EDITORIAL
La inflación que nos abruma
Al cierre del primer trimestre de este 2023 queda absolutamente
claro que, en materia económica, el principal enemigo a vencer
continúa siendo la inflación. Según el DANE, el Índice de Precios al
Consumidor (IPC) enero-marzo fue de 4,56%, superior en veinte
décimas porcentuales al del mismo lapso del año pasado. Esto
significa, entonces, que la carestía, aunque ha disminuido en la
curva alcista, sigue vigente. Obviamente, el dato más complicado es
el de la inflación anualizada, que se situó en 13,34%, la más alta
desde finales del siglo pasado y un rubro muy superior al 8,53% que
se registraba doce meses atrás.
Como en anteriores meses, la variación mensual más alta fue la de
alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles, así como
la de alimentos y bebidas no alcohólicas. Es decir, todos rubros de
impacto directo en el bolsillo de las familias, cuyos gastos de
consumo se han ido restringiendo de forma progresiva en los últimos
meses, no solo por la carestía sino porque la escalada de los
intereses financieros (producto de las medidas adoptadas por el
Banco de la República para encarecer el costo del dinero) sigue
forzando a apretarse fuertemente el cinturón.
Como es apenas obvio, esos resultados han tenido lecturas distintas.
Por ejemplo, para el ministerio de Hacienda, aunque la inflación se
mantuvo en marzo en torno a 13,3%, debe celebrarse que la de
alimentos y hogares pobres siguió descendiendo. También resaltó que
a esta circunstancia debe sumarse la “fuerte caída” del Índice de
Precios al Productor, que pasó de 13,2% en febrero a 7,4% en marzo.
Todo ello, en opinión del Ejecutivo, permitiría concluir que hay
buenas perspectivas en cuanto a la tendencia a la baja del costo de
vida este año.
Sin embargo, algunos economistas expertos señalan que la batalla
contra la carestía, que tiene contra la pared a casi todos los
colombianos, tiene todavía un largo camino por recorrer. Por
ejemplo, traen a colación que el mismo DANE señala que, según nivel
de ingresos, con corte a marzo, la variación anual del IPC más alta
se registró en el grupo “vulnerables”, con el 13,99%, lo que
significa que la inflación se continúa ensañando con los que menos
tienen. Igualmente alertan sobre aquellos rubros que tienen precios
controlados o vigilados por el Estado, pero que continúan por encima
de la media inflacionaria.
También llamaron la atención en torno a que Cúcuta, pese al impacto
de la reapertura fronteriza, registró la inflación más alta. De
igual manera, consideran que el hecho de que el aumento de las
tarifas del servicio de energía eléctrica siga teniendo un efecto
tan alto en la canasta familiar, evidencia que los alivios aplicados
meses atrás no han dado los resultados esperados. Eso se comprueba
en que en el Índice total anual el aumento de precios en este
servicio fue del 19,77%. Más complicado es que en Montería,
Sincelejo y Valledupar las alzas fueron superiores al 30%.
Para otros analistas la inflación sí se está estabilizando mes tras
mes en esta primera parte de 2023 y se espera que comience una curva
de descenso más pronunciada en el segundo semestre. De hecho,
recalcan que los informes de la FAO coinciden en que después de un
año en el que se encarecieron drásticamente los agroinsumos y las
materias primas de alimentos y productos de primera necesidad, ya se
nota una disminución global en ambos rubros.
Por lo pronto, es claro que la inflación continúa siendo una amenaza
grave. Las perspectivas optimistas de un abaratamiento más
pronunciado de los alimentos se estrellan con el hecho de que
algunos gremios del agro prenden alertas tempranas por lo que puede
ser el impacto de la temporada invernal en el rendimiento de las
cosechas.
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Alianza de los
dueños de la miseria social
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Puedo hablar porque he vivido lo
suficiente como para distinguir entre el bien y el mal. Además,
tengo la capacidad de la razonabilidad que me permite separar las
cosas comunes de las cosas del intelecto. Cosa no común en el ser
humano. Porque el ser humano es empírico y su intuición la tiene
relegada a la magia y las cosas religiosas.
La mayoría de los textos son historias fantásticas que han
entretenido a generaciones de adultos con mente de niños y que los
hace vivir en ese mundo mitológico. Esa es una verdad que no se
puede rebatir porque está incrustada en la genética de millones de
seres humanos, es removible porque si se quita desencaja a la
humanidad. Y dejaríamos de ser esa comunidad humana multifacética.
En toda esta composición de elementos humanos hay tres corrientes
que rigen el planeta y que es muy difícil de escapar de las manos de
ellas. La religión, los políticos y los ladrones. Es como si fuera
una alianza que gobierna lo existente y que es imposible eliminar
porque está presente como la vida misma.
Colombia es un país inmaduro que no ha podido añejar
intelectualmente y que cada día es como si nada hubiera cambiado.
Cualquiera persona mayor de 70 años puede hablar mejor que yo y
hacer un recorrido en su vida para encontrarse que la ruleta de su
existencia ha pasado por los mismos caminos una y otra vez y que sus
vecinos no han comprendido que aún siguen en lo mismo.
Cuántos crímenes se han cometido en los más de doscientos años de
existencia del país de personas que han querido ayudar a que el país
avance para bien. Y seguirán muriendo y todo quedará como un muerto
más en la interminable lista. Porque morir asesinado es parte del
estándar de muerte en el país.
La alianza tácita de la muerte, “como una muerte anunciada”,
permanece como parte de la naturaleza colombiana. Es una palabra que
escuchamos en todas las formas como si su significado no tuviera el
valor terrorífico que ella expresa y se siente en otras latitudes.
Por eso hay esa alianza de miseria entre los políticos, los ladrones
y los reducidores, porque es la forma de mantener a los ciudadanos
entretenidos mientras unos roban, otros compran lo robado y los
políticos reponen lo hurtado para ganar los tres de esa jugada
magistral. ¿Y quién paga? Ya todos sabemos de dónde sale el dinero.
Lo más interesante de todo esto es que los ciudadanos que son los
dueños del poder, apoyan a los mismo que mantienen la cadena de
calamidades votando por ellos y no ejerciendo el voto en blanco que
es el que les da el poder para rechazar todo ese desorden que se ha
establecido por décadas de malos gobiernos o administradores
públicos.
Si uno se detiene un momento a racionalizar todo lo que está pasando
y decide decir basta a todos estos atropellos las cosas irán
cambiando para que las nuevas generaciones puedan vivir en paz y
agradecernos por lo que hicimos por ellos.
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Crónica #621
SI EN 1985 HUBIÉSEMOS TENIDO…
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/53490831
Si en aquél fatídico noviembre de 1985 el Ministerio de Minas o el Observatorio
Geofísico de los Andes hubiesen instalado un par de sismógrafos en Murillo o en
Manizales, en las faldas del Ruiz, tal vez los miles de muertos de Armero y
Chinchiná que todavía claman justicia al cielo se habrían evitado.
Pero como ni el ministro Duque ni el cura jesuita Goberna le dieron importancia
al sismógrafo (que ya se usaba en el mundo desde principios del siglo 20) o como
los oligarcas pobres de Manizales creyeron que si ponían a funcionar un aparato
de esos les iban a espantar los turistas en su famosa y contemplada Feria de los
primeros días de enero, el volcán del Ruiz permaneció hasta entonces sin quien
le midiera sus eventos sísmicos o hiciera la mínima parte de lo que hoy en día
el Servicio Geológico Colombiano ha venido haciendo minuciosamente,
advirtiéndonos a unos y otros lo que puede pasar ante el acumulado de sismos si
el Ruiz vuelve a estallar.
Pero es que no solamente los oligarcas pobres de Manizales me refutaron tres
años de columnas periódicas advirtiendo que ese volcán se estaba calentando. Es
que quienes vieron las fotos de como el cráter se iba agrandando y enrojeciendo,
y que había tomado el fotógrafo Cajiao a lo largo de cinco años desde su
avioneta, no les dieron importancia.
Y cuando Aquileo, el tulueño que ejercía de juez en Armero me invitó en
septiembre de 1985 a que dictara una conferencia sobre mis columnas del volcán,
ni el querido Ramón que hacía de alcalde armerita ni el inolvidable director del
Serpentario me creyeron.
Debí haberles parecido un loquito que estaba escribiendo una novela. Y la tuve
que escribir años después (LOS SORDOS YA NO HABLAN), cuando ellos no vivían,
para contarle a Colombia y en especial para cobrarles al menos históricamente a
los oligarcas pobres de Manizales por qué prefirieron tener una perra pastor
alemán en el Refugio, para que diera la alarma al pie de las nieves si el volcán
se mojaba, que instalar un sismógrafo que les advirtiera de lo que podía pasar.
El Porce, abril 11 del 2023
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