Pereira, Colombia - Edición:13.107-687

Fecha: Martes-18-07-2023

 

COLUMNISTAS

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¿De qué manera la prensa afecta el desarrollo de una nación?

 

 

Edgar Cabezas

 

Lo mejor que tiene la gente del eje cafetero, en especial la gente de Risaralda es que siempre intentan hacer lo correcto. Lo propio es hacer lo que piensa la multiculturidad en la gran diversidad biológica y paisajística en cuyos suelos de Colombia se produce el café con el aroma más intenso, que permiten distinguir sus notas más deliciosas y características: afrutado, floral, fresco; tanto así que un escritor, compañero de viaje de los 75 años de este diario online tiene una columna titulada mi país del tinto.

Y es que el Imparcial es fruto de los trabajadores y empresarios del café, por ubicar sus ideas y presentar las noticias desde el centro del paisaje cultural cafetero, que es el dinamizador del desarrollo comercial e industrial del occidente colombiano por donde transitan y comercian obligatoriamente los pensamientos y productos del mercado entre los departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y Valle del Cauca.

El Imparcial también es un reflejo de la hospitalidad de la gente, de esa que es madrugadora, morena, querendona y en noches de ecología y poesía aún es trasnochadora. Por eso el Imparcial mantiene su independencia y consiente la libertad de sus periodistas, su línea editorial es pluralista, los columnistas que participan escriben a su arbitrio y sin censura para presentar la realidad desde diferentes puntos de vista, que posibiliten una mejor comprensión de los hechos que son noticia, sin incurrir en noticias falsas.

La prensa que es la síntesis diaria de la inteligencia humana, está destinada a informar sobre el contenido de los avances, retrocesos, aciertos y desaciertos de la economía política, inmersa en asuntos tan diversos y complejos generados por la ciencia, las artes, la tecnología, los deportes, el entretenimiento, la informática, la paz y la guerra en el contexto de la fragilidad humana.

La prensa imparcial tiene que producir la información y la noticia de manera veraz y objetiva, porque ella sabe que propaga y multiplica a través del conjunto de todos los medios, orales, visuales y escritos los valores culturales que influyen en la determinación de las actitudes y conductas de la gente, mediante el acondicionamiento de ideas por asociación a imágenes atractivas; adulación de las tendencias, emulación de comportamientos, prestigio alrededor de las personas y de los bienes materiales de su propiedad, que fabrican las emociones y motivaciones que remodelan el marco de referencia de los individuos en materia política, social y comercial.

Si bien es cierto que la libertad de prensa consiste en la libertad de expresión para buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole; la libertad de expresión no permite las expresiones que inciten a la violencia en contra de un individuo o de un grupo de personas con el único propósito de fomentar el escándalo público y, provocar en la sociedad civil el anhelo de retaliación y venganza, mediante la infamia y la calumnia contra las personas que participan en las decisiones de las empresas públicas y privadas.

Infortunadamente la prensa hegemónica en Colombia contribuye a la polarización y agudización del conflicto violento que viven los colombianos, al presentar una parte del acontecimiento social por el todo, haciendo ver reiteradamente el peligro al que las multitudes están sometidas, por la corrupción y el crimen proveniente del enemigo externo, que quiere llevar al país a imagen y semejanza de Cuba y Venezuela.
 

¿Qué tan imparcial puede ser la prensa?

 


Álvaro Ramirez Gonzalez

 

 

Esta es la pregunta que se hacen todos, desde las pequeñas comarcas, hasta las grandes ciudades del planeta.

La prensa ha sido llamada “ el cuarto poder”.

Ese calificativo es real, por que la popularidad y la sostenibilidad de quienes gobiernan a los pueblos, está fuertemente ligada a la opinión que tengan sus votantes.

La política es compleja y muchas veces falsa.

Es casi imposible eschuchar a un político diciendo la verdad. Y menos en un lenguaje sencillo y claro.
 

La prensa debe lidiar con eso y convivir con
 

 

 

la complejidad y falsedad de la política.


Mantener un medio como el Imparcial por tantos ańos es una labor titánica.

Y hacerlo sin venderle la conciencia al gobernante de turno, mucho más difícil.

 

Medios como la Revista Semana, perdieron su mayor patrimonio, por haberse vendido al Gobierno Santos.

Su mejor patrimonio eran sus suscriptores.

Mis mejoras deseos para el futuro del Imparcial.

 

 LA MALA PRENSA Y SUS EFECTOS COLATERALES

 

 

POR.- I.A. IVAN R. PULIDO


Una prensa libre puede ser buena, regular o mala, pero sin libertad, nunca podrá aspirar a la excelencia y mucho menos cumplir con su objetivo primordial de promover la reflexión democrática que nos incumbe a todos como ciudadanos.

Para que todo ciudadano participe de forma igualitaria en temas políticos, religiosos, culturales y / o raciales entre otros para decidir razonablemente y escoger sus gobernantes, debe indiscutiblemente poder debatir y discutir con libertad, basado en información ética y sin restricciones irracionales.

Del mismo modo centrarse en los principios de libertad, igualdad, justicia social, fraternidad, pluralismo, liberalismo, participación y respeto a las minorías, para lograr integrarse a la verdadera democracia, que le permita organizar movimientos, asociaciones y partidos, que presupongan por demás libertad de expresión y prensa.

Por tanto, igualmente, alinearse a la filosofía del bien común como objetivo superior al bien individual, acomodarse a la discusión y conciliar en el consenso de expresión de todas las posiciones.
No obstante, en el caso del periodismo colombiano, vale resaltar el periodo en que ha experimentado los niveles más altos de violencia en estas últimas cinco décadas, para comprender las transformaciones del oficio y el análisis que permitirá establecer su interrelación con el conflicto armado para concluir respecto al daño ocasionado en la sociedad, la real determinación de no repetición a futuro y la valoración colectiva significativa del periodismo para la sociedad y su democracia.

Campaña que debe ir acompañada con la lucha del Estado contra la impunidad, un  mensaje claro de que las vidas de periodistas deben ser altamente valoradas y ser considerados como uno de los poderes de la sociedad.

Por ese solo hecho de haber quedaron involucrados de inmediato en el conflicto, al darle voz a la comunidad para comunicar con veracidad sobre los propósitos de sus actores, que los interpuso como eventuales enemigos con su presencia en los territorios de su dominio.

Situación que dio origen a una violencia directa ejercida contra los periodistas, por parte de organismos no estatales organizados por los grupos armados civiles y otros actores integrados por políticos corruptos que han participado en el hostigamiento, amenaza o asesinato de un número elevado de periodistas, casos en la mayoría aun no esclarecidos en forma adecuada, sin pruebas que precisen responsabilidad de autoría, como el caso del asesinato de Guillermo Cano director del Espectador en 1996, o el caso de grupos armados que dieron muerte a periodistas por considerarlos colaboradores de sus opositores, como el caso de Jaime Garzón en 1.984, sin embargo evidente hasta hoy, el resumen de más de 150 periodistas asesinados por razones ligadas a su oficio, en el que el mayor de los riesgos han provenido de la revelación de actividades ilícitas de grupos corruptos y de traficantes de drogas ilícitas, aspecto que sin embargo, no ha logrado amedrantar a los medios Colombianos, ni ceder a pesar de las más fuertes y evidentes presiones.

Pensamos que la libertad de expresión nunca podrá ser causa de derecho absoluto, por esa lógica consideración de no dañar lo que consideremos valioso, ejemplo de ello, el uso de la incoherencia para incitar al odio, razón que motiva al raciocinio de la igualdad de condiciones para todos.


Quienes pregonan la libre expresión sin normas, olvidan que informar con términos racistas, xenófobos homófobos, y otros temas con fanatismo, conllevan al descredito social, el ánimo al triunfo, solo debe inmiscuir para la derrota las mejores razones soportadas, nunca desoyendo o prohibiendo la libertad de expresión, piedra angular no solo de la democracia sino del progreso.

Las leyes que criminalizan la apología y discurso del odio, son vagas y disponibles al abuso, razón que aprovechan los regímenes autoritarios para adoptarlas con ganas, estados que con leyes de ese estilo posibilitan agresivas condenas, contra quienes les acusen de corruptos o de delincuentes.

Colombia ha estado sumergido en una guerra discontinua desde 1964, conflicto, no solo armado sino también político, económico y social; que ha cobrado alrededor de 7 millones de víctimas, que en asocio a la ilegalidad del narcotráfico han involucrado a Estado, guerrillas y bandas criminales y los grupos paramilitares de extrema derecha, se  consideran como causas políticas económicas y sociales de la violencia bipartidista en Colombia: por el problema histórico de las tierras despojo  y concentración en pocas manos, sumada a

 

 

la falta de una reforma agraria efectiva, y en general ideologías o plataformas de partidos políticos que se han desenvuelto en campañas de azules contra rojos, izquierda contra derecha, y con algo más de peligro buenos contra malos, todos síntomas incitadores a una nueva revuelta civil colombiana, todo por la intolerancia política sectarista entre liberales y conservadores, estable en el tiempo, con dos visiones del mundo sustancialmente opuestas, casi irreconciliables.

Sus protagonistas suelen ser los partidos políticos, los líderes políticos y de opinión, y los medios masivos de comunicación, sus espacios más comunes las elecciones, los debates formales e informales, los medios de comunicación tradicionales y, de forma reciente, internet, con sus foros de lectores, blogs y redes sociales.
La diversidad de opiniones en Colombia, se ha ido a los extremos y se relaciona más con corrientes de pensamiento político, social o económico de sus líderes en particular, que, por posiciones ideológicas partidistas, que perdieron ya su hegemonía por varias décadas.

Partidos obligados a su polarización y unión con sus antiguos oponentes para evitar la extinción por física falta de ideas y espacios democráticos para intercambio de la discusión pública y debate de competencia de ideas, únicas válvulas de escape para su supervivencia como Instituciones para acceder al poder a los cargos y de influir en las decisiones políticas, convirtiéndose así de manera precisa, en Instituciones complementarias para ejercer oposición en busca de prebendas electorales burocráticas.

Sin embargo, la polarización actual en la mayoría de los casos, se convierte en emblema de poderes, de lealtades y de liderazgos personales, para obtener las mayorías, tras una serie de vendettas entre proyectos personales de líderes políticos y sus cambios constantes de toldas, y no una radicalización de apuestas ideológicas.

En realidad, el mayor tema de importancia que parece dividir a los colombianos, aunque no lo haga como sus detractores y suscriptores lo sugieren, es la negociación entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc en La Habana.

Curiosamente división más en cuestión de detalles que de fondo, quienes se oponen a la negociación tienen, sobre todo, preguntas sobre la forma como se negocia y no sobre el hecho de que se esté negociando, razón que ha motivado a uno de los grupos oponentes al cumplimiento del acuerdo de paz, a volverlo trizas, más a causa de intereses particulares creados y desacuerdos entre sus políticos que puede afectar la democracia siempre y cuando se sustente con base en egos personales y apuestas políticas individuales, que trasciendan a peleas personales, disputas de poder y no una competencia sana entre ideologías profundas para beneficio del presente y futuro del país., concluyendo tristemente que las ideologías son las grandes ausentes en esa polarización ficticia, manipulada por falsas noticias derivadas de la mala prensa, que no acata la ley y el orden constitucional, pero que si incide en la aceleración del conflicto, y promoción de odio contra sus oponentes.

Ante un problema como el relacionado que hoy vive Colombia, lo más indicado deberá ser la intervención de la academia, sin temor a salir de los claustros y realizar los aportes que califiquen las discusiones y ocupen con alternativas viables los enormes vacíos que existen en el debate público sobre los problemas comunes.

Colombia ha demostrado que el 80% de su población acata la democracia, siempre y cuando por supuesto, acompañada del debate, discusión pública, competencia respetuosa, tolerante y firme en ideas.
Nos atrevemos a afirmar que el deteriorado estado de la libertad de prensa en Colombia tiene su origen en la corrupción de las élites políticas, el crimen organizado que se codea con figuras públicas, los intereses privados de los monopolios económicos y la irreverencia frente a los derechos humanos, tendencias que para nuestro país, ha marcado fuertemente el aumento de la violencia, impunidad inseguridad, desconcierto socioeconómico y obstrucción del buen desarrollo de la corresponsalía.

Así, resta concluir que América Latina tristemente hace parte de un continente golpeada por las intimidaciones y repetición de violaciones año tras año, sin castigo alguno para sus detractores.
Ahora bien, las agresiones y homicidios no son las únicas razones del lamentable estado de la libertad de prensa, también lo son el escaso acceso a la red de internet, la concentración de la información en pocas manos, la inequitativa distribución de las frecuencias de difusión y el poco pluralismo de los medios de comunicación.

Todos aspectos relacionados que muestran con gran rudeza los efectos nocivos que suponen para una sociedad desigual, el no asegurar la libertad periodística, el no respaldar la soberanía popular y participación democrática, que en otras palabras, trasciende en secuelas de faltas de, autonomía, desarrollo personal y aporte cultural de los ciudadanos a la sociedad, derivadas por campañas políticas financiadas ilegalmente, corrupción, trampas electoreras, manipulación de discursos, amarillismo del poder sobre la información y el no poder intervenir para definir quién o quiénes los representen éticamente en los debates públicos.

 

 

  

 

 

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