EDITORIAL
Debate
energético que está dando de qué hablar en Colombia
Ya no se sabe bien si las
constantes declaraciones del Gobierno sobre la suspensión de la
exploración petrolera, en el país, continúan siendo la misma
consigna proselitista de campaña o una formulación administrativa
con todos los rigores de una política pública.
No interesa, cuáles sean los verdaderos efectos de las intenciones
gubernamentales sobre la marcha de la economía nacional, el futuro
de las inversiones en los sectores más necesitados y el verdadero
camino hacia la transición energética. Por el contrario, lo que
importa son los reflectores, la cantidad de bulla nacional o
internacional que se logre y dejar en claro la idea de que esta
“administración” es el cambio, cualquier cosa que ello signifique en
el vocabulario del activismo en apogeo.
A estas alturas es perfectamente claro, desde cualquier punto de
vista, la lesión enorme que se le infiere a la nación colombiana si
no se acude a una transición energética, ineludible, pero ordenada,
gradual y sensata. También está más que sabido, según se desprende
de todos los estudios científicos, que el registro de los gases de
efecto invernadero que produce Colombia es bastante reducido, por lo
cual la incidencia en el fenómeno del cambio climático universal es
mínima. De hecho, no es secreto tampoco que el 58 por ciento de las
exportaciones del país se deben al sector de hidrocarburos y minería,
y que son el insumo básico del presupuesto nacional en torno a una
política social financiada y coherente. Sin embargo, de nada vale
reiterarlo, puesto que el aparente debate sobre la suspensión de la
exploración petrolera trata ante todo de un juego político en el que,
en vez de razones, prepondera el propagandismo.
Por supuesto a nadie escapa que, en el mundo contemporáneo, es una
exigencia impostergable preservar las condiciones del clima, so pena
del abismo. Pero justamente por ello no debe confundirse pedagogía
con propaganda. La primera busca explicar y desmenuzar racionalmente
las características de un contenido; la otra recurre a las
emocionalidades para conseguir compradores o adeptos.
En ese sentido, el nuevo anuncio “planetario” de la ministra de
Minas sobre el tema la semana pasada, en el marco del Foro Económico
de Davos (Suiza), volvió a caer en la propaganda. Por supuesto, sin
pedagogía alguna. Nada dijo sobre el contenido de ese tema
fundamental y de seguridad nacional estratégica, como lo es asegurar
las reservas para el autoabastecimiento energético del país en las
próximas décadas. Los colombianos tampoco saben cuál será la nueva
la fuente para nutrir el presupuesto de regalías que proviene de la
industria minero-energética.
No es un tema menor: este año y el
próximo ese rubro es superior a 31 billones de pesos,
imprescindibles para proyectos de salud, educación, vías,
iniciativas de ciencia y tecnología en departamentos y municipios.
¿Y el futuro de Ecopetrol? Nada se concretó sobre la empresa estatal
más rentable que, por ejemplo, el año pasado habría ganado alrededor
de 29 billones pesos, el rendimiento más alto de la historia. Hoy
por hoy no solo es una de las ultilatinas más potentes
sino líder en materia de diversificación en parque de energías
limpias y sostenibles.
Lógicamente y de inmediato el anuncio “planetario” de la ministra,
en Davos, empezó a ser matizado por las precisiones y aclaraciones
gubernamentales, especialmente de Planeación Nacional.
Al final ella atinó a decir ayer sobre su viaje a Suiza:
“Ratificamos nuestro compromiso con la transición energética y la
política de hidrocarburos. No hemos hablado de acabar con contratos
de exploración y explotación de petróleo y gas, pero Colombia se
encamina a la transición hacia producción de energías limpias”. Y,
luego de una explicación más a fondo, añadió sobre la transición
energética: “avanzamos sobre lo construido… será progresiva y
gradual”. No hay que dudarlo: es mejor la ministra pedagógica que la
activista.
No obstante, sigue sin ser claro qué va a hacer el país sin nueva
exploración petrolera. Es el interrogante que aún no se ha despejado,
ni siquiera con las promesas de potenciar el turismo hasta niveles
nunca vistos.
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Ser
autónomo no es pelear con el que tiene más
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Los bebés tienen
la habilidad de manipular a los adultos, con una sonrisa, una
expresión, un gesto mandatorio o un berrinche en medio de la calle.
Los padres sabemos hasta donde el cauchito se puede estirar si
tenemos la capacidad de la razonabilidad, de lo contrario es una
tragedia esos momentos de confrontación. Ser padre o madre no es
cosa sencilla y estar preparado es algo complicado. Por eso una
abuela o abuelo salen al rescate y terminan criando a los nietos.
Los países necesitan de abuelos que los ayuden a crecer, pero en
estos tiempos esos personajes no están a la mano porque el Estado
los desecho y quienes manejan la cosa pública son amateur que recién
alargan pantalones.
Los políticos colombianos conversan como si fueran adultos pero son
chavales que cuando salen a recreo se dedican a arreglar el mundo.
Ese empoderamiento juvenil los hace arrogantes y creen van a
conquistar el mundo con su dinámica. Se preparan en su imaginación
para llegar al sólido de Bolívar y al final en esa carrera loca se
enfrentan a todo lo que está a su alrededor creando tanto amigos
como enemigos y al final Colombia está llena de tumbas de soñadores
que no alcanzaron a acercarse al capitolio nacional.
El error de todo esto está en quienes al comienzo no tuvieron la
visión de ser autónomos y preparar a los ciudadanos para que fuera
una nación compacta y autónoma y velaran por los intereses
nacionales y no los de un líder que solo piensa en su persona y en
su gloria.
Hoy vemos, escuchamos y leemos como una bandada de críticos y
enemigos de todo vociferan contra lo existente sin ofrecer
soluciones o ayudar a corregir lo que está mal hecho. Solo pretenden
hacer oposición creyendo que esa es la forma de sacar adelante a una
sociedad que está huérfana y que necesita que esté unida para poder
exigir a quienes administran el Estado a que lo direccionen por el
camino correcto.
Los colombianos creen en el país y están dispuestos hacer todo lo
que sea posible para que las cosas mejoren, por eso en las
elecciones pasadas hicieron lo posible para que el país no se
enfrentara y estallara una guerra civil donde todos íbamos a perder.
Hay una visión equivocada de unos sectores sociales que creen que el
poder es algo que se consigue a través de peleas e insultos. Se
necesitan programas sociales donde todos participen y puedan
trabajar en lo que sea más productivo para la economía local y lo
que esos grupos tengan mayor experiencia en su producción y manejo y
no lo que el Estado quiera imponer.
Una sociedad organizada y con visión de su futuro, trabaja con mayor
ahínco y crece a mayor velocidad que una sociedad reprimida por el
Estado.
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Crónica #574
EL MACHIN
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52535677
En los últimos días ha vuelto a hablarse del volcán Machin. La gran
mayoría de los colombianos no conoce la existencia de este volcán,
situado en el municipio de Cajamarca, Tolima y con solo 2.300 metros
de altura.
Los estudios hechos durante los últimos años por el Servicio
Geológico Colombiano les ha permitido indicar que esta montaña
aparentemente apagada es del tipo de volcanes explosivos y que su
última erupción fue hace 800 años.
Visto desde los satélites, se entiende la magnitud volcánica que
debió haber tenido pues la circunferencia de su cráter alcanza casi
los 4 kilómetros de diámetro y dentro de él, con el paso del tiempo,
han ido surgiendo un par de domos, que hasta hace poco sirvieron
para algunos cultivos de arracacha.
Por dos o tres pequeñas fisuras en esos domos, hoy repletos de
bosque, se cuelan gases sulfurosos, pero en ningún momento, gracias
al constante monitoreo, se puede decir que haya amenazado con
registrar una explosión eruptiva.
Sin embargo, como ya nos pasó el descuido que se tuvo con el Ruiz,
esta semana, al registrarse nuevos sismos en inmediaciones del
Machín, algunas autoridades dieron el primer paso a la prevención y
volvieron público un mapa en donde se establecen no solo los riesgos
sino las rutas de evacuación. Por supuesto los generadores de
pánico, que han encontrado un nicho ideal en youtube, hablan con
estruendo de los daños y alcances que podrían producirse si llegara
a estallar después de 800 años y del efecto que podría tener sobre
ciudades con muchos habitantes como Ibagué y Armenia.
Nadie empero habla del trauma que una erupción tendría sobre la
carretera que pasa por la Línea y, en especial, sobre el túnel que
la atraviesa. Tendríamos que estar muy de malas los colombianos que
al magno lio que se ha formado con la carretera de Popayán a Pasto,
tuviéramos este en la Línea, que es vital para la vida social y
económica del país. Y que todo esto nos fuera a tocar con Petro
presidente, quien demoró 15 días para entender las gravísimas
consecuencias del derrumbe en Rosas.
El Porce, enero 25 del 2023
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