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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición:13.093-673 Fecha: Jueves-15-06-2023 |
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Contratiempo
Por: Jotamario Arbeláez
Creo haber nacido
un día que Dios estuvo recuperado de la enfermedad que le aplicó el
poeta peruano César Vallejo como justificación de sus infortunios.
Yo padecí en mis primeras edades sólo los necesarios para verificar
que mi cuerpo y mi espíritu no eran del todo insensibles. La ruptura
a los 27 con el primer amor que pensaba iba a ser eterno como en
realidad lo fue. La caída progresiva del cabello sobre mis platos de
sopa, que años después me conjuró el dermatólogo. Una carraspera
reiterativa que me impidió concentrarme en los besos de cine. La
sensación de que no iba a ser el mejor poeta de la época como le
prometí a mi papá con el fin de que me prestara plata para
instalarme en la capital.
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rebeldes. Y preparar el camino para la segunda venida. Terrestre y extraterrestres, si así puede decirse, me dieron la bienvenida, prometiendo que me llevarían de la mano a través del lapso que se me tuviere acordado. Y que en el camino, mientras se operaba mi conversión, me sucederían maravillas. Habiéndome de cuidar, eso sí, de las posibles acechanzas del demonio.
El día de la llegada del hombre a la luna me encontré en la emisora donde nos entrevistaban con una bella mujer que parecía selenita por la propiedad con que hablaba del satélite, al que yo había llegado la noche anterior por hipnosis para vislumbrar con anticipación la llegada de Armstron y Aldrin, para mi Informe Inconforme por Todelar. Era la Maga Atlanta, quien a partir de ese momento me llevó de la mano por los territorios del amor milagroso. Tenía una hija que iba a cumplir 3 años, a quien rebauticé como María de las Estrellas. Y mientras la Maga leía el tarot a legiones de consultantes en el pasaje de los hippies, yo la iba sumergiendo en la poesía, leyéndole libros y estimulando y copiando sus chispeantes improvisaciones, y haciéndolas publicar en revistas y periódicos y en el libro El mago en la mesa, cuando tenía siete años, cuando ganó también el Premio del Congreso de Brujería con su noveleta La casa del ladrón desnudo.
Era una de las proezas prometidas por los maestros, como los premios de poesía que me otorgaron, los viajes por el mundo, el afecto de mis grandes amigos y de las publicaciones que me cedieron sus páginas. A esa culminación de mi tarea que es la edición de Mi reino por este mundo, hecha por el FCE, debo anteponer la obra de María de las Estrellas, el amor más grande que me cupo en la vida y el dolor más grande con su partida. Su obra completa está lista para edición bilingüe en París, en traducción de Boris Monneau, lo que significaría la
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consagración de una niña genio desdichadamente accidentada a los 13. Y la glorificación de los cromosomas de sus padres Leonor y Eduardo.
He cumplido. La obra y ejemplo de los nadaístas queda en la cresta de la ola. Sólo me quedaría por contemplar la ansiada segunda venida, pero acabo de redescubrir en mis archivos La vida futura de Jesús, que escribió María en Taganga a los 8 años sin intervención o guía de mi parte. Se basaba en las prédicas cristianas de los domingos y en su propia percepción patafísica.
He vivido la
reciente experiencia de la muerte anunciada y a ella he sobrevivido
con las aclamaciones de mi público y mis amigos. Sin embargo,
presiento a cada minuto que un cuchillo afilado y falaz se acerca a
mi yugular. Debe ser el demonio, me digo. Pero el demonio no existe,
según el Papa.
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