EDITORIAL
Sobre los abismos
“Es una forma de ahuyentar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que
siento un mal sabor de boca, cada vez que un noviembre húmedo y lluvioso arrecia
en mi alma cada vez que mis hipocondrías me dominan tanto que es necesario un
fuerte principio moral para impedir que salga deliberadamente a la calle y le
tumbe los sombreros a la gente de manera metódica, entonces considero que es
hora de hacerse a la mar tan pronto como pueda “Es mi sucedáneo de la pistola y
la bala”
(2021, Melville, pág 41)
Ya sea navegar fuertes corrientes o subir grandes montañas, alcanzar grandes
presas ante tormentas mortíferas o liberar una cumbre, ambos escenarios, siempre
contienen un impulso de valentía. Mareos, pesadez corporal, frío extremo, temor,
angustia, pensamientos negativos que provocan intensos deseos de abandonar, un
intenso dolor que sólo la voluntad o simplemente el orgullo puede impedir
abandonar. No cualquiera logra llegar, logra avanzar, sólo unos cuantos se abren
paso entre las grandes olas o riscos empinados, para sólo encontrarse con la
inminente soledad, allí contemplando a donde han llegado; su sentimiento de
explotar, siempre pensando en la siguiente montaña, la próxima presa.
No es para nada extraño que sea el “abismo” el término utilizado por Nietzsche.
Siempre para ver el abismo habrá que recorrer un largo camino, experimentar la
forma más pura de la existencia, una existencia en donde cada presente, cada
instante cuenta, toma forma y crea un efecto directo en el ser, justo después de
haber sacudido cada parte del cuerpo, cada instante genera una eternidad
diferente que se cruza con todo el resto de eternidades, que incluso hace
explotar las infinidades ya plasmadas “Y sin embargo hay allí un choque. Pero
sólo para quien no se queda en observar que es el mismo instante, instante que
actúa adentrándose en el futuro y, al hacerlo, no abandona el pasado, sino; que
por el contrario lo afirma” después de todo es ese pasado el que lo ha llevado
hasta ese preciso momento, en la medida que nadie nace en la nada, nadie nace
determinado, en una forma lineal.
Sin embargo, afirmarse en un simple instante no es para nada sencillo. El
afirmarse solo lo antecede un convaleciente, un ente que desde el sufrimiento se
afirma con ímpetu, el cual hace retumbar cada parte que lo compone, lo destruye
sin miedo, al grado de quedar convaleciente, “ el que quiere conocer por las
aventuras de su propia experiencia cuáles son los sentimientos de un
conquistador y un explorador del ideal y apreciar del mismo modo cómo sienten un
artista, un santo, un legislador, etc…” ( Nietzsche , 1984, pág. 2016) necesita
gozar de un gran salud, pues tener el valor de levantarse después de estar al
borde del abismo, verlo y aun así levantarse con aún más vitalidad, que en lugar
de gozosos mundo rosados, que vea en la destrucción, una forma de afirmar la
vida, sólo puede ser cosa de alguien que afirma el eterno retorno. Sólo gozando
de esta “gran salud” es que se extiende una gran dulzura y regocijo sobre lo
terrible que el ente propiamente es” (Heidegger, 246)
No obstante, es necesario preguntarse, ¿cómo llegar a tal estado de salud? ¿Cómo
destrozarse puede ser un acto de salud? ¿cómo afirmar la vida sin morir o caer
en el absurdo en el intento? Estas son desde nuestra perspectiva, las preguntas
que nuestros lectores deben dedicarle un poco de su tiempo en el transcurso de
la semana, pues la respuesta que le otorgamos a estas incógnitas marcaran qué
tipo de salud nos acaece y por lo tanto ver la imagen propia que nuestro país
nos exige.
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La envidia
recorre las calles de la mano del odio
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
En la Biblia hay
pasajes cargados de odio contra quienes no son fieles a esos
principios al igual se encuentra en otros libros sagrados de otras
religiones. Cuando se habla de amar al prójimo se está refiriendo al
que hace parte de nuestras creencias y no a toda la humanidad.
La felicidad aquí es secundaria porque siempre se habla de
sacrificios y trasportar la mente a otras dimensiones donde nadie ha
venido a testimoniar de lo que pasa supuestamente allá. Hoy en día
la sociedad ha podido avanzar y encontrar la verdad en el día a día
de sus quehaceres regulares.
La envidia es una enfermedad psicosomática que envuelve a millones
de personas y como tal parece normal. Esta condición humana hace más
daños que el sarampión y los efectos secundarios socaban de tal
forma a la sociedad que por esta actitud se caen imperios.
Tener la experiencia en ir a una exposición de arte o a una
inauguración de un nuevo negocio y escuchar entre los asistentes,
muy quedo a lo oído decir, espero que esto dure mucho tiempo, o creo
que esto no va a durar mucho. En arte se escucha todo el tiempo.
Estas pinturas ya las han hecho antes, los colores no son los
adecuados, y los etc. ,siguen.
Nos odiamos o nos amamos. El odio nace después del amor y la
venganza viene acompaña como si un fósforo estuviera listo a
prenderse. Y eso nos hace ser una sociedad multifacética porque de
todo hay en la viña del Señor.
He visto durante muchos años como hay gente que se expresa sobre
otros de una forma agresiva y despiadada sin llegar a conocer a la
persona de la que hablan. Sobre todo en la vida política o pública.
Las opiniones y las reyertas por estas habladurías se ven todos los
días.
Pablo Neruda me
dijo una vez, que para estar en la vida pública había que tener un
caparazón de tortuga, porque de lo contrario te asesinan. Y es lo
que se aprende en estas lides de ser público. O si no porque los
políticos siempre andan abrazándose
como si fueran buenos amigos. La diplomacia o el caparazón de
tortuga.
La envidia y el
odio andan de la mano, esto ha sido parte de la historia humana y
detrás
de
toda esa diplomacia cientos de crímenes como para pavimentar una
carretera.
Es muy difícil vivir en sociedad que no han aprendido a ser
solidarios los unos
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con los otros y que cada uno solo piensa en como
quedarse con el trabajo del otro.
Crónica #752
LAS CARTAS CRUZADAS
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/57318908
Por estos días han coincidido los estudiosos de dos mujeres que
fueron muy importantes en mi vida intelectual para que, a más de
certificar la validez de unas colecciones de cartas mías cruzadas
con ellas y que, con afecto especial ambas archivaron
específicamente, autorice su publicación.
Son las cartas que en algún período de mi vida escribí a Pilar
Narvion, la periodista española, estrella del oficio en la década
del 70, a quien desde su natal Aragón quieren reivindicar como la
gran maestra del periodismo hispano y las que crucé con la
inigualable libretista Martha Bossio de Martínez cuando se estuvo
montando casi durante año la telenovela El Bazar de los Idiotas en
Caracol TV y que un grupo de sus antiguos docentes quieren divulgar
para exaltar sus enseñanzas, contenidas sin duda en esa relación
epistolar.
Son documentos de hace 50 o más años que creía íntimos,
correspondientes a dos momentos esenciales de mi formación literaria
pero que por la trascendencia que cada una de las recipiendarias
tuvo, y quizás porque entonces yo escribía muy bien, resaltan a
quien hurgue sus archivos.
Siempre he creído que mis obras literarias se defienden solas, pero
ahora que he tenido esta circunstancia del encumbramiento de mi
género epistolar, tengo que adoptar la misma actitud.
Lo escrito, escrito quedó así haya sido en momentos álgidos o
trascendentalmente responsables de mi evolución en todo sentido.
Fueron mis escritos. Fue mi pensamiento. Fueron mis frases,
afortunadamente bien joteadas en su momento, tanto que me hacen
sentir senilmente orgulloso.
Una muestra de ese flujo epistolar será publicada en un libro que
realiza por estos días el Diario Comarca que se publica desde
Alcañiz, la tierra natal de Pilar, bajo la tutela de su directora
Eva Defior y en las memorias de su madre que termina Nicolás
Martínez el único hijo de Martha Bossio, docente universitario en
Bogotá.
¡Curiosas satisfacciones a esta edad de mi vida!.
El Porce,octubre 21 del 2023
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