EDITORIAL
Sobre la crítica
estética
¿Qué es lo más importante de la vida? Esta pregunta resulta ser
sumamente engañosa, una estratagema del pensamiento tradicional para
configurar al pensamiento a delimitar y direccionar la vida a un
sólo sentido. ¿Qué es lo más importante? Esto no es una pregunta sin
más, es una censura a la vida o al menos a las muchas esferas en que
el ser humano se desenvuelve.
No hay una forma más importante que otra, todas son importantes.
Pero, ¿Cómo comprender esto que cada esfera, momento, acontecimiento
o como se le quiera llamar, tiene por sí mismo fuerzas que lo
impulsan a siempre cambiar, a variar sus valores? La posibilidad de
poder variar los valores que le otorgamos al estado de cosas que nos
sucede, a destruir el cúmulo idealizante de las re-presentaciones
impropias que se nos ofrecen, al mundo rosado que el dolor nos lleva
a desear, nace y se fortalece a partir de la crítica.
La crítica no debe interpretarse como buena o mala, la crítica a la
cual nos referimos en esta editorial debe superar cualquier tipo de
lógica binaria, que nos obliga a pensar en blanco o en negro, puesto
que el pensamiento y la existencia en sí misma es muchísimo más
amplia que una condición netamente binaria.
Este tipo de crítica: la filosofía la ha nombrado una estética, es
decir, un modelo de pensamiento no binaria que se fija en cada uno
de los aspectos de un acontecimiento, no sólo lo que se puede
enumerar o pensar, sino también el cúmulo de inexplicables
producciones inmateriales, permitiendo de esta manera una
abstracción completamente libre.
Entonces nos preguntamos en este segundo momento a través de la
visión de un crítico estético ¿Qué es lo más importante de la vida?
la respuesta a esta pregunta nunca será un sustantivo, nunca una
cosa en sí misma, nunca sólo una palabra, siempre un verbo, siempre
un movimiento somete al pensamiento para hacerlo siempre pensar la
diferencia, siempre un contexto, un acontecimiento, un sentimiento
totalmente diferente, siempre gritando ¡vida! y declarando la guerra
a cualquier tipo de pensamiento intrusivo que le impida pensarse
dentro del movimiento.
¿No es esta declaración contra cualquier tipo de pensamiento de lo
mismo una necesidad para la educación? ¿No debería la educación
centrarse en la formación de ciudadanos críticos que puedan entender,
generar y crear nuevas formas de pensamiento, sin reducirse, en el
intento, a una forma de pensamiento monótona?
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Colombia
sí puede tener billonarios en la lista Forbes
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Siempre me ha
llamado la atención el manejo de la economía colombiana. Antes el
país se le miraba desde afuera como un epicentro económico y de
avanzada tecnológica ya que en el mundo internacional aquí se
desarrollaban empresas que fueron pioneras en muchas áreas. La
aviación, la televisión, la radio, y pare de contar.
Colombia ha tenido personajes multimillonarios en sentido mundial, y
qué decir de personajes que brillan en las artes y los deportes.
Pero también brilla la corrupción, nacida del mal manejo de la
economía de la nación.
A medida que avanza la tecnología, se ha tenido la oportunidad de
estar a la cabeza de muchas buenas cosas que la mente de gente
nacida y educada han podido alcanzar esa cúspide en la creatividad.
David Vélez es uno de esos personajes que está en la lista de Forbes
por ser uno de esos billonarios que iluminan a Colombia. Y todo lo
logró a través de su talento, pero no dentro del país, sino en el
Brasil, tras poner en la bolsa de valores de New York su banco
virtual. Aquí no hay corrupción, simplemente talante la cual el
gobierno no tiene y el congreso sí que menos.
Mucha gente está abandonado su terruño porque no tiene otra salida.
Hacer cosas inteligentes asusta a los que creen que tienen el poder
y que lo pueden perder, pero lo que se pierde es estos personajes,
que todos juntos harían más amables las cosas para todos los
colombianos.
Esta nueva generación que se ha educado a través de las redes de
Internet van a dar muchas sorpresas a estos dinosaurios que
deambulan por todo el territorio.
Uno de los puntos importantes que han olvidado los administradores
de la cosa pública o el establecimiento es organizar programas de
educación laboral a las nueva generaciones para que se preparen a
buscar empleo en la empresa grande y ya establecida y a su vez el
estado apoyarla para que sea estable y rentable la industria
colombiana.
Hay que elaborar un nuevo código laboral que permita a las tres
partes, el estado, la empresa y trabajador poder sentirse seguros en
firmar contratos sin sentirse estrangulados como ocurre con el
presente código laboral.
El mismo estado no celebra contratos con los empleados sino de
prestación de servicios al igual que la empresa privada. Desde aquí
todo cojea.
Esto ha llevado a que millones de ciudadanos vivan en el rebusque y
en la micro empresa, porque no hay un código
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laboral que este hecho para equilibrar el derecho al
trabajo.
Crónica #642
EL 10 DE MAYO DE 1957
Gustavo Alvarez Gardeazabal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/53804402
Hoy hace 66 años, como consecuencia de un paro nacional financiado
en buena parte por los patronos que pagaron a sus obreros y
empleados para que no trabajaran y, auspiciado por otra parte, en el
malestar general ante la forma como manejaba al país el presidente
Rojas Pinilla, éste tuvo que renunciar al cargo y fue reemplazado
por una Junta Militar que en menos de un año convocó a un plebiscito
para cambiar la Constitución y elegir posteriormente nuevo
presidente.
Para poder llegar a esa situación tuvieron que llenarse unos vacíos,
de ponerse ambiciones personales, económicas y políticas y
constituir lo que se llamó el Frente Nacional.
Fueron entonces los dos grandes caudillos de aquella época, los
expresidentes Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, quienes
firmaron los pactos en Stiges y Benidorm con la fórmula mágica de
que derrocado el general Rojas Pinilla, liberales y conservadores se
repartirían por partes iguales y por 16 años y 4 períodos
presidenciales, la suculenta marrana de la burocracia nacional y el
presupuesto contractual.
Viendo este evento singular en nuestra historia 66 años después de
sucedido y dejando a un lado las consecuencias que ahora le achacan
por haber entronizado la corrupción, es obvio que fue un acto genial
de la capacidad inventiva que los colombianos hemos tenido para
salir de los atolladeros donde nos ha llevado la política.
Por supuesto, el clima de violencia que se había apoderado del país
pero, sobre todo, la angustia de unas ciudades sin dotaciones
válidas para recibir a miles y miles de refugiados del campo que
huían de las matazones de esa guerra civil no declarada,
precipitaron el acuerdo.
Era una época en donde las comunicaciones se hacían con dificultad
por las emisoras de radio y por los marconis que reemplazaron los
telegramas. Era un país más rural que urbano, pero todos se pusieron
de acuerdo para participar del paro nacional, suspendiendo fábricas
y transportes y, apoyando el entendimiento entre antiguos rivales,
lograron derrocar el régimen dictatorial que ahogaba su futuro.
El Porce,mayo 11 del 2023
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