EDITORIAL
Pereira se
derrite
Pereira se derrite. La intensa ola de calor que acaece la capital
del eje se expresa en una irrazonable incomodidad, con temperaturas
que han oscilado entre 28º y 32º, sin embargo, este no va ser el
fin, según el Sistema de Gestión Ambiental del CVC, existe una alta
probabilidad de que, en los próximos meses, el Fenómeno del Niño
impacte a Colombia, llevándonos a tener temperaturas incluso más
altas. Sin embargo, las temperaturas hasta el momento experimentadas,
no se pueden comparar con ciudades tales como: Barranquilla,
Cartagena, Santa Marta y Riohacha, entre otras que han llegado a
tener sensaciones térmicas que oscilan entre los 41º y los 45º
grados centígrados.
No obstante, en Pereira sucede un fenómeno que nos podría colocar
casi en el mismo nivel de incomodidad que estas grandes ciudades. La
primera de estas razones se expresa y evidencia con gran fuerza, en
ciertas horas pico, en donde no cabe un sólo carro más en la ciudad,
lo grandes trancones que la ciudad experimenta es una clara razón
del porque el calor se pronuncia con una mayor intensidad, es decir;
el dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO), óxidos de
nitrógeno (NOx), hidrocarburos no quemados (HC), compuestos de plomo,
anhídrido sulfuroso y partículas sólidas, llevan a la ciudad a
experimentar una sensación térmica mucha más alta de lo que en
verdad se puede llegar a ser.
El gran flujo de automóviles que la capital posee, se expresa en un
impecable daño al medio ambiente, sumado a esto la constante tala de
árboles, que por ejemplo en el sector del Centro de Pereira se
genera una fuerte diferencia a lo que era ya hace algunos años.
Estas dos razones, sumada a muchas otras más, condenan a la capital
del eje a una de sus mayores temporadas de calor. Al cual sólo
podemos ver los daños que hemos producido, para así no seguir
repitiendo los daños ambientales que nos han llevado a esta incómoda
situación, permitiéndonos generar nuevas estrategias, que nos lleven
a transformar y mejorar nuestras prácticas ambientales.
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Colombia,
en manos siniestras
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Colombia es el
símbolo del narcotráfico en el mundo, donde los colombianos van, van
impregnados de ese olor no a guayaba madura sino a polvo de los
caminos. La gran mayoría de habitantes de este planeta consume algún
alucinógeno para apartarse de la realidad cotidiana.
Los 60s fue la década más gloriosa para Colombia, en esa década el
país tuvo las bonanzas económicas que jamás volverá a tener. Pero la
ineptitud de unos políticos y unos periodistas fastidiaron el poder
haber alcanzado lo que hoy todos buscan alcanzar.
Luis Carlos Galán fue el mayor fastidiador del futuro social y
económico junto con Guillermo Cano en Colombia. Si analizamos lo que
está pasando hoy en día con estos negocios llamados ilícitos y que
millones de personas participan en el cómo negociantes o simplemente
usuarios.
No es que los
colombianos sean colonia de USA, son colonia de un grupo de personas
nativas que han manejado su colonia no como los españoles sino como
aprendices de gobernantes de lo que les dejaron los colonizadores.
El problema aquí es que se han creído sabios, cultos y visionarios
de su propia desgracia.
Estos personajes son los que están entronizados haciendo leyes y
decretos creyendo que lo hacen bien y fomentando el crimen
organizado y criminalizando la sociedad por qué no hacen lo que
ellos ordenan y así meterle la mano al bolsillo, bolsillo roto por
lo demás de tanto pagar impuestos y vivir sin la posibilidad de
alcanzar un mínimo lote de bienestar social.
Pablo Escobar
salvó a más gente de la miseria que Galán, ahora sus hijos y familia
hoy se devoran parte del erario por ser la familia del mártir. Mas a
Gaitán, lo enterraron en su propia casa para poder continuar
devastando al país con sus crimines y la familia del caudillo vivió
arrinconada por el Estado.
Las largas filias que hacen millones de colombianos para conseguir
una cita médica o su medicina es lo que el pueblo está recibiendo de
lo que hay de gobierno de turno. Las EPS y los centros de salud no
son la forma idónea de manejar la salud de los colombianos.
Los Ministros y sus oficinas son tiendas de campaña políticas que
siempre están en campaña mientras la población lucha por subsistir
como lo que apenas deja hacer el establecimiento. Si eres empleado
público sobrevives, pero con contrato de prestación de servicios y
pagando todas las prestaciones.
La realidad es vergonzosa por donde se le mire para un país que
podría estar bien posicionado en el concierto mundial, porque no hay
que envidiarle a ningún país lo que ellos tienen, aquí lo tenemos
todo. Pero lo que si tenemos en exceso son peajes donde esquilman a
los choferes.
Colombia no es un país dividido políticamente, ni económicamente, es
un país mancillado por las esferas gobernantes que no dejan que
todos sean iguales, han creado los estratos sociales para demostrar
que ellos son los que mandan y se olvidan que ellos son del montón,
unos patirajados.
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La Nueva Granada es una región que
sufre por el mal manejo y sus divisiones que hicieron unos
separatistas y que hoy todos corren a refugiarse en la casa del
hermano que vive en la otra región. No nos unimos porque nos han
creado odios y fastidios a nuestra propia familia. Espero que
entendamos que simplemente somos seres con necesidades iguales y que
buscamos un espacio para alcanzar el nicho donde poder descansar
hasta el último día.
En qué lee Gustavo
Álvarez Gardeazábal
Por: Gustavo Álvarez
Gardeazábal
Reseña de VATICANGATE de
Vincens Lozano publicado
por Roca Editorial
Audio: https://www.spreaker.com/episode/54473449
El misterio, los silencios y la sapiencia de dos mil años dan para que alrededor
del Vaticano se especule y más por estos días del Internet, los espionajes
electrónicos y las actuaciones exageradas de obispos y cardenales.
El reportero vaticanólogo Vincens Lozano ha publicado un nuevo libro sobre el
Vaticano. Esta vez para defender a Francisco y presuntamente desmenuzar la
conspiración que desde los cuatro puntos cardinales se ha dizque montado contra
el papa argentino.
El libro, a veces, usa la descripción imaginativa de la intriga que se percibe,
pero no puede demostrarse. Repasa, otras veces sin mucha profundidad, los focos
primordiales donde se concentran los enemigos del papa, pero no lo exculpa de
las acusaciones de izquierdista que le hacen fundamentalmente en Estados Unidos,
Alemania y Bélgica.
Identificando a los cardenales que acaudillan las imaginarias congregaciones
conservadoras, el autor pretende, sin lograr más que la expectativa, barruntar
que la final del cónclave próximo será entre el conservador Peter Erdo y el
filipino Luis Tagle, que es la figura cimera de los partidarios de Francisco.
Empero, exagera tanto en construir esa conspiración contra el papa, que se
olvida de explicar como Francisco apoyando el tal Camino Sinodal, asamblea de
curas y fieles progresistas, está dividiendo la Iglesia.
El libro más bien prefiere promover con ribetes cándidos la candidatura para
papa del arzobispo de Lima, Carlos Castillo, que ni siquiera es cardenal. Lo
justifica diciendo que fue a quien nombró Francisco para reemplazar al ultragodo
cardenal Cipriani, defenestrado por la misma época en que botaron por la ventana
del despacho pontificio al Opus Dei.
Pero como la obsesión de mostrar al papa rodeado de enemigos es delirante, no
alcanza a medir que los sobrevivientes del Opus Dei pueden albergar la venganza
como única esperanza contra el desbarajuste peronista que creó el papa argentino
dentro de la Iglesia tradicional.
Es un libro tendencioso, que radiografía los distintos cubículos conservadores
que se oponen a Francisco pero no es capaz, extrañamente, de hacer lo mismo con
el listado de cardenales y dicasterios que aprueban al papa y su doctrina del
Camino Sinodal, que hasta un cisma puede producir.
El Porce, junio 18 del 2023
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