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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 12.992-572 Fecha: Martes 25 de octubre de 2022 |
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POETA CON
OBRA COMPLETA
Por: Jotamario Arbeláez A Rosario Caicedo
Aquí estoy, otra vez pisando mi Cali, ya no con mis zapatos Farragamo que se me acabaron bailando salsa, sino con mis poemas completos bajo el sobaco que a estas alturas de la vida me producen hartas cosquillas. Son los poemas escritos a partir de 1960, cuando me estrené con Santa Librada College en vista de que se me había negado el diploma por nadaísta y por billarista, hasta Mi crucifixión rosada, donde cuento con detalles de lujo de los cuernos que me plantó una adorada mientras yo trataba de inmortalizarla como Dante a Laura o Henry Miller a June Mansfield.
Desde chicas caminantes por el recto sendero hasta damas estiradas que me enseñaron a hacer el amor con tres tenedores y a no peinarme con los dedos. Mis fracasaos amorosos me convirtieron en triunfante poeta del desamor.
Nadie daba un centavo por mis poemas cuando empecé, es más, ni siquiera se |
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consideraban
poemas, como los de casi todos mis compañeros del grupo nadaísta al
que me metí. Tenían que llegar las letras de la música pop para que
la gente nos comenzara a entender. Pero me empecine porque como no
trabajaba tenía todo el tiempo del ancho mundo. Ya Gabo García
Márquez me lo había dicho cuando gané el concurso de su editorial en
1980: “El escritor o artista que comienza comiendo mierda, y
persiste, termina cagando oro”. Creo que no se refería a él, y mucho
menos a mí, sino a Fernando Botero.
Ni siquiera a
Antonio Caballero que se pasó la vida clamando por la legalización
de la droga que va a ocurrir cuando ya ya tiene las narices llenas
de tierra.
Y nosotros
pidiendo paz. Hasta que un político nadaísta confeso, Humberto de La
Calle logró la firma de la paz entre contrincantes, que los enemigos
de la paz nos la devolvieron, y nos tuvimos que resignar con el
Nobel de Paz para el presidente, lo que hubiera valido para que el
siguiente presidente hubiera sido él. Pero ese es otro tema que
trataré el domingo próximo.
Me pasé al cine a imitar a Tony Curtis con su copete glostorizado, el mismo que hizo Una Eva y dos Adanes y declaró que besar a Marilyn Monroe era como besar a Hitler y por eso lo veneré. Sólo aspiraba a parecérmele físicamente en los bailaderos de Juanchito.
Pero mis parejas obreras de La Garantía terminaron por apodarme Tony Curtido. Ay Tony, qué desasosiego. Un día alguna satisfacción me darás. De pronto, mientras estaba en La Miel entregado a viajes de hongos, apareció otro Jotamario en el panorama y amenazó desbancarme con el arma de la televisión contra mi escuálida lírica, ese tal Jotamario Valencia que recientemente en paz me dejó descansar.
Para recuperar mi presencia pública tuve que dedicarme en serio a pulir todos esos borradores que mantenía acumulados en las mochilas del hippismo. |
Y en el 80 gané el premio de La oveja negra, editorial de García Márquez, con Mi reino por este mundo, mis poemas del 60 al 80. Y seguí ganando premios por mis libros y novias por mis poemas de desamor. Hasta que llegó el toque providencial.
Y el mismo día que apareció el libro, el pasado diciembre, la Gobernación del Valle me otorgó el Premio a la Vida y a la Obra 2021 en el Hotel Spiwak.
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