EDITORIAL
El neo-sentido
político nos va a tragar
La detección del sentido es en sí una de las características que nos
definen como un ser humano. El ser humano se define por una
incalculable cantidad de habilidades que sólo al mezclarse con
nuestra razón logra hacer una producción netamente humana. Estas
producciones de las cuales hablamos son a lo que los filósofos
llaman el sentido heredado, es decir, todas los acuerdos que hemos
generado, entre ellos podemos enunciar por ejemplo, una silla; todos
podemos con el simple acto de escuchar el término silla reproducir
en nuestra mente la idea de una silla, y aun cuando sea
completamente diferente la silla que produce nuestra mente a la que
producen otras mentes que escucharon el mismo conceptos, conocemos
aquello que hace que una silla sea una silla y no una mesa, esto que
nos permite distinguir entre términos o conceptos es a lo que llaman
sentido.
Ahora, habiendo podido discernir lo que es el sentido, explicándolo
desde términos de cosas útiles ¿Por qué no hacerlo desde conceptos
más abstractos? En esta ocasión podríamos hablar del político, o más
específicamente del término político, ¿Cuál es el sentido que nos
hace distinguir a un político de alguien que no lo es? En efecto, no
existen políticos buenos o malos políticos, simplemente existen
políticos, los otros, son buenos oradores o con unas muy buenas
conexiones, pero ninguno de estos dos últimos son políticos, puesto
que el primero de estos dos es un teatrero o simplemente un
exhibicionista, razón que por la cual su única razón de ser es
entretener. De estos Colombia ha tenido muchísimos, de hecho, es la
expresión más clara en nuestra actualidad, en la actualidad de las
redes, después de todo ahora la popularidad se mide por me gustas o
seguidores, y estos se consiguen a partir de actos que generen un
impacto en los celulares de los demás, caso tal es la disputa
infantil entre varios de los candidatos a la alcaldía del momento
que se han centrado más en desacreditar que simplemente mostrar y
escuchar las voces de quien van a ser sus electores.
Este olvido de los candidatos muestra lo poco preparados que muchos
están para ejercer este puesto. El político fue desde la antigüedad
aquel que tenía la posibilidad de aclarar las ideas de las alturas y
llevar a los sujetos desde la profundidad a la superficie, pero
ahora las alturas; las grandes empresas, familias y las grandes
estructuras se tragan al político, ahora este les responde a ellas y
pelea contra el resto ¿Dónde queda el individuo? el individuo
desaparece de la ecuación política.
La desaparición del individuo se debió a la pérdida del sentido
inicial de lo que es un político. Ahora el político parece haber
expresado un nuevo sentido, un sentido más cerrado, clasista y
limitado… Ahora el político está al servicio de los votos y no de
las voces, entonces los tarjetones son eliminados luego de las
elecciones y en ellos se va el valor humano de los sujetos del día a
día, las voces desaparecen y la población pasa a ser un cero a la
izquierda, dejándoles todo el tiempo posible a los políticos para
que sigan jugando al mejor orador, entreteniendo, mientras las
grandes estructuras se lo tragan todo. Entonces el sentido nos traga
recibimos los efectos para luego escupirlos de nuevo dentro de
cuatro años.
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¿A dónde
van nuestros impuestos?
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Esta práctica
milenaria que han impuesto los soberanos a sus súbditos y hoy en día
el Estrado que va de la mano de los políticos, nos comprime y nos
hace vomitar nuestras viseras para que el establecimiento sobreviva.
En el mundo primitivo siempre ha sido normal esta práctica
gubernamental. Y para todos es lógico que esto se haga sin ningún
cuestionamiento y sin un raciocinio sobre dónde irán esos dineros
que recibe el Estado.
Las sociedades han evolucionado genéticamente y lo que antes era una
práctica normal hoy es un hecho cuestionable, porque esos dineros
salen del esfuerzo de millones de seres que trabajan y pagan
impuestos y no reciben nada a cambio.
Nuestra sociedad se siente acorralada por la cascada de impuestos
que le vienen imponiendo en nuestros días los políticos al pueblo.
Esto hace que el crimen aumente y la corrupción se afinque en las
instituciones de Estado y esta simbiosis impida que las ciudades
crezcan saludables.
Los impuestos que recibe el Estado diariamente, son fortunas que
desaparecen sin que nadie se entere a dónde fue a parar esas
contribuciones. De ese erario sólo una mínima parte llega a los
sitios que realmente deberían recibir esos dineros.
La ignorancia del pueblo es la base para que crezcan estas
situaciones y nunca ellos reciban lo que les pertenece y por lo que
han pagado.
La salud pública es una de las infraestructuras donde deben ir esas
contribuciones, pero solo llega gota a gota unos dineros para que
sobrevivan y la gente gravite como si ellos fueran los culpables de
lo que está pasando. Si la salud falla, el sistema se desploma y eso
es lo que está pasando cuando se desvían lo recaudado.
La medicina privada es uno de los más grandes negocios porque ella
vive de millones de pacientes que pagan de sus bolsillos los costos
de la atención médica. A su vez nacen hacen simbiosis con las
aseguradoras para que todo funcione en beneficio de ellos y no de
los pacientes.
Es una obligación del establecimiento velar por la salud del pueblo,
porque ese pueblo es el que sostiene el establecimiento y mantiene
la economía en movimiento. El pueblo paga para que todos los
servicios básicos sean cubiertos con el pago de sus impuestos y no
para sostener una burocracia del Estado que le paga a miles de
empleados con sueldos como prestación por haber apoyado al candidato
en la campaña electoral.
Si la sociedad tuviera un mayor conocimiento de cómo funciona la
economía de un país y estuviera atenta del movimiento de esos
dineros, no pasaría tantas necesidades en el transcurso de su vida.
Porque los políticos ya
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no serían políticos corruptos sino servidores
públicos que se acogen a las leyes que rigen una comunidad.
La gran mayoría de los países están como está, es porque los
ciudadanos creen por acto de fe lo que dice un individuo en campaña
y no porque realmente conocen la economía de su territorio.
Estudia bien al candidato, que ha hecho y en que ha triunfado, Ahí
tienes la respuesta de lo que será el futuro.
Qué lee Gardeazábal
Por: Gustavo Álvarez
Gardeazábal
La Armadura de la luz de Ken Follet, editada por Plaza y Janés.
Audio: https://www.spreaker.com/episode/57231229
La triste historia repleta de abusos y atropellos de la Inglaterra paralela a la
revolución francesa y las guerras napoleónicas le sirve al bestseller de Follet
para un nuevo mamotreto de su saga “Los pilares de la Tierra”. Lo hace bien,
aunque el esquema resulta un poco monótono quizás porque sigue durante las 830
páginas a los mismos personajes, perfilados con el estilo escultórico de quien
trabaja el mármol y son pocas las sorpresas que surgen en el relato.
Contagiado, seguramente por
las lecturas y la adoración que los literatos ingleses le han tenido a Charles
Dickens, esta novela anda repleta de cuadros de horror, de explotación infantil
miserable, de jueces y militares corruptos de mujeres líderes y de señores de
tierras a quienes no se les olvida el feudalismo así las acciones se desarrollen
en un pequeño pueblo de la campiña inglesa. Probablemente la monotonía del
relato provenga del estricto orden cronológico y no de las descripciones de
injusticia que se retratan cada tanto.
Es el momento de la llegada de
las máquina de vapor, que obligan a despidos del personal que atendía las
hilanderías manuales, pero también es el momento de la solidaridad de cuerpo no
de pensamiento. Por sus páginas hay largas narraciones de los inicios del
sindicalismo en la conservadora sociedad inglesa y una picante descripción de la
vida pueblerina, de los enamoramientos de mujeres y maridos ajenos y hasta una
pareja gay que pese a ir a las guerras napoleónicas por 20 años sobreviven para
ser felices y contar perdices.
Es un libro agradable como todo lo de Follet pero en esta oportunidad desviada
políticamente para demostrar su carácter de imberbe en el tema. Abunda en
demasía en lo que otros libros ya contaron y remata con un largo capitulo para
narrar lenta y británicamente la batalla de Waterloo, donde obviamente
participan los personajes sobrevivientes del pueblito de la campiña y con furia
inglesa combaten hasta derrotar a Napoleón. Como es una historia que hemos oído
tantas veces, recrearla termina siendo un peligro para el prestigio del
novelista bestseller.
El porce, 16 de octubre del 2023
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