¿De qué manera la prensa afecta el desarrollo de una nación?
Edgar Cabezas
Lo mejor que tiene la gente del eje cafetero, en
especial la gente de Risaralda es que siempre intentan hacer lo
correcto. Lo propio es hacer lo que piensa la multiculturidad en la
gran diversidad biológica y paisajística en cuyos suelos de Colombia
se produce el café con el aroma más intenso, que permiten distinguir
sus notas más deliciosas y características: afrutado, floral,
fresco; tanto así que un escritor, compañero de viaje de los 75 años
de este diario online tiene una columna titulada mi país del tinto.
Y es que el Imparcial es fruto de los trabajadores y empresarios del
café, por ubicar sus ideas y presentar las noticias desde el centro
del paisaje cultural cafetero, que es el dinamizador del desarrollo
comercial e industrial del occidente colombiano por donde transitan
y comercian obligatoriamente los pensamientos y productos del
mercado entre los departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y
Valle del Cauca.
El Imparcial también es un reflejo de la hospitalidad de la gente,
de esa que es madrugadora, morena, querendona y en noches de
ecología y poesía aún es trasnochadora. Por eso el Imparcial
mantiene su independencia y consiente la libertad de sus
periodistas, su línea editorial es pluralista, los columnistas que
participan escriben a su arbitrio y sin censura para presentar la
realidad desde diferentes puntos de vista, que posibiliten una mejor
comprensión de los hechos que son noticia, sin incurrir en noticias
falsas.
La prensa que es la síntesis diaria de la inteligencia humana, está
destinada a informar sobre el contenido de los avances, retrocesos,
aciertos y desaciertos de la economía política, inmersa en asuntos
tan diversos y complejos generados por la ciencia, las artes, la
tecnología, los deportes, el entretenimiento, la informática, la paz
y la guerra en el contexto de la fragilidad humana.
La prensa imparcial tiene que producir la información y la noticia
de manera veraz y objetiva, porque ella sabe que propaga y
multiplica a través del conjunto de todos los medios, orales,
visuales y escritos los valores culturales que influyen en la
determinación de las actitudes y conductas de la gente, mediante el
acondicionamiento de ideas por asociación a imágenes atractivas;
adulación de las tendencias, emulación de comportamientos, prestigio
alrededor de las personas y de los bienes materiales de su
propiedad, que fabrican las emociones y motivaciones que remodelan
el marco de referencia de los individuos en materia política, social
y comercial.
Si bien es cierto que la libertad de prensa consiste en la libertad
de expresión para buscar, recibir y difundir informaciones e ideas
de toda índole; la libertad de expresión no permite las expresiones
que inciten a la violencia en contra de un individuo o de un grupo
de personas con el único propósito de fomentar el escándalo público
y, provocar en la sociedad civil el anhelo de retaliación y
venganza, mediante la infamia y la calumnia contra las personas que
participan en las decisiones de las empresas públicas y privadas.
Infortunadamente la prensa hegemónica en Colombia contribuye a la
polarización y agudización del conflicto violento que viven los
colombianos, al presentar una parte del acontecimiento social por el
todo, haciendo ver reiteradamente el peligro al que las multitudes
están sometidas, por la corrupción y el crimen proveniente del
enemigo externo, que quiere llevar al país a imagen y semejanza de
Cuba y Venezuela.
¿Qué tan imparcial puede ser la prensa?
Álvaro Ramirez Gonzalez
Esta es la pregunta que se hacen todos, desde las pequeñas comarcas,
hasta las grandes ciudades del planeta.
La prensa ha sido llamada “ el cuarto poder”.
Ese calificativo es real, por que la popularidad y la sostenibilidad
de quienes gobiernan a los pueblos, está fuertemente ligada a la
opinión que tengan sus votantes.
La política es compleja y muchas veces falsa.
Es casi imposible eschuchar a un político diciendo la verdad. Y
menos en un lenguaje sencillo y claro.
La prensa debe lidiar con eso y convivir con
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la complejidad y falsedad de la política.
Mantener un medio como el Imparcial por tantos ańos es una labor
titánica.
Y hacerlo sin venderle la conciencia al gobernante de turno, mucho
más difícil.
Medios como la Revista Semana, perdieron su mayor patrimonio, por
haberse vendido al Gobierno Santos.
Su mejor patrimonio eran sus suscriptores.
Mis mejoras deseos para el futuro del Imparcial.
LA MALA PRENSA Y SUS
EFECTOS COLATERALES
POR.- I.A. IVAN R. PULIDO
Una prensa libre puede ser buena, regular o mala, pero sin libertad,
nunca podrá aspirar a la excelencia y mucho menos cumplir con su
objetivo primordial de promover la reflexión democrática que nos
incumbe a todos como ciudadanos.
Para que todo ciudadano participe de forma igualitaria en temas
políticos, religiosos, culturales y / o raciales entre otros para
decidir razonablemente y escoger sus gobernantes, debe
indiscutiblemente poder debatir y discutir con libertad, basado en
información ética y sin restricciones irracionales.
Del mismo modo centrarse en los principios de libertad, igualdad,
justicia social, fraternidad, pluralismo, liberalismo, participación
y respeto a las minorías, para lograr integrarse a la verdadera
democracia, que le permita organizar movimientos, asociaciones y
partidos, que presupongan por demás libertad de expresión y prensa.
Por tanto, igualmente, alinearse a la filosofía del bien común como
objetivo superior al bien individual, acomodarse a la discusión y
conciliar en el consenso de expresión de todas las posiciones.
No obstante, en el caso del periodismo colombiano, vale resaltar el
periodo en que ha experimentado los niveles más altos de violencia
en estas últimas cinco décadas, para comprender las transformaciones
del oficio y el análisis que permitirá establecer su interrelación
con el conflicto armado para concluir respecto al daño ocasionado en
la sociedad, la real determinación de no repetición a futuro y la
valoración colectiva significativa del periodismo para la sociedad y
su democracia.
Campaña que debe ir acompañada con la lucha del Estado contra la
impunidad, un
mensaje claro de que
las vidas de periodistas deben ser altamente valoradas y ser
considerados como uno de los poderes de la sociedad.
Por ese solo hecho de haber quedaron involucrados de inmediato en el
conflicto, al darle voz a la comunidad para comunicar con veracidad
sobre los propósitos de sus actores, que los interpuso como
eventuales enemigos con su presencia en los territorios de su
dominio.
Situación que dio origen a una violencia directa ejercida contra los
periodistas, por parte de organismos no estatales organizados por
los grupos armados civiles y otros actores integrados por políticos
corruptos que han participado en el hostigamiento, amenaza o
asesinato de un número elevado de periodistas, casos en la mayoría
aun no esclarecidos en forma adecuada, sin pruebas que precisen
responsabilidad de autoría, como el caso del asesinato de Guillermo
Cano director del Espectador en 1996, o el caso de grupos armados
que dieron muerte a periodistas por considerarlos colaboradores de
sus opositores, como el caso de Jaime Garzón en 1.984, sin embargo
evidente hasta hoy, el resumen de más de 150 periodistas asesinados
por razones ligadas a su oficio, en el que el mayor de los riesgos
han provenido de la revelación de actividades ilícitas de grupos
corruptos y de traficantes de drogas ilícitas, aspecto que sin
embargo, no ha logrado amedrantar a los medios Colombianos, ni ceder
a pesar de las más fuertes y evidentes presiones.
Pensamos que la libertad de expresión nunca podrá ser causa de
derecho absoluto, por esa lógica consideración de no dañar lo que
consideremos valioso, ejemplo de ello, el uso de la incoherencia
para incitar al odio, razón que motiva al raciocinio de la igualdad
de condiciones para todos.
Quienes pregonan la libre expresión sin normas, olvidan que informar
con términos racistas, xenófobos homófobos, y otros temas con
fanatismo, conllevan al descredito social, el ánimo al triunfo, solo
debe inmiscuir para la derrota las mejores razones soportadas, nunca
desoyendo o prohibiendo la libertad de expresión, piedra angular no
solo de la democracia sino del progreso.
Las leyes que criminalizan la apología y discurso del odio, son
vagas y disponibles al abuso, razón que aprovechan los regímenes
autoritarios para adoptarlas con ganas, estados que con leyes de ese
estilo posibilitan agresivas condenas, contra quienes les acusen de
corruptos o de delincuentes.
Colombia ha estado sumergido en una guerra discontinua desde 1964,
conflicto, no solo armado sino también político, económico y social;
que ha cobrado alrededor de 7 millones de víctimas, que en asocio a
la ilegalidad del narcotráfico han involucrado a Estado, guerrillas
y bandas criminales y los grupos paramilitares de extrema derecha,
se consideran como causas políticas económicas y sociales de
la violencia bipartidista en Colombia: por el problema histórico de
las tierras despojo y concentración en pocas manos, sumada a
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la falta de una reforma agraria efectiva, y en general ideologías o
plataformas de partidos políticos que se han desenvuelto en campañas
de azules contra rojos, izquierda contra derecha, y con algo más de
peligro buenos contra malos, todos síntomas incitadores a una nueva
revuelta civil colombiana, todo por la intolerancia política
sectarista entre liberales y conservadores, estable en el tiempo,
con dos visiones del mundo sustancialmente opuestas, casi
irreconciliables.
Sus protagonistas suelen ser los partidos políticos, los líderes
políticos y de opinión, y los medios masivos de comunicación, sus
espacios más comunes las elecciones, los debates formales e
informales, los medios de comunicación tradicionales y, de forma
reciente, internet, con sus foros de lectores, blogs y redes
sociales.
La diversidad de opiniones en Colombia, se ha ido a los extremos y
se relaciona más con corrientes de pensamiento político, social o
económico de sus líderes en particular, que, por posiciones
ideológicas partidistas, que perdieron ya su hegemonía por varias
décadas.
Partidos obligados a su polarización y unión con sus antiguos
oponentes para evitar la extinción por física falta de ideas y
espacios democráticos para intercambio de la discusión pública y
debate de competencia de ideas, únicas válvulas de escape para su
supervivencia como Instituciones para acceder al poder a los cargos
y de influir en las decisiones políticas, convirtiéndose así de
manera precisa, en Instituciones complementarias para ejercer
oposición en busca de prebendas electorales burocráticas.
Sin embargo, la polarización actual en la mayoría de los casos, se
convierte en emblema de poderes, de lealtades y de liderazgos
personales, para obtener las mayorías, tras una serie de vendettas
entre proyectos personales de líderes políticos y sus cambios
constantes de toldas, y no una radicalización de apuestas
ideológicas.
En realidad, el mayor tema de importancia que parece dividir a los
colombianos, aunque no lo haga como sus detractores y suscriptores
lo sugieren, es la negociación entre el Gobierno Nacional y la
guerrilla de las Farc en La Habana.
Curiosamente división más en cuestión de detalles que de fondo,
quienes se oponen a la negociación tienen, sobre todo, preguntas
sobre la forma como se negocia y no sobre el hecho de que se esté
negociando, razón que ha motivado a uno de los grupos oponentes al
cumplimiento del acuerdo de paz, a volverlo trizas, más a causa de
intereses particulares creados y desacuerdos entre sus políticos que
puede afectar la democracia siempre y cuando se sustente con base en
egos personales y apuestas políticas individuales, que trasciendan a
peleas personales, disputas de poder y no una competencia sana entre
ideologías profundas para beneficio del presente y futuro del país.,
concluyendo tristemente que las ideologías son las grandes ausentes
en esa polarización ficticia, manipulada por falsas noticias
derivadas de la mala prensa, que no acata la ley y el orden
constitucional, pero que si incide en la aceleración del conflicto,
y promoción de odio contra sus oponentes.
Ante un problema como el relacionado que hoy vive Colombia, lo más
indicado deberá ser la intervención de la academia, sin temor a
salir de los claustros y realizar los aportes que califiquen las
discusiones y ocupen con alternativas viables los enormes vacíos que
existen en el debate público sobre los problemas comunes.
Colombia ha demostrado que el 80% de su población acata la
democracia, siempre y cuando por supuesto, acompañada del debate,
discusión pública, competencia respetuosa, tolerante y firme en
ideas.
Nos atrevemos a afirmar que el deteriorado estado de la libertad de
prensa en Colombia tiene su origen en la corrupción de las élites
políticas, el crimen organizado que se codea con figuras públicas,
los intereses privados de los monopolios económicos y la
irreverencia frente a los derechos humanos, tendencias que para
nuestro país, ha marcado fuertemente el aumento de la violencia,
impunidad inseguridad, desconcierto socioeconómico y obstrucción del
buen desarrollo de la corresponsalía.
Así, resta concluir que América Latina tristemente hace parte de un
continente golpeada por las intimidaciones y repetición de
violaciones año tras año, sin castigo alguno para sus detractores.
Ahora bien, las agresiones y homicidios no son las únicas razones
del lamentable estado de la libertad de prensa, también lo son el
escaso acceso a la red de internet, la concentración de la
información en pocas manos, la inequitativa distribución de las
frecuencias de difusión y el poco pluralismo de los medios de
comunicación.
Todos aspectos relacionados que muestran con gran rudeza los efectos
nocivos que suponen para una sociedad desigual, el no asegurar la
libertad periodística, el no respaldar la soberanía popular y
participación democrática, que en otras palabras, trasciende en
secuelas de faltas de, autonomía, desarrollo personal y aporte
cultural de los ciudadanos a la sociedad, derivadas por campañas
políticas financiadas ilegalmente, corrupción, trampas electoreras,
manipulación de discursos, amarillismo del poder sobre la
información y el no poder intervenir para definir quién o quiénes
los representen éticamente en los debates públicos. |