Inteligencia artificial y realidad virtual toman fuerza para
“acudir a urgencias” en un hospital
Generalmente, los servicios de urgencias hospitalarios van asociados
a imágenes de saturación y colapso. Y en muchos casos, se ha
descrito un uso poco adecuado de sus recursos asistenciales. Desde
el Plan Nacional de Urgencias de Cataluña (PLANUC), por ejemplo,
hace tiempo que se solicita un uso más eficaz de los mismos.
Esa situación no es exclusiva de España. De hecho, una reflexión del
profesor estadounidense Judd E. Hollander planteaba que las
urgencias son actualmente servicios de disponibilidad inmediata pero
no de atención emergente. Convertirlas en el recurso donde todo
puede hacerse desvía a los urgenciólogos (especialista en Urgencias
Médico-quirúrgicas) de su principal tarea: estabilizar y controlar
aquellas enfermedades con riesgo vital en las que el factor tiempo
es decisivo. No es algo fácil, y aquí la colaboración de los
ciudadanos resulta fundamental.
Cómo ganar tiempo y confort
La salud digital tiene que ayudarnos a optimizar los recursos que
tenemos y facilitar ese empoderamiento de los pacientes. Mejora los
circuitos asistenciales y permite llegar a lugares remotos donde a
veces las comunicaciones son difíciles. Principalmente, se trata de
ganar tiempo y mejorar el confort de las personas atendidas.
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Existen ejemplos de comunicación entre niveles asistenciales que
pueden evitar desplazamientos innecesarios con garantías y
satisfacción de los pacientes. Además, cada vez más programas
basados en la inteligencia artificial (IA) ayudan a que escojamos el
mejor recurso para nuestra urgencia. No sólo permite reducir los
tiempos de espera, sino también que seamos tratados por el
profesional más experto según la patología que padezcamos.
Hace dos años, la OMS publicaba el informe Ethics and governance of
artificial intelligence for health (Ética y gobernanza de la
inteligencia artificial en el ámbito de la salud), donde reconocía
las grandes posibilidades de la IA para mejorar la salud de millones
de personas en todo el mundo siempre que no se usara indebidamente.
Seguimiento a distancia, realidad virtual y drones
La utilización de herramientas digitales no es nueva, pero aún queda
mucho camino por andar. En Cataluña, por ejemplo, cuando alguien es
atendido por el Sistema de Emergencias Médicas se realiza un
preinforme digital que los médicos del hospital pueden consultar
antes de que llegue el paciente. Así, los facultativos tienen acceso
a información de primera mano del momento más agudo del caso. Eso
facilita la preparación del equipo que se ocupará de esa persona.
Otro exponente es la aplicación La Meva Salut. Gracias a ella, los
pacientes disponen de todas sus pruebas e informes en su dispositivo
móvil y pueden mostrarlos si son atendidos en otra comunidad con un
sistema informático sanitario distinto.
Actualmente, también se están desarrollando aplicaciones que
permiten hacer el seguimiento en domicilio tras el alta en
urgencias, facilitando que alguien esté pendiente de ese
paciente tras las primeras 48 horas del alta. Además, disponemos de
herramientas basadas en la IA que ayudan
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a detectar la fragilidad de personas mayores que acuden a urgencias
y programar seguimientos en su casa.
Pero el potencial de las nuevas tecnologías no se detiene aquí: abarca desde la
formación en entornos de realidad virtual, donde se pueden simular situaciones
reales para entrenar en maniobras de reanimación cardiopulmonar en ámbitos
hostiles, hasta la posibilidad de trasladar dispositivos de desfibrilación
mediante drones a lugares de acceso complicado.
En cualquier caso, no se trata de sustituir la atención de los profesionales por
tecnología, sino de sacarle el máximo rendimiento para mejorar la asistencia.
Qué nos deparará el futuro
En los próximos años vamos a presenciar un aumento considerable de tecnologías
basadas en la inteligencia artificial, lo que también plantea una profunda
reflexión ética sobre el acceso y la custodia de la información manejada por
estos dispositivos. Por eso es necesaria una regulación que evite su mal uso e,
incluso, la propagación indebida de datos tan sensibles como los relacionados
con la salud.
Además, todos estos recursos pueden ahondar la brecha digital que existe entre
distintos grupos de población. Su desarrollo debe ir acompañado de una mayor
alfabetización de los pacientes, para que el sistema encargado de proteger y
cuidar a los más vulnerables no los deje atrás.
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