EDITORIAL
Disminuyen los homicidios, pero
sigue en firme la violencia
La leve disminución en el número de homicidios que se
registró en 2022 debe ser analizada desde distintos flancos. Es
positivo en todo caso que el año pasado se hayan registrado, de
acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Defensa, 264 muertes
violentas menos que en 2021. Esto confirma que se mantiene la
tendencia a la baja en materia de pérdida de vidas por causas
externas en nuestro país, que estaría ya en una tasa de alrededor de
26 homicidios por cada 100 mil habitantes. Si se recuerda que al
comienzo de este siglo ese indicador rondaba los 70 asesinatos en la
misma rata poblacional, el avance es alentador.
Sin embargo, es obvio que no se puede celebrar que el año pasado en
Colombia se registraran 13.896 homicidios, de los cuales 13.351
correspondieron a civiles, es decir personas ajenas a la Fuerza
Pública. Igualmente preocupa que 26 masacres dejaran 125 víctimas
mortales. Si a esto se
le suma lo advertido días atrás por la Defensoría del Pueblo, en
torno a que el año pasado se marcó un lamentable récord de
homicidios de líderes sociales y defensores de derechos humanos (que
llegó a 215, la cifra más alta desde 2016), es evidente que estamos
ante un panorama preocupante en materia de respeto y salvaguarda del
derecho más sagrado de todos, el de la vida.
Ese volumen de homicidios se debe a dos elementos principales. De un
lado, al deterioro de la seguridad y el orden público en distintas
regiones. En estas mismas páginas advertíamos semanas atrás sobre el
preocupante panorama que se podía derivar de los informes más
recientes del Ministerio de Defensa, INDEPAZ, Human Rights Watch, la
Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, la Misión de
Observación Electoral y la misma Defensoría. En estos informes se
alertó sobre el aumento de acciones violentas del ELN, grupos
residuales de las Farc y bandas criminales de alto espectro.
También sobre el aumento del desplazamiento y confinamiento forzado
de población, así como sobre asesinato de líderes sociales,
desmovilizados, campesinos y civiles en general. La pelea por el
dominio de los corredores estratégicos del narcotráfico y otras
rentas ilegales continúa siendo la causa principal de este rebrote
de la violencia.
La otra causa principal de los homicidios en Colombia es la
inseguridad urbana. Los informes de la Fiscalía, Policía y demás
autoridades, así como los reportes de las alcaldías evidencian datos
alarmantes sobre incremento en delitos de alto impacto,
especialmente en lo relativo a hurtos con violencia, microtráfico,
violencia intrafamiliar, riñas, secuestro, extorsión y otros. A ello
se suma la alarma en varias de las principales capitales del país
por el aumento de los casos de sicariato.
Visto todo lo anterior, queda en evidencia que la estrategia de
convivencia ciudadana y orden público tiene que ser reforzada. Es
claro que se requiere una acción más contundente de las Fuerzas
Militares y de Policía en la persecución activa y permanente de los
factores de delincuencia común y organizada. Es innegable que en
varias ciudades principales y municipios de distinto tamaño la
criminalidad está aumentando su radio de acción, no solo por confuso
el impacto del cese al fuego, suscritos por el Gobierno con
distintos actores armados dentro de su política de “paz total”, sino
porque hay una mutación cada vez más compleja y marcadamente urbana
de carteles del narcotráfico, bandas de alto espectro y redes de
delitos de alto impacto.
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El
desperdicio de los bienes de la sociedad un crimen de lesa humanidad
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Los gobernantes
persisten en la actitud de actuar como si ser elegidos ser el pueblo
los hace ser los nuevos dueños de la nación. Los franceses lo único
que hicieron fue cambiarle el collar de perro a quien va a gobernar
el país.
El pueblo no ha entendido que a quien elige es solo un empleado
público que va a administrar los bienes sociales y no un propietario
de la cosa pública.
Tenemos que educar a la sociedad, en el manejo de los bienes
sociales. La gente piensa y cree que esos bienes no son de su
propiedad sino de la nación y no piensan que ellos son la nación y
por ende esos bienes son su capital representado en el erario y todo
lo que la nación posee.
No podemos mirar para otro lado y hacernos de que no sabemos nada y
que la nación no nos pertenece. Cuando pagamos impuestos, esos
dineros van a un fondo que se supone es el que nos respalda y con
ellos se construye y se mantiene la infraestructura y los bienes
sociales para que todo funcione.
Tenemos que asumir cada uno de nosotros la responsabilidad para que
la nación funcione correctamente y no dilapiden el esfuerzo de
millones de colombianos en manos de gente que no tiene el menor
sentido de responsabilidad y respeto por ellos mismos y por quienes
los han elegido.
Colombia es un país hermoso con todas las posibilidades de tener un
estándar de viva igual o superior a cualquier país civilizado y no
vivir sus gentes como personas de tercera categoría. Estar bajo el
símbolo de los estratos sociales, clases sociales o simplemente los
desechables del mundo primitivo.
No apoye la corrupción dándoles propinas para que hagan su trabajo
más rápido o saltarse la línea para que el servicio sea especial,
todo tenemos los mismos derechos e igualdad de respeto. Por eso es
importante mantener nuestro pensamiento dirigido hacia cuidar los
bienes sociales.
Ser un criminal es muy fácil, es simplemente mantener el ritmo de
robarle a la sociedad pensando que jamás nadie se va enterar que uno
es un criminal. El crimen nunca paga, lo que si da es una temporada
en la cárcel y el desprestigio a toda la familia y a los seres
queridos.
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Crónica #576
LOS 80 DE PELÁEZ
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52559620
Este domingo 29 cumple 80 años Hernán Peláez Restrepo. Los colombianos de tres
generaciones que han tenido el inmenso placer de oírlo hablar de lo que más
sabe, de fútbol, pero también de otros deportes y de lo que apenas acaba de
saber con su insaciable capacidad de lectura, lo entronizaron hace rato como uno
de los mitos vivientes de este país.
Para quienes hemos tenido el privilegio en la vida de trabajar hombro a hombro
con él (y yo lo hice por 10 años) y encontramos en su manera de ser, de opinar,
de poner freno, de dejar desbocar, pero sobre todo de ser absolutamente
solidario con quienes le hemos acompañado a caminar por esta ya larga
existencia, nos sentimos inmensamente satisfechos de verlo llegar hecho, derecho
y activo a esa edad donde tantos se retiran a rumiar sus recuerdos.
Peláez ha dado cátedra de agradable periodismo, de respetuosa pero muy ágil
crítica, y la sigue dando. Todavía sostiene todas las tardes dos horas de
inverosímil diálogo con su partner de estos días, el lengüirebuscado de Martin
De Francisco y pese a como ha cambiado la radio y a como pesan los años en la
forma de pensar, sigue impertérrito enseñándole a quienes lo oyen que no se
olviden nunca que existió una manera de hacer periodismo inimitable: el que
hacía el doctor Peláez.
Quienes lo vimos jornaleando día a día pese a que estaba sometido por casi dos
años al tortuoso viacrucis de la quimioterapia, y fue capaz de derrotar al
bicho, sabemos que sus pilas se recargan con el micrófono, con la ilusión que no
la abandona como herramienta de vida y, en especial, con la esperanza que se
autoinfunde para sobreponerse a cualquier maluquería de su cuerpo o de quienes
le rodean cariñosamente y él quiere con tanta generosidad.
Este domingo entonces en millones de hogares colombianos a la hora del almuerzo
se levantará una copa, o una oración como él quiere que sea, para honrarle en
sus 80 años convencidos todos, eso sí, que doblegará con ímpetu al bicho que
quiere reaparecer.
El Porce, enero 27 del 2023
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