10 -

 

COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición:13.078-658

Fecha: Jueves-11-05-2023

 

Retrato del nadaísta cachorro

 

 

Por: Jotamario Arbeláez

 

Tirando arrebato

 

Por los días de la explosión de Cali ya habíamos entregado a don Adalberto Mondragón –gafas oscuras sobre su rostro mensual al abrir la puerta de la calle, vestido café con leche– la casa de San Nicolás,

donde pagábamos setenta pesos de arriendo.

La tía Adelfa se fue con Jorge Giraldo y Carlota llevándose, para aliviarnos la carga, a mis hermanos Toño –quien después será Jan Arb– y Martha Lucía, pues la brava pareja no tuvo hijos,

a una casita que estaban comenzando a construir en el barrio Bretaña,

y mi padre con mamá y los otros hermanos arrancamos para el barrio Obrero. Lo bueno era que papá iba a poder ofrecernos al fin casa propia por lentas cuotas, lo mejor era que quedaba en la vecindad de las putas.

La calle 21 era destapada y por ella pasaban los buses echando polvo.

No era extraño en las madrugadas escuchar el grito de un atracado o el tiro intimidante de un policía.

Entré en la adolescencia feroz portando una navaja automática para defenderme de los atracadores que fumaban marihuana en la esquina de la 11D.

Con el traje de lana de cuadros heredado de papá con solapas anchas

asistía a los bailes de cuota y más tarde a los bailaderos de camajanes a romper zapatos como loco practicando los últimos

 

 

 

pasos de la guaracha para impresionar a las chicas que eran obreras de empresas como La Garantía o vendedoras de almacenes como el Ley y el Jotagómez.

 

Al principio me paseaba temprano de la noche por la carrera doce o la calle 19 mirando por las ventanas tirar paso a fantásticas parejas del arrebato.

Sentía que las prostitutas eran las generatrices del placer prohibido y mi conmiseración por ellas radicaba en saberlas anatematizadas por la religión. Si eran ocasión de pecado, pensaba, son mis aliadas.

Un día que revendí por cinco pesos las obras empastadas de Platón de Luis Torres hice mi entrada triunfal en el Acapulco, desde cuya ventaba había divisado largamente a Ligia, doble de la actriz mejicana Elsa Aguirre.

En fin, yo con mi mota o copete cayendo sobre la frente y mi saco holliwoodesco trataría de hacerme pasar por el tercio de Tony Curtis.

Pedí dos cervezas aunque iba solo y le clavé el ojo a la dama a quien ya había hecho mi moza en las noches inacabables del placer solitario.

Le pedí que bailáramos con la cabeza y me contestó que sí con el culo.

Empezamos con La Bamba, que me permite hacer un despliegue pélvico en la pista casi vacía, pues es éste el cabaret con pista más grande,

que casi nunca se llena pues los precios son altos en comparación con los de los otros burlescos donde tienen los discos de 48 el acompañamiento del hombre del brazo de oro sobre una batería colocada sobre la Wurlitzer,

que a su vez está enrejada para evitar que la destruyan cuando vuelen los asientos en las peleas.

Con Lola, ay Lolita de mi vida de Tito Cortez, mientras chupamos piña brillamos chapa.

 

 

 

Ligia está que no cabe con la recta que va del ombligo al monte de Venus sensibilizada por este ariete.

 

Mientras hago la tijereta en medio de Bomba Camará, por la ventana me observan los ojos alelados de algunos patos,

entre quienes distingo a quien cuando esté grande será el ‘enano’ Valverde.

 

En un momento dado hay una trifulca en una mesa de camajanes porque el mesero les ha cobrado clavija.

Vuelan botellas por el aire caribe. Intervienen las putas para restablecer el orden establecido.

Cuando se anuncia que llega la policía, que aprovechará para hacer requisa en busca de marihuana –que aunque no encuentren me meterán en los bolsillos para llevarme a la inspección en aras del consabido soborno al juez o la condena sin apelaciones pues además soy menor de edad–,

Ligia me agarra de donde mejor puede y me arrastra a su cuarto persa, me dice que me esconda entre las cobijas que ella va a frentear el allanamiento.

Sobre la mesa de noche hay una cajita redonda de mentol chino y un ejemplar de ¿Quo vadis?

No me queda más remedio que transarme por la lectura de Sienkiewicz hasta que ella regrese a darle de comer al hambriento,

como en realidad lo hace permitiéndome el primer desempeño espectacular de mi larga carrera priápica,

del que me abstengo de detalles para que no se me tilde de pornógrafo burdelesco.

Tres años antes, a tres cuadras, había perdido la virginidad por un peso en mi primera aventura de colchón sucio. Con una puta jubilada en un polvo que me dio asco.

Ahora la estaba recuperando gratis y hasta recobrando mi peso con el hembronón de mis sueños.

Hasta pensé en convertirme en gigoló desde ese momento.

 

 

 

 

  

 

 

EL IMPARCIAL

Submit

 

 

© El Imparcial Editores S.A.S  |   Contacto 57 606 348 6207  

 

    © 1948-2009 - 2023- El Imparcial - La idea y concepto de este periódico fue hecho en Online Periodical Format (OPF) que es un Copyright de ZahurK.

    Queda prohibido el uso de este formato (OPF) sin previa autorización escrita de ZahurK