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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 13.037-617 Fecha: Sábado 04-02-2023 |
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Santa Librada, vela por ti
Dedico este evocación a los tres últimos rectores, quienes me
confirieron honores en virtud de un poema que le consagré al
claustro. Por mediación del profesor Hermínsul Jaramillo, el rector
Roberto Avendaño De Horta me concedió el cartón de Bachiller Honoris
Causa y la medalla de Ilustre Egresado, el rector Ramón Ignacio
Atehortúa la Orden Eustaquio Palacios y la rectora Mónica Medina
bautizó con mi nombre el Auditorio, en el que pensé que se iba a
oficiar esta ceremonia, pero con él comenzó el derrumbe. Me siento
por tanto obligado a velar por su restauración acudiendo a un
expediente que a pesar de lo insólito ha de resultar efectivo.
Remontémonos a los orígenes
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de Santa Librada, que no fue el día en que el vicepresidente de la Gran Colombia, general Santander, decidió dar existencia a un colegio laico que perpetuara la gesta libertadora que llegaba a su fin. Para bautizarlo miró en el santoral a quién correspondía el 20 de julio, encontró en él a Santa Librada y sin detenerse a conocer los antecedentes del personaje, le endilgó ese apelativo. Librada, la princesa portuguesa santificada, fue tachada del santoral de la iglesia sin que se suprimiera su culto, pero a pesar de ello sigue efectuando milagros cuando se le piden con fe. Fue hija de Catelio y de Calcia, que reinaban en Galicia. Catelio pasó a establecerse en Tarragona dejando a Calcia embarazada. En el parto fueron surgiendo nueve criaturas femeninas en espantoso alumbramiento de nonellizas. Espantada porque su consorte podría interpretar el hecho como magia negra o impropios adulterios, confió a una criada que las condujera al río y las ahogara. Pero la criada era conversa cristiana y les dio protección y cobijo. Cuando pasados varios años regresó el monarca y se enteró del suceso, recuperó de la criada a sus hijas, a quienes puso a vivir palaciegamente mientras les conseguía orondos partidos. Pero todas estaban ya matrimoniadas con Jesucristo y abandonaron palacio, menos Librada, que permaneció con su padre, quien la prometió en matrimonio al rey moro de Sicilia. Cuando éste llegó la virgen se refugió en su torre, a pedirle a su parejo nupcial Jesucristo una apariencia abominable para no ser deseada por ningún hombre. En vista de su tardanza derribaron la puerta y encontraron a la doncella con el rostro cubierto con una intensa barba y el cuerpo entero lleno de vellos. El rey de Sicilia salió disparado, y el horrorizado Catelio condenó a muerte por crucifixión a su hija Librada. Su imagen crucificada pervive en varias
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iglesias del mundo. Hay varias oraciones que se le
dirigen para que opere definidos milagros. Ahora que he recobrado la
fe que perdí en clases de religión, y que por un error del destino
fui declarado muerto recientemente por las redes sociales y los
medios de redes sociales y los medios de comunicación, en mi
carácter de resucitado voy a entonar la antiquísima “Oración a Santa
Librada para obtener verdaderos milagros en peticiones difíciles y
Urgentes”:
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