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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.070-650

Fecha: Sábado 22-04-2023

 

Retrato del nadaísta cachorro

 

Por: Jotamario Arbeláez

 

27. Días de colegio

(3)-(4)

 

 

A la salida del Americano, y luego de que los pastores encomendaban nuestros pasos a Jehová, me encaminaba con los compañeros más cercanos, como eran Cajigas, Correa, Hidrobo y Lozano, este último apellido trasfigurado,

a la función social de las 4 p.m del Teatro Colombia,

a ver las películas mexicanas más excitantes, como eran las protagonizadas por María Antonieta Pons, quien movía que era una delicia las plumas del jopo,

por Elsa Aguirre con su sonrisa misteriosa y por Miroslava con su larga mirada verde, casi siempre abofeteadas por sus celosos queridos a son de nada, nos consta, pues nosotros veíamos lo que no veían ellos.

Allí veré también una saga que me quedó en la memoria, Invasión a Mongo, Invasión a Marte y Flash Gordon conquista el universo. El mismo Roldán el Temerario de las revistas de cómics. Los terrícolas éramos más astutos que cualquier ente estratosférico, más valientes y más científicos.

Desde entonces me expliqué el universo por las leyes de la ciencia ficción. También recuerdo otra de terror científico, El misterioso doctor Satanás.

Tengo entrada gratis, pues el personal del teatro asimila que soy nieto de Don Santiago, el administrador de Cine Colombia, como lo son mis primos que viven en la casa lateral interior.

Escobar es el portero que me franquea el acceso, de bigote panchovillesco, pelo negro aindiado y diente de oro.

El teatro tiene butacas en una amplísima platea general, en la parte de atrás hay una sección reservada a la que no accede nadie,

en el segundo piso un palco de sillas individuales que dan a una balaustrada en U

y en la parte de atrás tres secciones escalonadas, cada una ascendente en forma piramidal de siete, cinco, tres y dos butacas en la cúspide.
 

A esa cima llegaré con mi primera amante, con Diany, al terminar secundaria, a ver películas de vaqueros desaforados con ella en pelo sobre mis piernas cabalgando simultáneas con las cargas de las brigadas.

 

Pero íbamos aún en los prolegómenos.

Una vez avanzada la película y cuando la piel de la pierna de la actriz cubre la pantalla,

nos abrimos las braguetas, sacamos en el oscuro lo que no tenemos de sobra y comenzamos a menearnos a discreción.

 

A veces alcanzamos una venida colectiva pero aun sin eyacular.

Ante el movimiento sísmico en el teatro uno de los conjurados se ofrece a continuar con el meneo del vecino

 

pero éste está exhausto y próximo al desvanecimiento o desmayo. Además hay

 

 

 

un código tácito de que no somos maricones para darnos gusto entre nos.

En la oscuridad de la platea nos desperdigamos pues, como es escaso el público, así nos adueñaremos de todo el espacio.

Y de las febriles tinieblas surge una mano peluda que se hace dueña de nuestros impredecibles artefactos que se lleva a la boca hasta que en ella hacen aguas,

y sigue con el que sigue hasta que termina, sin que nunca logremos identificar a la sanguijuela.

Hasta un día en que se revienta la cinta, se encienden las luces, y es el papá de Lozano quien tiene entre sus manos el pipí de Lozano,

luego de haberse atragantado con los de Correa y Cajigas y antes de llegar a mí que soy el más alejado.

Desde ese día ninguno volvió a entrar por física pena al Teatro Colombia, salvo el papá de Lozano al que la mamá de Lozano echó de la casa y Lozano nunca volvió al colegio.

Yo sí volví, como adelanté párrafos atrás, años después, pagando boleta, porque Escobar ya no me reconocía.

No voy a reiterar el uso que le daba al teatro, pero eso sí, besaría el suelo de tablas recubiertas de polvo por el júbilo percibido.

Diany era una empleada del almacén de Pedro Ossa, en la octava, me la presentó Alfredo Sánchez, contador y cuentista,

y fue la primera persona en ver en mí una especie de Casanova, porque todo lo que hacía lo escribía.

Ella hacía cola en la taquilla mientras que yo me ocupaba de los besitos.

Nuevo flash back y vuelvo al colegio. Todo lo que me explican lo entiendo, hasta los milagros de Cristo.

Y en la casa, a la hora de las comidas, doy las gracias y beso el pan que el Señor nos pone en la mesa.

(4)

En el salón me enamoré de Karol y de Christ, la rubia y la morena como me gustarán después las cervezas.

Karol me cruzaba las piernas mientras que Christ me picaba el ojo. Y yo escrutando con lupa los evangelios.
 

Lutero comenzó a seducirme. Se había insurreccionado contra la prostituta de Roma, como en el ínterin me preparaba yo para hacerlo.
El inglés no me entraba. Para sobrellevar los exámenes orales tuve que acudir a los Hermanos del Pentecostés, quienes me inculcaron el don de lenguas.

Así pude salir airoso, aunque con una leve fama de loco y deschavetado.

Los ejercicios de educación física los hacíamos en shorts y pantaloneta,

y recuerdo el día en mis damas que se agacharon a recoger un par de recuadros de material sintético que arrojarían por encima del muro bromistas de otros colegios,

 

los abrieron y me alargaron unos plásticos desinflados preguntándome qué serían.

Quise hacerles una demostración en vivo de para qué servían y de cómo y en qué parte se colocaban, pero hasta allá no llegó mi desembarazo y no fui tan temerario como Roldán.

Los inflé, los amarré por el pico y rápidamente tomaron el camino del cielo

 

 

 

porque mi aliento cuando estoy excitado es siempre más liviano que el aire.

 

Me parecía que en ese momento podía tenerlas a ambas, así como el rey Salomón había gozado de la Reina de Saba y su peluquera.

 

En todo caso su serrallo de cuatrocientas lo hacía tantas veces más sabio.

Hice lo mínimo por conquistarlas al tiempo, siguiendo las pautas de algún clásico libertino que habría leído a las escondidas.

 

Mi explicación del uso de las gomas no les hizo ninguna gracia.

Pero en algo las picaría. Se fueron al vestier a cambiarse mientras que yo las observaba por la rendija, pues tampoco es que fueran las tablas de la ley los separadores.

Al final de las clases, cuando nos quedábamos solos tomando agua, a lo sumo me gané un beso de cada cual cuando le ponía una mano en el muslo a la otra.

Porque si lograba estar a solas con una sola no se dejaba tocar ni un pétalo de la rosa.

Decidí que eso no era lo mío, como ya no lo sería la iglesia católica y ni siquiera la protestante, a no ser que me conquistara una monja, como a Martín.

Hablé mal contra el Papa y contra las efigies con pies de barro.

Gané la medalla al mérito conferida por la Alcaldía, que me impuso el profesor de historia Antonio Castaño, a quien el Señor me permita algún día volver a abrazar.

El profesor Moreno vaticinó que ningún rincón de la geografía del mundo me sería ajeno.

El pastor me encomendó a Jehová es mi pastor nada me faltara

y Karol y Chist finalmente me despidieron con una reunión privada una noche que no estaban sus padres.

Y así pude ingresar a segundo de bachillerato al Santa Librada, donde el profesor Castaño había pedido que lo trasladaran para esperarme.

Allí se encargó durante 5 años de allanarme el camino, hasta el fracaso final al no recibir el diploma en la ceremonia de clausura de bachiller.

—Escribite una poesía de esas que vos sabés hacer, me dijo a manera de consuelo —y harás carrera.

Así nació Santa Librada College, poema del que he vivido como otros viven del cuento.

Posdata:
La semana pasada, cincuenta y dos años más tarde, me encontré con él en el Centro Andino. Salía de la Librería Nacional, donde había preguntado por mi anunciada novela La casa de las agujas.

—Apenas la está escribiendo —le informó la librera.

—Pero si en esas lleva toda la vida—. Y salió furioso.

Al verme, antes de saludarme me preguntó por el libro, que cuando lo tendría listo.

—Comenzaría con mis memorias de infancia. Dentro de un mes, dentro de un año —le contesté con las existenciales palabras de Françoise Sagan.

Se extrañó de verme tan joven, con mi nueva melena que aún no registran los diarios, y vistiendo una chaqueta de Hermenegildo Zegna.

Entonces me invitó a tomar un café. Pero yo café no tomo los sábados.

 

 

 

 

 

  

 

 

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