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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición:13.152-132 Fecha: Martes-31-10-2023 |
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Contratiempo
Por: Jotamario Arbeláez
Nuestro holocausto
Por los lejanos
ayeres de los sesentas y los setentas nos dio a los escritores que
comenzábamos, por entonar nuestras cantaletas contra los malos
manejos del país y del mundo, el hambre en Biafra y en la Guajira,
las matanzas en el Congo y en nuestros campos, el saqueo de nuestras
riquezas naturales, en escritos de prensa, conferencias y
manifiestos, en principio como un deber autoimpuesto pero también
atizados por Sartre, la conciencia del siglo XX, quien de acuerdo
con el marxismo clamaba porque el autor debía “comprometerse”. Aquel
que en medio de esa posguerra mundial (y posviolencia nacional)
escurriera el bulto escribiendo sobre lo que se consideraba
banalidades era marcado como traidor a la humanidad. Escritores
fugaces inquilinos de la torre de marfil, para quienes parecería que
no contara la historia.
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de las abuelas, haciéndole caso al Gabo que declaró en un típico caso de rebelión contra el Comintern, que el único compromiso del escritor revolucionario era escribir bien.
Pero hay momentos
en que es imposible comer callado. Días pasados el expresidente Juan
Manuel Santos declaró ante la Comisión de la verdad, como
correspondía, lo que sabía acerca de esas ejecuciones
extrajudiciales bautizadas como “Falsos positivos”, en las que
fueron sacrificados según la JEP 6.402 jóvenes engatusados por
representantes del ejército en las plazas de sus barrios para
ejecutar ciertos trabajos campestres, y los ejecutados terminaron
siendo ellos en una farsa de presuntos combates con la guerrilla,
cumpliendo así con los “resultados” que solicitaba el Gobierno de
entonces a su fuerza defensora del ciudadano. O sea que se
utilizaron más de 6 mil uniformes usados de guerrilleros mandados a
preparar con antelación. Y otra tanta cantidad de armas de los
presuntos subversivos que quién sabe de dónde saldrían, pues no
serían de dotación oficial.
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muestra la actitud de ceguera del uribismo en pleno ante lo evidente: “Siempre creí que los “falsos positivos” sólo existían en la imaginación de algunos políticos, pero la confesión de JMSantos que ocurrieron en su ministerio (sic), es aterradora. Aun me resisto a creerlo”.
Es de suponerse
que cuando el mandatario pidió efectividad en los resultados
bélicos, de donde divulga el Nobel de Paz arrancó la hecatombe, no
esperaba que le dieran gatos por liebres, y seguramente que tampoco
los ministros de la defensa, pero el mismo Santos dice que no creyó
hasta cuando le presentaron un caso patético que le obligó a tomar
medidas. Pero tampoco era para que, cuando se rindió el informe de
las primeros contingentes de muchachos muertos en circunstancias
dudosas, el doctor Uribe exclamara una de las frases que pasarán a
la historia universal de la infamia: “No estaría recogiendo café”.
Así haya pedido público perdón por el exabrupto. Casi 7 mil jóvenes
masacrados es un holocausto que no se borrará nunca de la humana
memoria. Y el que siga negando el atroz suceso cargará como cómplice
con la culpa en el corazón.
Julio 16-21
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