EDITORIAL
El último portazo
Como era de esperarse, el Gobierno dio ayer un nuevo portazo, esta
vez seguramente definitivo, a las posibilidades de concertación de
la reforma de la salud con los partidos no adscritos a la férula
radical con la que se ha pretendido dirigir a la coalición
oficialista. Es decir, los partidos Conservador, Liberal y de La U.
El presidente Gustavo Petro les deseo “buena suerte”, desde los
Estados Unidos, descartando cualquier alternativa diferente a
someterse a su irrestricta voluntad y a los múltiples inamovibles de
su proyecto, que es precisamente lo que está en discusión. Y
obligarlos a satisfacerse simplemente con las modificaciones
periféricas que pretendían distraer a la galería y con las cuales la
ministra Carolina Corcho quiso convencer a los incautos.
Tampoco es de sorprenderse. Desde el principio, hace ya un par de
meses, cuando el Ejecutivo supuestamente abrió el espacio para
llegar a un consenso, se vio a las claras que por su conducto el
primer mandatario mostraba una cara conciliatoria, propiciando
puntos de encuentro, pero de otra parte enviaba a las reuniones a su
delegada ministerial a no ceder un ápice, ni moverse un milímetro de
los propósitos estatizantes, burocráticos y hegemónicos,
transversales a la propuesta esencial. O sea, como desde el comienzo
se ha reiterado en estos editoriales y en muchas otras columnas, así
como inclusive entre autorizadas voces del gabinete ministerial,
volver por los trágicos fueros del Instituto de Seguros Sociales,
con todo el significado de muerte, negligencia y desolación que
llevó a su sepultura después de la entrada en vigencia de la
Constitución de 1991 y cuyos lesivos fundamentos ahora se pretenden
revivir como la gran panacea, dejando a los colombianos
irremediablemente huérfanos de un verdadero sistema de salud.
Pero esta vez ya no es la ministra Corcho, sino el propio Presidente
el que finalmente fijó su posición. Mucho desgaste se habría
ahorrado el país si así lo hubiera hecho desde que se presentó el
texto de la reforma a la salud a la opinión pública por primera vez,
supuestamente dando curso a lo prometido en la campaña presidencial.
Pero basta ver el programa de gobierno para encontrarse con dos
cosas: primero, que allí se habla de hacer una reforma para
garantizar el derecho fundamental de salud, modificando la norma
correspondiente (Ley Estatutaria 1751 de 2015); y, segundo, que ello
se haría en el marco de una gran Pacto Nacional.
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¿A dónde
van nuestros impuestos?
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Esta práctica
milenaria que han impuesto los soberanos a sus súbditos y hoy en día
el Estado que va de la mano de los políticos, nos comprime y nos
hace vomitar nuestras vísceras para que el establecimiento
sobreviva.
En el mundo primitivo siempre ha sido normal esta práctica
gubernamental. Y para todos es lógico que esto se haga sin ningún
cuestionamiento y sin un raciocinio sobre dónde irán esos dineros
que recibe el Estado.
Las sociedades han evolucionado genéticamente y lo que antes era una
práctica normal hoy es un hecho cuestionable, porque esos dineros
salen del esfuerzo de millones de seres que trabajan y pagan
impuestos y no reciben nada a cambio.
Nuestra sociedad se siente acorralada por la cascada de impuestos
que le vienen imponiendo en nuestros días los políticos al pueblo.
Esto hace que el crimen aumente y la corrupción se afinque en las
instituciones de Estado y esta simbiosis impida que las ciudades
crezcan saludables.
Los impuestos que recibe el Estado diariamente, son fortunas que
desaparecen sin que nadie se entere a dónde fueron a parar esas
contribuciones. De ese erario sólo una mínima parte llega a los
sitios que realmente deberían recibir esos dineros.
La ignorancia del pueblo es la base para que crezcan estas
situaciones y nunca ellos reciban lo que les pertenece y por lo que
han pagado.
La salud pública es una de las infraestructuras donde deben ir esas
contribuciones, pero solo llegan gota a gota unos dineros para que
sobrevivan y la gente gravite como si ellos fueran los culpables de
lo que está pasando. Si la salud falla, el sistema se desploma y eso
es lo que está pasando cuando se desvía lo recaudado.
La medicina privada es uno de los más grandes negocios porque ella
vive de millones de pacientes que pagan de sus bolsillos los costos
de la atención médica. A su vez hacen simbiosis con las aseguradoras
para que todo funcione en beneficio de ellos y no de los pacientes.
Es una obligación del establecimiento velar por la salud del pueblo,
porque ese pueblo es el que sostiene la Institución y mantiene la
economía en movimiento. El pueblo paga para que todos los servicios
básicos sean cubiertos con el pago de sus impuestos y no para
sostener una burocracia del Estado que le paga a miles de empleados
con sueldos como prestación por haber apoyado al candidato en la
campaña electoral.
Si la sociedad tuviera un mayor conocimiento de cómo funciona la
economía de un país y estuviera atenta del movimiento de esos
dineros, no pasaría tantas necesidades en el transcurso de su vida.
Porque los políticos ya no serían políticos corruptos sino
servidores públicos que se acogen a las leyes que rigen una
comunidad.
La gran mayoría de países están en
condiciones precarias en la salud pública,
porque los ciudadanos le creen lo dicen unos individuo
en campaña pre
electoral y no porque conocen la hoja
de vida del político.
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Estudia bien al candidato, que ha hecho y en que ha triunfado, Ahí tienes la respuesta de lo
que será el futuro.
Crónica #628
ANTE LA TUMBA DEL MÁS GRANDE
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Palabras para leer hoy a las 3 pm ante la tumba del más grande, don Tomas
Carrasquila, cuando vuelve al Cementerio Museo de San Pedro en Medellin donde
pronto seremos vecinos
audio: https://www.spreaker.com/episode/53580412
Era muy niño cuando mi padre, montañero autodidacta de la vega del Porce, me
facilitó la lectura de San Antoñito. Años después la vida me dio el lujo de
tener como profesor al doctor Kurt Levy, el insigne maestro canadiense, quien
nunca ha sido igualado en sus estudios profundos sobre la literatura antioqueña.
De sus clases por dos años salí convencido hace ya más de medio siglo, que Tomás
Carrasquilla era el más grande de los grandes de la literatura paisa. Hoy, ante
su féretro, cuando retorna al cementerio donde se recibió inicialmente su
cadáver en 1940, y después de haber recorrido sendas idénticas a las que él
caminó en su escrutinio de la provincia y de lo pueblerino, reafirmo en voz alta
que estamos inhumando de nuevo al más grande de los narradores que esta tierra
de cuentos y anécdotas ha tenido en toda su historia.
Tanto que al lado de Isaacs, cuyo restos también reposan en este Museo
Cementerio, ocupan el máximo sitial de los escritores colombianos que han hecho
su oficio desde el terruño que los vió nacer, crecer, sufrir y gozar.
Ese es acaso su mérito y la razón por la que la gran mayoría de quienes están
hoy aquí se han congregado a rendirle homenaje postrero.
Don Tomás fue cuentista y novelista de su tierra sin tener que ir a pedirle
permiso a los bogotanos que trataron, cuando no, de despreciar el producto de la
provincia lejana y, hoy en día, todos tienen que inclinarse ante la imponencia
consagratoria que el paso del tiempo le ha dado a su nombre y a su obra.
Con la grandeza de la Marquesa de Yolombó o con la vertiginosidad de A la
Diestra de Dios Padre, Tomás Carrasquilla llega a su descanso final consagrado
por colombianos y extranjeros, pero sobre todo convertido en un símbolo de la
antioqueñidad, exaltado con reverencia como el gran estandarte de ese furor
paísa hoy tan polarizado, pero siempre dispuesto a unirse para recuperar el
poder perdido y olvidar las diferencias mientras se vuelve a gritar “Oh libertad
que perfumas las montañas de mi tierra”.
Cementerio Museo de San Pedro, Medellin, abril 19 del 2023
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