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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición:13.129-709

Fecha: Jueves-07-09-2023

 

La magia de la poesía

 

Por: Jotamario Arbeláez


Era 1961, me senté a la mesa del comedor casi a oscuras y escribí este dictado que me entraba por la claraboya del apartamentito de La Candelaria que me había cedido Eduardo Mendoza Varela: “Día gnóstico. / Si sale el sol es para arruinar la cosecha / Si se presenta la lluvia se desbordan los ríos / Si encendemos la chimenea se quema la casa / Si abrimos la ventana se nos entra un murciélago / No es que el Señor haya perdido el control del planeta / Es que ni amada está enferma”. En efecto, la Maga Atlanta, mi reciente levante estaba postrada. Ella manejaba los dedales astrales que no le atajaron una bronquitis y como yo acababa de ingresar en una secta de curanderos espirituales ensaye con ese ensalmo y a los dos días mi maguita se levantó, especie de milagro que celebramos con María de las Estrellas, que desde la otra punta de la mesa escuchaba mis teorías sobre la poesía curativa. De eso han pasado 52 años, a la niña reconocida por su genialidad literaria la arrastró el viento de la desgracias antes de los 14, la maga y yo tomamos cada uno de los senderos que se bifurcan y hoy encuentro que vive sola y con el corazón, ya bastante golpeado por el dolor ahora debilitado. Mientras la conducen a exámenes en la Clínica de Marly, al tiempo que no sé que organizaciones literarias le conceden honores en Nueva York rememoro ese poemita por su puede colaborar en su salvación. Mientras yo trabajaba incorporando a la niña en la mecánica patafísica de la poesía, la Maga estimulaba mi imaginación y abastecía nuestra mesa al tiempo que mediante sus especulaciones de magia blanca sacaba a sus clientas y clientes de sus embrollos. Y discretamente trabajaba con hilos de seda y de oro una poesía con visos de angélica maravilla. Se teléfono para que le hagan llegar parabienes en 3202164272. Ya 

 

 

 

han surgido parientes y adoradores que la tenían por perdida y se solazan con el reencuentro.

Y continúo con mis transitares. Estuve en Ulibro en Bucaramanga presentando el volumen que me publicó el FCE Mi reino por este mundo, ganador del premio Colcultura 1980 complementado al 2000, y de acompañar a Pablus Gallinazo en el relanzamiento del suyo, La pequeña hermana, Premio Nadaísta de Novela 1966, y a la proyección de la película sobre su vida y su larga obra. A la proclamación de La República de los Libros, grandioso proyecto de la Casa del Libro Total, que declara: “Rompemos filas y acabamos con el trato de colectivos para decorar paredes. Nos desencuadernamos y desmaterializados, machamos a la red pública, bellamente re publicados y siempre comunicados con nuestros conciudadanos, todos los demás libros”.

 

Y llego a Cali a participar en el 23 Festival Internacional de Poesía dirigido por el infatigable poeta Omar Ortiz, con quien he compartido dos de los últimos premios a la Vida y a la Obra concedidos por la

 

 

 

Gobernación del Valle del Cauca, lo que nos concede la inmunidad. Bromeo. Nos pone más en el ojo de la cerradura. Son ochenta poetas para una semana de mágica trascendencia. Mas que las lecturas e intercambio de libros es emocionante el abrazo con los amigos de la vida, algunos dejados de ver por años (José Ángel Leyva, Leticia Luna, Luz Mary Giraldo, Miguel Iriarte, Julian Malatesta, Elvira Alejandra Quintero, Yirama Castaño, Antonio Correa, Carlos Fajardo), con los no conocidos pero que viven en el corazón de la admiración (Alfredo Pérez Alencart, Marta Eloy Cichocka, Jorge Humberto Avilez, Michel Caffsir, Romina Funes), los por conocer como las poetas hermosas y buenas Shara Bueno de Armenia y Andrea Guzman de Medellín. Y esperaré para continuar la semana siguiente con el festival Oiga Mire Lea, al cual me invita Aura Lucía Mera. Y luego a Medellín, a presentar en la Feria del Libro Mi reino por este mundo y a hacer entrega oficial y pomposa en la Universidad de Antioquia con destino a Otraparte -la casa del maestro Fernando González donde reposa la obra completa de Gonzalo Arango-, su máquina de escribir Underbrook Estudio 44 que heredé a su muerte.

 

 

 

 

  

 

 

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