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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición:13.141-721 Fecha: Jueves-05-10-2023 |
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El disco rayado
Jotamario Arbelaez
Comencé hace ya un buen rato, desde que me instalé en mi paraíso en
Villa de Leyva -donde hubo un mar y vivieron dinosaurios antes que
yo-, a joder con la muerte en mis escritos de prensa, hasta que de
pronto la misma prensa dio la noticia de mi muerte mientras yo
roncaba feliz en una clínica de reposo donde en un pulmón me
descubrieron un trombo que ya se fue. Mi anunciado deceso despertó
llanto colectivo mundial y alborozo cuando se desmintió la noticia
que voló como pájaro migratorio por las redes y los periódicos. Hubo
una aclamación general acerca de mis cualidades y mis bondades, de
algunas de las cuales ni yo mismo tenía noticia. No puedo negar que
la arisca fortuna al fin me peló los dientes. |
el sombrero en la otra asistimos al entierro de los amigos que esperaron toda la vida sepultarnos con la pompa que merecíamos. Porque uno espera que se vaya primero el otro con quien se compartió pan y pedazo. Unos se entristecen y otros ni siquiera se darán cuenta. Nadie sabe para quién se muere.
La muerte está feliz conmigo mientras le cante como le encanta. La
muerte es un bombillo prendido que sigue encendido así se vaya la
luz. No sólo de luz vive el ojo. Los seres de la oscuridad se
dejarán ver un día, y no necesariamente serán seres de las
tinieblas. No hay nada más bello que besar al oscuro. Ya ni siquiera
vale la pena navegar montado en la lisergina. Lo dijo Leonard Cohen
en un poema: “La vida es una droga / que deja / de hacer efecto”.
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con su otra sola pata me seguía el paso. Eduardo Escobar me motivó a dar el salto con su eslogan para una lotería “Salga de la depresión”, y a la publicidad fui a parar de cabeza, para mofas de la insurgencia. Y con sus honorables honorarios más los denarios de los premios de poesía construí mi blanca morada.
Creo que ya hice todo lo que tenía qué hacer. Lo que me falta es pasarlo a limpio. Guardé lo que tenía que guardar y tiré lo que tenía qué tirar. Pero debo dejar alistados los 10 tomos de Los días contados, y eso me va a requerir una temporada. Los poemas narrativos que lo componen los fui colando en mis columnas de prensa en forma de borradores que después terminé por aderezar y convertir en rapsodias con temas diferentes según el tomo. Por eso pocas veces he abandonado el tono confesional tratando de sostenerlo con una prosa salpicada de jugarretas. Donde han cabido mi mujer, mis hijos y nieta, los personajes de la casa de las agujas, los amigos del alma y las amigas del cuerpo. Le pedí tiempo al tiempo para cumplir y el tiempo fue cumplido conmigo. Y para volver a citar a Cohen que me mantiene despierto: “Ahora que estoy contemplando cara a cara a la muerte / no me arrepiento / de un solo paso”.
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