La vida en
el campo
Por: Jotamario
Arbeláez
Como habitante irrestricto del casco urbano, pues era en verdad
indiferente a ese espacio sin pavimentar ni edificar del orbe
llamada el campo,
no recuerdo haber oído en su ambiente el canto de un pájaro en vivo.
A lo sumo en el cine y en la televisión en colores había escuchado
lo que el profesor de zoología llamaba trinos, gorjeos, cantos o
canturreos.
Y cuando niño, en su jaula de alambre colgada del techo, a la salida
de la sala, el de un zorzal propiedad de Jorge Giraldo, “Picunigua”,
el esposo de la tía Adelfa,
cazador de guatines y guaguas y delincuentes pues era detective
privado,
quien madrugaba a silbarle al cautivo alado para que le aprendiera
su canturreo
y tan pronto desayunaba perdices se iba para el trabajo mientras el
zorzal – ¿o era un mirlo? – se empeñaba en imitar sus gorjeos.
Respecto de los árboles, recuerdo que me contaba en nuestras
recochas la poeta rusa nacionalizada peruana Raquel Jodorowsky
que sólo a los 14 años la sacaron del desierto de Atacama, en Chile,
donde vivía con su familia, a conocer un árbol, y lo saludó como si
fuera un señor.
A pesar de que mi Cali natal estaba poblada de árboles, entre los
que mi padre de origen campesino me señalaba samanes, palmeras,
chochos y ceibas de hasta de 23 metros de altas,
yo prefería los
postes de la luz, hechos por el hombre para una utilidad manifiesta,
diferente de cargarse de nidos,
y los esquineros
semáforos con sus frutos
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luminosos de tres
colores para organizar la circulación de carros y peatones.
De modo que así pasé la vida hasta cerca de cumplir los 80, cuando
realizando mi sueño de 1970
–cuando pisé por primera vez la plaza de Villa de Leyva, en la
proclamación del tercer partido del general Gustavo Rojas Pinilla al
que le habían robado las elecciones–,
me prometí pasar los días finales de mi obra escribiendo mi vida en
dicho lugar.
Y aquí estoy en la casa que me hizo mi mujer con mis premios de
poesía y el producto de mis eslóganes a productos que no consumía
porque mi mujer prefería comprar de la competencia.
Al lugar lo he bautizado La montaña mágica por quedar enfrente de
Iguaque,
cerro en cuya cima está la laguna de donde salió Bachué con su hijo
de brazos a poblar la región y el mundo,
luego de lo cual regresaron a la misma laguna donde permanecen en
forma de serpientes gigantes que suben a conocer los turistas.
En la propiedad donde edifiqué mi casa en la vereda Llano Blanco de
Villa de Leyva tengo un bosquecillo de robles
y alrededor se levantan alisos, guayacanes, ocobos, mangles,
alcaparros, coronós, acacias, muelles, jazmines,
y en ellos canturrean en los amaneceres, cuando suspendo la
escritura de estos versículos y con su serena serenata matinal me
ayudan a conciliar el sueño
Con lo que me gané la vida cantando en las ciudades como el pájaro
de mal agüero que soy construí una casa al pie del sagrado cerro de
Iguaque,
en cuya cima está
la laguna del mismo nombre de donde surgió Bachué con su hijo de
brazos que tan pronto creció se dedicó con ella a poblar el mundo,
y por ello la bauticé La montaña mágica.
Estoy pues ocupando territorio paradisíaco según la mitología
muisca, que no tiene por
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qué ser menos
verídica que las otras.
Siento que esto lo
ha repetido ya en otros escritos, pero quien logró vivir en el Edén
con Eva no tiene ojos sino para lo que pasa a su alrededor, así el
mundo se esté acabando afuera del cerco.
La otra perra, Dina, está enferma de la patita izquierda trasera, lo
que le impide correr a galope tendido por sobre los dientes de león
mañaneros.
No estaba en mi naturaleza vivir en el campo y he aquí que la vida
me ha hecho campo para vivir en él con mi esposa, quien se encarga
de que todo marche bien a partir de los huevos del desayuno.
Esta mañana llevó
a la veterinaria del pueblo a vacunar a mi perro macho, a Monje,
quien regresó capado, dizque para evitarle problemas con las perras
en celo. La madre. Qué tal que eso hicieran con los maridos.
El taquicardiólogo me ha recomendado no cazar peleas. Ni políticas y
menos aún conyugales. Que me desahogue por este medio. Con mis
disculpas al público sensitivo.
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