debajo de las faldas de los beatos. Pasó su infancia en Guinea Ecuatorial y en Europa,donde en carne propia le tocó percibir los horrores de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial.

 

De regreso a Colombia estudió artes plásticas en Bogotá y casi de entrada fue reconocido por propios y extraños como un prodigio de la pintura. Fue gran amigo de Santiago García, con quien incursionó en el teatro como actor y como escenógrafo. Actuó en la película El milagro de Sal, dirigida por Luis Moya Sarmiento en 1958. Dirigió y produjo sus propias películas, comoZurbarán en los años 60. Fundó el Taller de David Manzur, donde durante 20 años no sólo se formaron generaciones de artistas de gran nivel, sino que era para muchas señoras elegantes el toque más chic. Fue merecedor de la beca Guggenheim cuando vivió unos años en NY, en donde una vez en un bar Andy Warhol lo dejó usar la cámara de 16mm con la que filmaba. Y fue allí asistente de Naum Gabo, el escultor ruso constructivista, quien le inculcó el arte cinético. Pero también incursionó en un figurativismo propio, a través de la naturaleza muerta, la transverberación de santa Teresa, la imagen e historia de San Sebastián y la figura del caballo, más valiosa en el cuadro que los ejemplares vivos de las más finas razas.

Compartí con él desde los años 60 en las tertulias del Café Automático y El Cisne, donde deslumbrada con su apariencia, su sapiencia y su fino humor. La última vez que lo vi fue en su casa de Mosquera,