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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición:13.105-685

Fecha: Jueves-13-07-2023

 

El poeta nuestro de cada día

 

Por: Jotamario Arbeláez


De nuevo en Medellín, en el 33 Festival Internacional de Poesía, esta vez bajo el lema: “Migración desde la muerte a la vida”, cosa que me acaba de suceder y que me dejó el lazarillo de “el resucitado”. 104 consagrados poetas de 60 países del mundo merodean orondos por la ciudad, el Gran hotel, los recintos donde los aclaman multitudes para su asombro, y la mayoría se apresta para saltar a Caracas al Festival paralelo y a participar en el Primer Congreso del Movimiento Poético Mundial, en defensa de la vida y de la paz, bajo el impulso del poeta Fernando Rendón, quien con sus contactos planetarios en más alto punto ha logrado posicionar la poesía en uestro mundo.

El periódico El Colombiano puso el grito en el cielo porque entre los poetas invitados estuviera un ruso, como si los poetas rusos fueran los que bombardean en Ucrania y viniera a justificarnos la guerra o a rematar al gastrónomo Facio Lince. Es como si al Festival de Poesía de Dinamarca no invitaran a Colombia por ser considerado uno de los países más violentos del mundo. Como si nuestra labor no consistiera en lavar esa afrenta. Allí fui a leer mis poemas contra la guerra, que me fueron extendidos a Elsinky, Malmo y Berlín, donde aproveché para patear su muro y no me dijeron nada. Me regalaron otro par de zapatos y guardaron los viejos como testimonio.

Tal vez por quebrantos leves de salud no alcance a acceder al Congreso poético, pero les dejo algunas sencillas palabras sobre mi pulsión con la poesía y mis deseos hacia el éxito propuesto:

 

“Tan importante como confeccionar

 

 

 

su poema, sigue siendo labor del poeta justificar su existencia en un mundo donde tiene poca cabida. No es su producto un bien de consumo de primera necesidad, se supone, pues el mundo bien podría vivir sin la poesía, se dice, sin percatarse que de la poesía emanó la idea de Dios, de la belleza, del amor, de la fraternidad de los hombres. Pues “lleno está de méritos el hombre, mas no por ellos, sino por la poesía, hace de esta tierra su morada”, lo dijo Hölderlin.

Hasta las regiones del infierno, del purgatorio y del cielo incursionó un poeta supremo para cifrar castigos y premios por el comportamiento en la tierra. La poesía puede llegar a ser, y de hecho lo es, una labor de artesanos de la palabra, forjadores de sueños a martillazos. La poesía debe ser hecha por todos, y no por uno, dijo uno de los más grandes, y aquí vamos todos tejiendo la tela. Punto cadeneta punto, y por lo general destejiéndola por la noche. Porque el poema va para largo.

El que tiene alma de poeta habita dos mundos, el deficiente que le fue dado mediante el ardor de unos labios, y el que él compone con las imágenes en la forja de la palabra. Con tales términos del poeta el mundo se amuebla. En ocasiones se desarma. Y laten más acompasados los corazones. Pero convengamos en que con el poema no va a cambiar el mundo de órbita, ni se van a limpiar las escorias adquiridas o hereditarias. A lo sumo con él se crearon dioses, para echarles la culpa de la zozobra. Tanto como cantor de las bellezas de mundo el poeta tiene el deber de ser el vindicador por medio de la palabra. No puede permanecer impávido ante las artimañas de la violencia y del miedo.

Con poemas se comunican almas gemelas, se hace compañía el solitario, supera sus barrotes el cautivo, se da espera el desesperado. Por un poeta que llega al baile de coronación y saca la reina, hay millones que se quedan como espermatozoides comiendo pavo, pero felices por haber hecho el camino.

 

No todo poeta tiene que desembocar  en Dante o en Safo, como no todo

 

 

 

sastre culminar en Saville Row ni todo ciclista en el Giro. Pero con un haikú venturoso quedó para siempre plantado un otoño de la dinastía Tang. Borges se celebró a sí mismo como “Un poeta menor de la antología”: “De ti sólo sabemos, oscuro amigo, / que oíste al ruiseñor, una tarde”. Con el poema se mantiene vivo el difunto, el poema sigue dando más testimonios de viaje que la Kodak descontinuada. Kodak se llamaba precisamente el libro de poemas de Blaise Cendrars en su viaje por el Brasil.

La poesía, como la imaginación para Santa Teresa, ha sido considerada la loca de la casa. Por donde da vueltas y revueltas para que las cosas se vean mejores que como las entregan los ojos. Poetas modernos, no contentos con la poesía urbana que se montó sobre la bucólica, se han dedicado a confeccionar poemas de entrecasa. No porque alguna poesía “decore” es indecorosa. Algunos practican el poema a manera de diario, para contar, en las rondas del devenir, las alegrías y las tristezas, el esplendor del paisaje y las tinieblas interiores, el pasmo frente al milagro y el pavor ante la injusticia.

No todos los días el cuerpo es el mismo pues un sol distinto lo alumbra. Y la vida, que es secuencia de visiones, audiciones, saboreos, caricias y sentimientos, más la reflexión sobre ellos, merece que se le lleve su hoja de ruta. Para buscarse y encontrarse en el intimismo mismo. Aceptando que la poesía pueda usarse a la manera del espejo del tocador, para preguntarse cómo hacer el mundo más bello.

 

Debe el poema circular a diario como el pan nuestro de cada día. Marcar el ritmo de la vida con cavilaciones que vayan de la satisfacción al desasosiego, del esplendor a la desesperanza, de la fascinación al oprobio. Y donde termine por campear el amor y la doliente compasión por los infortunios de la inerme criatura humana.

Danos Señor palabras para cumplir con el poema nuestro de cada día.

 

 

 

 

  

 

 

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