Fundado el 9 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición: 12.992-572

Fecha: Martes 25 de octubre de 2022

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

 Las oficinas están pasando a un segundo plano

 

 Antes era muy difícil conseguir una oficina en arrendamiento la oferta era restringida y los trámites inmobiliarios engorrosos y humillantes. Si el interés era comprarla, los precios por metro cuadrado eran prohibitivos y se produjo un fenómeno bastante llamativo, los edificios de oficinas eran para alquilar, no para vender.


Pero ahora la gente terminó adaptando espacios en su casa para cumplir con sus obligaciones laborales de manera virtual. Y paralelamente, muchas firmas de abogados, contadores, economistas, sicólogos, consejeros, arquitectos y consultores empezaron a entregar las oficinas a las inmobiliarias, acogiéndose a los beneficios de decretos especiales expedidos por el gobierno nacional.


Los ventanales de los edificios cada vez tienen más letreros de “Se Arrienda” o “Se Vende”. Las condiciones que se imponían para alquilar una oficina, han cedido. Se están entregando con la condición de que “pague solamente la cuota de administración y los servicios públicos hasta diciembre. El arrendamiento normal lo empezaremos a cobrar en enero de 2023”, me dijo un asesor inmobiliario.


Las profesiones liberales, muchas empresas grandes, incluso multinacionales, e instituciones del gobierno, han tomado la decisión de dar un giro hacia la virtualidad. Las evaluaciones realizadas durante el confinamiento han dejado como resultado que la productividad creció enormemente y, de acuerdo con encuestas, la mayoría de trabajadores se sienten mucho más a gusto laborando a distancia.


Del lado de los profesionales independientes, se entendió que sí es posible tener una interrelación fluida con los clientes a través de diferentes tipos de comunicación, sin necesidad de incurrir en los altos costos de mantenimiento de una oficina, la que esencialmente representaba estatus y estabilidad.


Las condiciones de bioseguridad obligan a procedimientos engorrosos para el ingreso a los edificios y el uso de los ascensores, la limpieza de áreas comunes y de puestos trabajo, el acceso a los baños, el acondicionamiento de las oficinas para garantizar el distanciamiento de los escritorios y los empleados, los protocolos de trámites documentales y el ajuste al aforo máximo para las reuniones.


En el futuro seguiremos viendo más oficinas desocupadas, menos gente desplazándose hacia sus trabajos, más personas cumpliendo sus labores desde casa, y avances más acelerados para garantizar comunicaciones virtuales seguras y rápidas.

La mayoría está contenta con la virtualidad laboral, menos los propietarios de oficinas, que atraviesan una situación difícil, porque sus arrendatarios desocuparon o los que aún están, han pedido renegociación de los cánones o presentan retrasos en los pagos.


Hay críticas sobre las condiciones de aumento de la carga de trabajo de algunos empleados; las malas condiciones locativas en las que se desarrollan las labores; el irrespeto a los horarios; y los sobrecostos que sufragan los trabajadores en servicios públicos e internet. Pero son problemas que se pueden solucionar con el diálogo entre las partes o a través de ajustes a la legislación, especialmente en lo relacionado con el trabajo en casa y el teletrabajo.

   

 

Los líderes solo velan por sus propios intereses

 

 

 

Por: Zahur Klemath Zapata
zkz@zahurk.com

 

Se ha tenido un buen concepto de los líderes, ellos como una fuerza defensora de los intereses de la gran mayoría. Esto venía haciendo parte de la historia de la humanidad como los personajes bíblicos y sociales que defendían los intereses de los subyugados. Todo esto funcionó muy bien en el pasado porque la sociedad no había alcanzado el estatus que hoy tiene en su desarrollo intelectual. El proceso ha sido lento en alcanzar el individuo su propio reconocimiento y su equidad individual. En el pasado era una masa que funcionaba bajo las necesidades de techo y comida, quien ofrecía esto tenía a su merced vasallos que estarían allí confortablemente sin importar el trato que se les diera. Eran simplemente cosas que hacían parte del líder o patrón.


Hoy vivimos una era donde los niveles intelectuales permiten ser independiente y en cierta medida autónomos y vivir bajo la regla que nos imponemos en nuestro propio entorno. El Estado es independiente conformado por otros personajes que ejercen su poder porque la sociedad se los da y ellos se exceden pensando que son los amos de la cosa pública. Aquí es donde nace la confusión entre el Estado y el individuo. Son dos entidades que conviven en el mismo territorio como una simbiosis de partes que se necesitan para poder administrar el territorio donde se regentan. El uno sin el otro no podría existir, pero la parte que ejerce la administración se aprovecha en este caso de la ignorancia de quienes los contratan y los avasallan como mascotas de trabajo.


Un líder hoy es un elemento peligroso por el empoderamiento que él se toma y ejerce frente a quienes lo han elegido. A su alrededor crea un ejército protector que obliga a todos los estamentos civiles y estatales a que funcionen según su criterio y su psicopatía.

 

El temor al enfrentamiento y la incapacidad de poderse defenderse más la falta de poseer herramientas que puedan combatir al agresor, en este caso al líder, prefieren huir y perderlo todo antes que la vida. Hay un doble juego en que se amparan estos personajes, la constitución.
Normalmente ella está elaborada como un tratado de derecho donde no permite que el pueblo y sus legisladores puedan cambiar las leyes que van en contravía al beneficio de la sociedad. Ella se ve acorralada e indefensa frente a los criminales y la corrupción que el mismo Estado ha creado bajo leyes represivas.


El líder o cabecilla siempre vela por sus intereses personales y sus secuaces, sus negociaciones van enfocadas a sumar
apoyo de donde venga, con tal de poder asumir el poder y luego repartir el botín, este es el principio de la democracia. Y como tal se ha visto porque no ha habido filósofos que esclarezcan estos puntos.

 

 

Una minoría social y que trabaja organizadamente está entendiendo que los líderes son los que se quedan con la productividad de todos o destruyen lo que ya está elaborado y que la gente viene disfrutando. 

 
 

BUENA PERO MAL TITULADA

 


Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal

 

 

Reseña de la última novela de Juan Alvarez en qué está leyendo Gardeazábal.

 

Audio:https://www.spreaker.com/episode/51652754

 

Juan Alvarez es miembro de la guardia pretoriana que custodia el idioma desde el Instituto Caro y Cuervo, tiene 34 años. Dos de sus novelas anteriores, “La ruidosa marcha de los mudos” y “Aun el agua” me impactaron y las comenté en estas notas semanales mías.

Ahora se viene con una novela atrayente pero pésimamente titulada “Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos” cuando bien podía haberse llamado “Luis o Lucía” porque fundamentalmente trata de la vida de Luís un adolescente trans que las emprende con tanta gana con la vida y a tal velocidad que cuando acaba la novela ya ha sido elegido congresista, pero como Lucía, pues ha logrado transformarse vertiginosa y exitosamente.

Narrada por un amigo íntimo de Luís, desde un espacio de clase media opaco, con pocos elementos ancla que determinen pareceres y arbitrariedades, logra agarrar al lector desde las primeras parrafadas, hasta que al narrador, cuando Luís termina el bachillerato y se pierde en el mundanal ruido bogotano para llegar a ser Lucía, se queda musitando, rumiando su batalla filosófica, psicológica, novelística o de frustrado sexual, frenando totalmente la narración que venía tan acelerada. El éxito empero es que el lector, así no le interese resolver el conflicto sicomoral del narrador frente al fenómeno del travestismo queda amarrado y termina con cara de satisfacción la novela.

No es un obra tan rutilante como la marcha de los mudos ni tan experimentalmente inquietante como la del agua, pero como Juan Alvarez, pese a correr diariamente el peligro de quedar acartonado por ser defensor del idioma en una institución de tanto peso decimonónico como el Caro y Cuervo, tiene soltura en la prosa, humor en los giros y sonrisa permanente en las frases poco elongadas, la novela resulta buena, pero no tiene nada que ver con el título que le puso sino en el aburridor espacio donde se abandona a volverle importante al lector el tema que menos interesa de esa cascada luminosa: a resolverle al narrador (o quizás al propio escritor) su problema psicomoral.
 


Editó Alfaguara. 140 páginas.

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
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Jefe de Redacción
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Diagramación

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Redes Sociales
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Soporte Tecnológico
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Gustavo Álvarez Gardeazábal
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