EDITORIAL
La grave
problemática de Nicaragua
La decisión del régimen
autoritario de Nicaragua en torno a excarcelar 222 presos políticos
y proceder a expulsarlos hacia Estados Unidos debe ser recibida con
cautela.
Obviamente resulta positivo que tras casi cuatro años de presiones
internas y externas por fin el régimen de Daniel Ortega haya cedido,
en alguna proporción, a las exigencias de liberar opositores a su
gobierno dictatorial. De hecho, por la violación manifiesta de
derechos humanos dicha nación centroamericana tiene vigentes
sanciones políticas, económicas y diplomáticas por parte de Estados
Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión
Europea y otras instancias
trasnacionales.
En ese orden de ideas, esta medida unilateral del cuestionado
mandatario, en el poder desde 2007, no se puede considerar como un
acto de contrición por la multiplicidad de atropellos que ha
cometido contra sectores políticos, económicos, periodísticos,
eclesiásticos, sociales y de organizaciones no gubernamentales.
Tampoco se puede perder de vista que la mayoría de los presos
políticos fueron procesados en el marco de una legislación
abiertamente ilegal que tachó de traidores a la patria a todos
aquellos que se oponen a que se continúe perpetuando en el poder
Ortega, su esposa y hoy vicepresidenta, así como su funesto sanedrín,
enquistado en las cúpulas de las tres ramas del poder público, dando
lugar a un aparato estatal totalmente cooptado por el autoritarismo.
Igualmente, debe tenerse en cuenta que una parte de los liberados y
expulsados fueron apresados tanto en el marco de las protestas
populares de 2018 -violentamente reprimidas por las fuerzas
oficialistas- como en medio de la campaña presidencial de 2021, una
contienda electoral abiertamente espuria ya que el régimen ordenó el
encarcelamiento de los candidatos y principales rivales políticos,
ilegalizó partidos, censuró la prensa, apresó varios de sus
directivos y desató una escalada de acciones de represión contra las
protestas populares que exigían la salida del dirigente
exsandinista.
Por otra parte, el hecho de que estos 222 presos políticos hayan
sido expulsados automáticamente de su propio país no solo resulta
una medida inédita, incluso en regímenes dictatoriales, sino que
constituye una grave violación a los derechos humanos más básicos.
Literalmente, están siendo desterrados. Una prueba más de que el
régimen autoritario no está cediendo a las presiones para el retorno
a la democracia y la convocatoria de elecciones libres y
transparentes. Por el contrario, lo que se trasluce en esa decisión
es que Ortega quiere tener lo más lejos posible a sus contradictores,
en busca de disminuir las crecientes presiones internas.
Más reprochable es que el régimen autocrático, en un proceder
absolutamente abusivo y dictatorial, les haya retirado la
nacionalidad de nicaragüenses de por vida a estas 222 personas. En
otras palabras, del encarcelamiento ilegal los presos políticos
salieron hacia el destierro y la apatridia. Este último término,
acorde con el derecho público internacional, se configura cuando
“una persona no es reconocida por ningún país como ciudadano
conforme a su legislación”.
Como se ve, si bien hay que valorar que más de dos centenares de
presos políticos en Nicaragua hayan recobrado su libertad e incluso
ya estén amparados en un tercer país, no hay nada que aplaudirle al
régimen de Ortega.
Por el contrario, hay que mantener la presión internacional y las
sanciones. Esto porque, como bien lo advirtieron ayer varias
instancias de la comunidad internacional, aún quedan tras las rejas
decenas o centenares de presos políticos, de cuya suerte no se sabe
nada. Incluso sus familiares y varias organizaciones no
gubernamentales y derechos humanos insisten en que están aislados,
sin derecho a la defensa, procesados por una justicia cooptada y
víctimas de una violación sistemática de sus garantías más
fundamentales.
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Los
líderes solo velan por sus propios intereses
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Se ha tenido un
buen concepto de los líderes, ellos como una fuerza defensora de los
intereses de la gran mayoría. Esto venía haciendo parte de la
historia de la humanidad como los personajes bíblicos y sociales que
defendían los intereses de los subyugados.
Todo esto funcionó muy bien en el pasado porque la sociedad no había
alcanzado el estatus que hoy tiene en su desarrollo intelectual. El
proceso ha sido lento para alcanzar
el individuo su propio reconocimiento y su equidad individual. En el
pasado era una masa que funcionaba bajo las necesidades de techo y
comida, quien ofrecía esto tenía a su merced vasallos que estarían
allí confortablemente sin importar el trato que se les diera. Eran
simplemente cosas que hacían parte del líder o patrón.
Hoy vivimos una era donde los niveles intelectuales permiten ser
independiente y, en
cierta medida, autónomos
y vivir bajo las reglas que
nos imponemos en nuestro propio entorno. El Estado es independiente, conformado
por otros personajes que ejercen su poder porque la sociedad se los
da y ellos se exceden pensando que son los amos de la cosa pública.
Aquí es donde nace la confusión entre el Estado y el individuo. Son
dos entidades que conviven en el mismo territorio, como
una simbiosis de partes que se necesitan para poder administrar el
territorio donde se regentan. El uno sin el otro no podría existir,
pero la parte que ejerce la administración se aprovecha en este caso
de la ignorancia de quienes los contratan y los avasallan como
mascotas de trabajo.
Un líder hoy es un elemento peligroso por el empoderamiento que él
se toma y ejerce frente a quienes lo han elegido. A su alrededor
crea un ejército protector que obliga a todos los estamentos civiles
y estatales a que funciones según su criterio y su psicopatía.
El temor al enfrentamiento, la
incapacidad de poder defenderse y la falta de poseer herramientas
que puedan combatir al agresor, en este caso el líder, prefieren
huir y perderlo todo antes que la vida. Hay un doble juego en que se
amparan estos personajes, la constitución. Normalmente ella está
elaborada como un tratado de derecho donde no permite que el pueblo
y sus legisladores puedan cambiar las leyes que van en contravía al
beneficio de la sociedad. Ella se ve acorralada e indefensa frente a
los criminales y la corrupción que el mismo Estado ha creado bajo
leyes represivas.
El líder o
cabecilla siempre vela por sus intereses personales y sus secuaces,
sus negociaciones van enfocadas a sumar apoyo de donde venga, con
tal de poder asumir el poder y luego repartir el botín, este es el
principio de la democracia. Y como tal se ha visto porque no ha
habido filósofos que esclarezcan estos puntos.
Una minoría social y que trabaja organizadamente está entendiendo
que los líderes son los que se quedan con la productividad de todos
o destruyen lo que ya está elaborado y que la gente viene
disfrutando.
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Crónica #586
LA MORELLI A FEDECAFÉ
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52692130
La Federación Nacional de Cafeteros simbolizó a Colombia durante
décadas ante los ojos del mundo. Dentro del país, la Federación era
parte fundamental de la estructuración de una nación que, con
errores y aciertos, pendejadas y sabidurías, se abría paso al
progreso. El café era el producto de mayor exportación del país y el
precio del grano en la bolsa de New York, generaba expectativas y
desilusiones.
El auge de la coca, la diversificación de exportaciones y el
abandono de las fincas cafeteras por la juventud, dejando la carga
de la producción no solo a las mulas sino a los abuelos, le hicieron
perder esa preeminencia en el concierto nacional a la Federación.
Ahora van a elegir nuevo gerente de la entidad y la oportunidad se
la pintan calva al país para restablecer como actor principal al
gremio cafetero porque entre los candidatos que se han inscrito hay
mujer sobrada de lote, enérgica, que el país conoce, que habla sin
tapujos y que durante 12 años ejerció como Directora Jurídica de
Fedecafé hasta que la convocaron a ser Contralora General de la
Nación: Sandra Morelli.
Ella puede haber sido objeto de controversias por su claridad y
aunque la envidia y las rabietas de sus coetáneos pretendieron
machacarla para disminuir su importancia, hoy día la Morelli es tan
respetada como garantía de esperanza para los cafeteros y para un
país que requiere, como nunca antes, de líderes que acompasen la
gestión de cambio que pretende Petro imponer de maneras poco
ortodoxas.
Con la Morelli en Fedecafé, el gobernante tendrá la voz de media
Colombia puesta en términos razonables y dialogables. Ojalá que la
oleada de respaldo que la noticia ha levantado desde cuando se
filtró, siga creciendo.
Que sea ella, que sea una mujer y que sepa del café y de sus
vericuetos, pero en especial que se sabe hacer oír, es más que
garantía para el país, para el gobernante y para tantos cafeteros de
la patria, como los de la Heredad Correa que siguen cultivando en
las tierras altas de La Ceja el café que me saboreo todas las
mañanas.
El Porce, febrero 11 del 2023
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