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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 12.991-571 Fecha: Sábado 22 de octubre de 2022 |
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Poesía
Nadaísta
Por: Jotamario Arbeláez
LIBRO: MI REINO POR ESTE MUNDO
Los inadaptados no te olvidamos, Marilyn
Ahora que los gusanos han echado sobre tu cuerpo la primera palada de olvido ahora que vives debajo de Los Ángeles sin necesidad de psiquiatras ahora que el hueso altivo de tu cadera es puro polvo en una caja y puro polvo son tus nalgas diseminadas por el suelo de / raso de tu tumba ahora que la totalidad de tu cuerpo cabe en la más pequeña de tus polveras ahora que las uñas de tus pies yacen a tus pies disgregadas como planetas muertos y los tacones de platino de tus zapatillas de gala se doblan entre canastas de champaña bajo el peso terrible de la / ausencia de tu talón de Aquiles ahora que en tu ropero las polillas han hecho lo propio / con tus trajes olorosos a fiesta en Beverly Hills a Chanel número 5 a los / cinco dedos de una mano ahora que el millonario excéntrico que alquiló la / mansión que habitabas en Brentwood ha dejado de buscar tus axilas en los rincones de la sala y organiza con sus invitados un safari de / rinocerontes en el Perú ahora que el psiquiatra que te atendía se ha declarado en / quiebra y para pagar sus impuestos están escribiendo tus «memorias» / y además porque a sus tres esposas le hacen mucha falta los doce mil dólares mensuales que le entregabas de honorarios ahora que las pastillas soporíferas que tomaste se agotan / rápidamente en las farmacias como canciones de cuna definitivas ahora que hasta en las cintas viejas de celuloide se están / cerrando tus ojos cansados de soportar tanta pestaña tanta vigilia / tanta viga ahora que ya nadie sabe quién era Norma Jean Baker porque las Baker Norma Jean abundan en los directorios
Imagen tomada de la Revista Soho ( Publicación Poema de Jotamario Arbeláez). |
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telefónicos ahora que los 188 mil millones de
psicópatas ya no te ven en sus sueños en inglés con leyendas
en castellano como una bruja de Salem volando sobre un bate
bate de béisbol ahora que la obra dramática de tu exmarido sobre tu
/ vida ha quedado en
tablas ante los críticos de Broadway y ha dejado para
siempre de alumbrarte el sol de los fotógrafos oh gata llena
de misterio sobre el Mercedes Benz del / olvido en este pequeño país
latinoamericano que se llama
/ Colombia vivimos varios poetas inadaptados que no
queremos olvidarte (tú Marilyn fuiste más importante para nosotros que la doctrina Monroe) y que nos acordamos de ti cuando sale la luna sobre los «jaguares» cuando bajamos deslizándonos por las pasarelas del jet cuando leemos en la prensa que Dalí ha hecho de tus senos una escultura de gavetas cuando pasa por nuestro lado veloz como una sirena/ una ambulancia blanca de dos pisos y nuestras mujeres gritan en lo más alto de los ascensores.
A veces como ahora te elevamos una oración por qué no te elevamos en una oración en un réquiem en un anti-réquiem en un responso qué sabemos nosotros de esos nombres solo que cada hombre ora a lo que más ama sobre todo si lo que más ama está muerto y es entonces cuando queremos acostarnos boca abajo en el cementerio de Westwood para sentir en nuestros poros púbicos las lanzas de hierba que crecen desde tus ingles norteamericanas ahora que estás muerta y reposas sin muchas esperanzas en la resurrección de los cuerpos en ese pequeño lugar que es como el ombliguito de América luego de haber vivido entre reflectores y niebla entre almacenistas y magnates entre dramaturgos y policías entre los espejos y el espejismo del amor.
El profeta
Vivo en un barrio obrero, en una casa vieja, en /
pantuflas,
y sobre la misma mesa donde mi padre por las noches
corta los pantalones que ha de entregar al otro día para que los
nueve que somos quepamos en el comedor, para que el techo no se
desplome por las lluvias,
para que en nuestros pies brille el betún de la
decencia, escribo mis poemas herméticos, trastorno la gramática, me
doy en poseer un mundo que no tengo, leo a Paula Valery y a Tristán
Tzara.
Esta mesa donde mi padre ha parido tantos pantalones
/ de paño ha sentido sobre su lomo también correr mis palabras /
absurdas, desde cuando él se iluminaba con una lámpara Coleman hasta
ahora que yo la profano con mis babas intelectuales. Sus gavetas
inmemoriales aún sirven para guardar las / tijeras, metros de
setenta centímetros, libretas con medidas de / clientes que
hoy tendrán hijos con las mismas, muestrarios de / paños ingleses
anteriores a la invención de la moda, y las grietas de su madera con
tiza en polvo se han / llenado.
Entre sus patas se levantó mi infancia contemplando a
mi padre en el billar de su trabajo con tantas ilusiones puestas en
mí cuando creciera. Mi educación fue pagada con panes que el tiempo
multiplicaría. Pero crecí para la indiferencia, para el ocioso sol,
para / los sueños.
Solo las piernas del amor, solo las copas de la risa,
en los colchones del nihilismo perdí las plumas de mi / vuelo.
Escribo mis poemas herméticos, pero de vez en cuando / pienso.
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Pienso, por ejemplo, que esto debe cambiar, que debemos sonreír todos de la sala hasta la cocina, estar del lado de la vida como las matas de los tarros, cantar victoria bajo la ducha de las mañanas esplendentes. Que mis hermanas no se avergüencen cuando en la calle / les preguntan:
«¿Qué está haciendo ahora su hermano?»
«¿Cuándo se va a afeitar la barba?» «¿Si es tan inteligente por qué no trabaja en un banco?»
Pero el diablo me hizo poeta para que ardiera en plena / vida.
Los buses pasan veloces rumbo a la guerra del día levantando una polvareda bestial que penetra en la casa por las ventanas, por el techo, por las hendijas de la puerta dejando rucio el hermetismo de mis poemas y lecturas.
Estornudo como un buen burgués que se ha resfriado / en los montes alpinos.
Blasfemo entonces y en bata de baño salgo a la calle a / descansar y veo muchos niños descalzos con coladores de café persiguiendo a las mariposas que el invierno ha / mandado adelante, y veo el perro corriendo detrás de las motocicletas o levantando la pata contra los hidrantes resecos, y veo muchos hombres con palas cavando surcos en la / calle para sembrar alcantarillas más modernas y poderosas.
La señora que aplica las inyecciones pasa con su maletín / descosido y me saluda buenas tardes joven cómo está su mamá y mi mamá cante que cante en la cocina frente a una / pila de platos o frente a mis camisas sucias que aún acaricia con ternura.
Un niño se acerca a la puerta a pedirme que le venda un / helado atraído por el aviso que clavó Estrella en la ventana. Yo le digo que la nevera está dañada (en realidad me da mucha pereza venderlo).
Y el niño se marcha con su cabecita pelada recibiendo el yoyo del sol que sube y baja en el firmamento y una pelota de caucho que le lanzan desde la otra cuadra.
¿Cómo encontrar palabras que digan algo que no es algo? En la esquina varios obreros pulen zapatos en un torno y por sus pechos sin camisa rueda el sudor de la alegría y me provoca ir a sentarme junto a ellos a oírles hablar de sus cosas particulares, de sus familias, del engrudo, de los campeones de box, de las chicas del «Tunjo de Oro», pero me da miedo aburrirlos, sé además que me tienen / bronca pues piensan que soy un inútil y un haragán de siete / suelas.
La muchachita que trabaja en el almacén Sears, estudia / inglés y usa una falda roja demasiado ceñida para su edad sale a esperar el bus apresuradamente y me sonríe como si ya estuviera muerto.
De la carpintería emerge el olor de la cola, virutas vuelan por el aire, canta la sierra circular construyendo pupitres.
Hay tantas cosas para mirar en esta calle, los nidos en las cuerdas de la luz, la rata muerta desde el sábado entre periódicos del viernes, el tendero dormitando bajo su parasol con el bigote bombardeado por los moscos, el albañil poniendo tejas en la casa nueva y gritándole al ayudante que le suba el martillo, en este ambiente es imposible ser un poeta hermético, digo, qué clase de poeta soy yo que me emociono con la vida, calzo mis arrastraderas y me entro a acostar porque no demoran en salir a la escuela los niños con sus / caucheras.
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