que no lleguen más dólares por el
petróleo y el gas ni por los minerales extraídos y como, al mismo
tiempo, el flujo subterráneo de los dólares de la coca se está
viniendo abajo porque la cocaína va pasando de moda, el hambre de
los verdes billetes norteamericanos está siendo igual a la hambruna
que podremos pasar los colombianos si Petro y su Rasputin no
modifican la actitud y permiten que el país vuelva a encarrilarse.
Con el dólar a 5 mil ya no se podrán pagar ni los moteles y habrá
que hacer el amor en las calles. Con el dólar a 5 mil el cambio de
dieta de los colombianos resultará tenaz, solo papa, arroz y
plátano. No es alarmismo, es la dura realidad que como el gusano se
nos sube pierna arriba.
El Porce, octubre 21 del 2021 |