EDITORIAL
El
limbo peruano
Lo que está pasando con el
actual mandatario de Perú, Pedro Castillo, raya en lo insólito, en
un país en el que prácticamente ningún presidente en este siglo ha
podido terminar su periodo o, si lo hizo, luego fue procesado
judicialmente o encarcelado.
Tras asumir en junio del año pasado, el mandatario de izquierda
afronta el próximo miércoles su tercera moción de destitución en un
Parlamento que, pese a ser dominado por la oposición de centro y
derecha, no cuenta todavía con los votos suficientes para forzar la
salida del Jefe de Estado, cuya impopularidad es superior al 70%.
Paradójicamente, la única institución que le gana en mala imagen
ante la opinión pública es el propio Congreso, al que descalifica el
85% de los consultados en las más recientes encuestas.
Castillo, como se sabe, ha estado desde el día uno de su mandato
bajo la lupa de sus contradictores y luego de la justicia. Varios de
sus principales ministros y altos funcionarios así como su esposa y
algunos de sus familiares están siendo investigados por delitos que
van desde tráfico de influencias hasta corrupción. El propio
mandatario fue denunciado formalmente semanas atrás por la titular
de la Fiscalía General de la Nación, que lo sindica de encabezar una
red delictiva desde la sede presidencial.
En esta ocasión se acusa a Castillo de “incapacidad moral” para
ejercer el cargo, que es la figura que la Constitución inca
contempla como causal de destitución del Jefe de Estado. Un
mecanismo que ya en el pasado ha permitido obligar a relevos en la
Casa de Pizarro.
Si bien es cierto que la aprobación para debatir la moción alcanzó
el viernes pasado 73 votos a favor, concretarla este miércoles
requiere del respaldo de 87 legisladores de los 130 que componen el
órgano legislativo, un número que todavía no alcanza la plataforma
opositora, que es encabezada por los partidos Renovación Popular,
Avanza País, Fuerza Popular, Acción Popular y Alianza para el
Progreso.
Aún así, al decir de los principales analistas de la política
peruana, es evidente que Castillo arrastra un desgaste cada vez más
alto y muy pocos apuestan porque su escaso margen de gobernabilidad
le alcance para mantenerse en el poder hasta julio de 2026. Ya es
claro que la bancada que lo apoya en el Parlamento, que no suma tres
decenas de votos, se adelgaza mes tras mes e incluso la colectividad
de base para la elección del hoy Jefe de Estado ya le ha marcado
distancia en apenas dieciséis meses que lleva de mandato. Es
innegable que si la oposición no logra remover del cargo a Castillo
pasado mañana, seguirá intentándolo, tal como lo han advertido
varios de los voceros de los partidos contradictores al Ejecutivo.
Si bien una comisión de la OEA insiste a ambos bandos que aboquen
una especie de “tregua política” de 100 días, la polarización es muy
alta y no se ve escenario probable para una distensión. El
Presidente sí es partidario de buscar un acuerdo, pero sus críticos
advierten que es imposible abocarlo por las graves acusaciones
contra el Gobierno. La única vía que admiten es la renuncia del
mandatario o un anticipo de elecciones.
La posibilidad de un clima de estabilidad política e institucional
en Perú no es cercana. Por el contrario, el panorama se complica por
la desaceleración económica, el creciente inconformismo social y un
eventual choque de poderes, ya que el Ejecutivo insiste en que las
mayorías opositoras en el Congreso y la Fiscalía, como cabeza de la
rama judicial, quieren darle una especie de ‘golpe de Estado’. Un
señalamiento de la máxima gravedad.
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Un
gobierno folclórico en un mundo de estadistas
Por Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Las cosas se parecen a quién le
pertenece y esto hace que las personas distingan a su dueño. Cada
marca es un sello particular y esto abre mercado en cualquier sitio
donde ponga el producto. Con este derrotero podemos ver y distinguir
miles de marcas y millones de consumidores e imitadores.
En el mundo político ocurre el mismo fenómeno y esto ha hecho que
personajes a través de la historia hayan marcado su momento
histórico por lo que hicieron. Hoy los estudiamos y no sirven como
luz para no cometer sus errores, porque cada uno tiene su propia
historia que no se repite.
El ser humano ha creado imágenes de seres sin iguales que veneran
para así apartar esos malos momentos de la vida y dejar un espacio
de esperanza y no permanecer aislado e incrédulo a los nuevos
avatares que se van a suceder con la llegada de nuevas generación de
seres humanos.
Colombia no ha sido una sociedad compacta y está muy lejos de serla
porque no la han dejado madurar por la falta de maestros con tal
disciplina. Ha estado en manos de amateur y quienes dirigen el
Estado no tienen conocimiento de cómo dirigir un Estado para que sea
próspero y cimentado hacia una nación con visión del presente y el
futuro.
El gobierno de Colombia es folclórico y se ajusta a su gran mayoría
de ciudadanos porque ven en ellos que los representan y han sido
parte de esa rumba alegre que la gran mayoría lleva por dentro.
Colombia no es un país flemático ni disciplinado, es una nación
donde todo se hace por esa intuición que creen traer porque se le ha
dicho que colombiano no se vara y es un verraco para hacerlo todo.
Cuando analizamos a la gente desde otra perspectiva la encontramos
muy inmadura, con poco entrenamiento profesional, con intereses
fuera de la labor que está desempeñando. Está en el rebusque
continuo para poder alcanzar un estándar económico porque no tiene
seguridad laboral, porque el Estado maneja un código laboral que
afecta tanto al empleador como al empleado. Y no le puede dar las
garantías que realmente el ciudadano necesita.
Bajo esta dinámica es muy difícil que un presidente pueda
administrar un país y elevar su condición de vida actual.
Incumplir a las citas hace parte de ese folclor porque ya están
acostumbrados a vivir la vida loca de Mark Anthony y todos dan como
un hecho porque eso es lo normal. Pero no en un mundo donde la
disciplina política es puntual frente a otros mandatarios. Aquí
tiene que haber respeto hacia los demás y no presumir que con solo
hablar demagógicamente se va a congraciarse con todo el mundo.
Los hombres de Estado mantienen una disciplina por la cual son
respetados y atendidos puntualmente y no mirados como críos que
apenas están asistiendo al pre kínder donde les van a enseñar la
disciplina que se requiere para poder ocupar los cargos a que son
elegidos.
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Crónica #551
EL MACHÍN
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio: https://www.spreaker.com/episode/52097860
Cuando Andrés Uriel Gallego iba a posesionarse como ministro de
Trasporte me pidió que le hiciera un recuento de las menciones que
yo había hecho del volcán Machín en mis columnas de El Colombiano.
Conocía al ministro desde cuando trabajaba para Pinsky y era
profesor en la del Valle.
Inquieto y ambicioso tenía como meta construir bajo su mandato el
túnel de La Linea, pero le asaltaba la duda de que no fueran a
repetirse los errores del Ruiz que yo había resaltado en mi novela
“Los sordos ya no hablan”.
Por estos días, cuando el Machín ha querido estornudar, y ha vuelto
a salir de los anaqueles de un país sin memoria, estoy recordando
aquella charla y todo lo que sabía entonces y lo mucho que he
aprendido con las investigaciones que he leído y que han hecho con
dedicación aplaudibles en el Servicio Geológico Colombiano.
Sin ir a sembrar pánico vale la pena revivirlas para que no vaya y
la sorpresa nos tome de nuevo con los calzones abajo.
El Machin es un volcán que ha sido homologado a los monstruosos
Santa Helena, Krakatoa y Pinatubo. Tiene un gran potencial explosivo
y por la huella de sus erupciones (la última fue hace 800 años) y
poseer un triple domo de más de 3 kilómetros de circunferencia, hay
estudios quizás un poco dramáticos que elevan su peligrosidad a muy
dañina.
Cuando fuí a conocerlo, recién salida mi novela, no tenía ni los
sismógrafos ni el seguimiento minuto a minuto que le hacen hoy día
pero en sus faldas vi aterrado no solo un par de fumarolas, sino
arracacha sembrada en sus fértiles tierras. Todavía deben estar allí
y si las medidas hechas con los planos de las proyecciones en caso
de estallar se cumplen, sus efectos terroríficos llegarían hasta
Ibagué y Armenia y arrasarían con la cuenca del rio Coello igual que
hizo el Lagunilla en Amero.
El lio empero son el túnel de la Línea y la carretera, aposentados
ingenuamente en sus entrañas.
El Porce, diciembre 6 del 2022
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