EDITORIAL
Necesitamos más
atención en salud mental
Hace apenas dos años Colombia
estaba enfrentando la problemática de un juego suicida cibernético para
adolescentes, en las últimas semanas esta situación se presentó de nuevo y nos
tocó a los pereiranos; al parecer las redes sociales se han convertido en un
terreno favorable para el delito. Estos espacios virtuales mal utilizados son un
arma letal, sobre todo, para la población infantil y adolescente, quienes han
sido el público objetivo de algunos delincuentes cibernéticos.
Frente a lo anterior, hay que dar una mirada más profunda; quienes se han
convertido en víctimas de este flagelo son nuestros niños (as), por lo que se
hace necesario analizar el porqué de esta situación. Durante años, las entidades
especializadas en salud han ejecutado acciones que intervienen de manera
preventiva en materia de salud mental para los ciudadanos, las investigaciones
para la creación de estas han sido basadas en los resultados encontrados en
adultos. Esto es realmente alarmante, porque no se tiene certeza de sí nuestros
niños sufren estas patologías y por ende para esta población no hay ni ha habido
intervención.
En un artículo investigativo realizado por estudiantes de medicina de la
Fundación Universitaria Autónoma de las Américas, se puede evidenciar que las
patologías clínicas mentales en los niños (as) y adolescentes del Eje Cafetero
no son irrisorias y los números van en aumento, uno de los factores que
acrecienta el riesgo, es el desconocimiento por parte de los adultos que están
al cuidado de los niños que pueden mostrar síntomas, puesto que no se tiene
manera de intervenir eficazmente ante un cuadro de depresión, abuso de
sustancias y otras patologías que también se pueden presentar en estas edades.
Los trastornos mentales más frecuentes en los niños y adolescentes tienen que
ver con el trastorno de la atención e hiperactividad, el trastorno de ansiedad y
la fobia social; según el Ministerio de Salud.
Además, es preciso también revisar temas como; cuál es la seguridad virtual de
los datos personales de nuestros niños, cuáles son los límites de edad para
tener un dispositivo electrónico que permita el acceso a la red y a las
aplicaciones en las que se puede interactuar con desconocidos, qué papel juegan
las autoridades con respecto a la seguridad cibernética y por último lo más
importante, que están haciendo los padres, docentes y cuidadores cuando nuestros
niños tienen acceso a las posibles zonas de peligro. Porque si bien es cierto
que la administración departamental y local debe implementar estrategias de
intervención efectiva para esta población, también hay una corresponsabilidad de
la que el resto de las personas no podemos deshacernos.
La salud mental de nuestros niños (as) y adolescentes no es un juego, es cierto
que a veces la situación en nuestros hogares no nos permite tener el tiempo
adecuado para dedicarles a los nuestros hijos, pero eso, sí o sí debemos
solucionarlo. Cabe aclarar que el suicidio no es una patología, pero si una
consecuencia de muchas de las patologías mentales, aquí radica nuestro
compromiso, no podemos esperar a que suceda lo que ya pasó en esta ciudad, para
que despertemos y le demos la importancia que esto merece.
Debemos trabajar de manera articulada por el bienestar y la salud mental de
nuestra población infantil y adolescente, para que el suicidio no sea jamás la
solución a las dificultades que ellos afrontan.
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El
desperdicio de los bienes de la sociedad un crimen de lesa humanidad
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Los
gobernantes persisten en la actitud de actuar como si ser elegidos
ser el pueblo los hace ser los nuevos dueños de la nación. Los
franceses lo único que hicieron fue cambiarle el collar de perro a
quien va a gobernar el país.
El pueblo no ha entendido que a quien elige es solo un empleado
público que va a administrar los bienes sociales y no un propietario
de la cosa pública.
Tenemos que educar a la sociedad, en el manejo de los bienes
sociales. La gente piensa y cree que esos bienes no son de su
propiedad sino de la nación y no piensan que ellos son la nación y
por ende esos bienes son su capital representado en el erario y todo
lo que la nación posee.
No podemos mirar para otro lado y hacernos de que no sabemos nada y
que la nación no nos pertenece. Cuando pagamos impuestos, esos
dineros van a un fondo que se supone es el que nos respalda y con
ellos se construye y se mantiene la infraestructura y los bienes
sociales para que todo funcione.
Tenemos que asumir cada uno de nosotros la responsabilidad para que
la nación funcione correctamente y no dilapiden el esfuerzo de
millones de colombianos en manos de gente que no tiene el menor
sentido de responsabilidad y respeto por ellos mismos y por quienes
los han elegido.
Colombia es un país hermoso con todas las posibilidades de tener un
estándar de viva igual o superior a cualquier país civilizado y no
vivir sus gentes como personas de tercera categoría. Estar bajo el
símbolo de los estratos sociales, clases sociales o simplemente los
desechables del mundo primitivo.
No apoye la corrupción dándoles propinas para que hagan su trabajo
más rápido o saltarse la línea para que el servicio sea especial,
todo tenemos los mismos derechos e igualdad de respeto. Por eso es
importante mantener nuestro pensamiento dirigido hacia cuidar los
bienes sociales.
Ser un criminal es muy fácil, es simplemente mantener el ritmo de
robarle a la sociedad pensando que jamás nadie se va enterar que uno
es un criminal. El crimen nunca paga, lo que si da es una temporada
en la cárcel y el desprestigio a toda la familia y a los seres
queridos.
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Crónica #587
EL EXPEDIENTE 777
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52715100
El pasado viernes, cuando marchaba tras el féretro de Cecilia Pazmín
de Terranova, rumiaba una y otra vez en las escenas que ella y yo
vivimos el 23 de abril del 2009 cuando nos acarició lo imposible de
vaticinar y un comando de cinco hombres armados de pistola y una
mujer, que coordinaba vía radio el operativo, nos puso quietos en la
casona materna del barrio Sajonia de Tuluá, donde yo transmitía La
Luciérnaga.
Cecilia, que en ese entonces tenía 80 años y había acompañado a mi
madre por muchas décadas, me había pedido al jubilarse que no le
quitara el oficio casero y que ella me acompañaría todas las tardes
mientras yo transmitía.
Lo hice como correspondía al cariño que mutuamente nos guardamos y
como inocentemente abrió la puerta de la casa, el comando entró.
Durante un par de horas, mientras escarbaban mis archivos y
computadores y empacaban lo que dizque necesitaban, a mi me sentaron
en una silla bajo la amenaza de la pistola y a ella la encerraron en
un baño con la condición de que no gritara.
Fué una noticia nacional, obviamente. Y más cuando la cámara de
seguridad ofreció las placas del camioncito donde llegaron y este
resultó ser de la Inteligencia del Ejército, camuflado en una
empresa de acarreos.
El presidente Uribe se puso al tanto y como salía del país esos
días, encargó a Bernardo Moreno para que asumiera la investigación.
Al día siguiente llegaron Moreno y también el ministro Padilla de
León y los generales comandantes del ejército a explicar lo
inexcusable.
Con el tiempo, un pajarito, de esos que comunican a Maduro con
Chávez, me sopló que el vehículo de acarreos había sido alquilado
por otra entidad del estado para hacer evidente al Ejército y
ocultar la búsqueda no oficial de una presunta copia de un tal
expediente 777 de la Fiscalía que yo dizque había recibido y que
después un amigo Fiscal me verificó que había desaparecido del
archivo oficial. ¿Cómo no iba entonces a recordar este episodio
traumático mientras marchaba agradecido y compungido el viernes tras
el féretro de Cecilia?
El Porce, febrero 13 del 2023
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