EDITORIAL
Libertad y libertinaje
social
Nietzsche afirma con ímpetu el distanciamiento que existe entre un sujeto y otro.
El distanciamiento que existe entre cada uno de los seres humanos se da en la
imposibilidad de conocer por qué los otros hacen o dicen, en su totalidad. En
otras palabras, cada palabra o acción siempre carece de una expresión total al
momento de su predicación, en este orden de ideas, cualquiera podría afirmar que
no existe ningún lazo entre los sujetos, pero es aquí que las relaciones humanas
cobran su momento místico, aún en el desconocimiento del motor que generan
palabras o acciones, existe un respeto a ese sujeto, este respeto nos hace
intentar descifrar aquello que sus labios suelen producir.
Este lazo, crece conforme al respeto; es directamente proporcional. Entre más
fuerte es el lazo, mayor respeto y por ende la responsabilidad que tenemos por
los otros, aquellos que funcionamos como receptores intentan resolver las
entrecruzadas palabras o acciones que el otro expresa, esa es nuestra
responsabilidad del receptor, mientras cuando funcionamos como locutores es
intentar decir de la manera más clara aquello que queremos mostrar.
En el orden de ideas anterior es donde nace la forma más clara de ser libre. Es
decir, cuando el respeto y la responsabilidad se mueven por alguien, entendemos
de que todas nuestras acciones repercuten en esta otra persona, en otras
palabras, no se es libre a la hora de tomar decisiones, se es libre en cuanto a
decidir a quién le entregó esa responsabilidad.
La relación interpersonal es una habilidad social que se ha dejado de lado. Es
decir, acumulamos relaciones, pero nunca nos damos cuenta la responsabilidad que
acogemos cuando nos relacionamos con otros, simplemente se supone en la
actualidad que el otro va a entenderme y por ende se va a enajenar de cualquier
tipo de responsabilidad sobre algún otro. El pensamiento ególatra y libertino de
los seres humanos los ha llevado a olvidar que sus acciones recaen sobre todo el
grupo con el cual ha creado una relación y pasar por alto las intensidades que
se comparten, muestra la inmadurez de nuestra sociedad, una sociedad de sujetos
caídos en el libertinaje, libertinaje que ha llevado a nuestra sociedad a ya no
generar un distanciamiento, sino un enajenamiento del otro, dando como resultado
una sociedad reducida a la utilidad, sociedad que ha olvidado su naturaleza y la
importancia de crear relaciones reales.
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El
desempleo una enfermedad con poca asistencia médica
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
La era industrial
comienza en Inglaterra en 1853 con la primera máquina tejedora. Por
primera vez se emplearon obreros para desarrollar trabajos de
producción masiva. Esta experiencia cambió la forma de ver el mundo
y la economía.
Antes la gente trabajaba por lo básico, techo, comida y vestimenta,
si llegaba algo más era un bendición. Hablando sobre este tema
haríamos tomos sobre este asunto. Marx habló sobre esto y enredó al
mundo con sus teorías y todavía seguimos enfrentados a sus
planteamientos. Lo que sí sabemos es que hemos evolucionado y
estamos un poco más conscientes sobre nuestras obligaciones y
deberes frente a quienes tienen el poder de manipularlo todo.
Un país no evoluciona así no más, todo es circunstancial con un
grado de orientación y ambición de quienes se integran a esa
sociedad. Hoy por hoy juegan muchos elementos y sobre todo el
conocimiento tecnológico y que se puedan reunir ciertos grupos de
personas con diferentes intereses pero con una misma dirección.
A los colombianos no los han educado, ellos se han educado a través
de una lucha constante contra una minoría que se ha creído dueña de
todo. Y hoy en día se ha demostrado que así no funcionan las cosas.
Puedo presentar una cantidad de ejemplos que podrían generar
admiración y otro terror. Pero sin esos personajes Colombia no sería
lo que es hoy en día.
Uno de los grandes problemas que tiene el país es el desempleo, el
rebusque, el sobrevivir el día a día y sin un futuro porque el
establecimiento no está interesado en sus gentes. Es más importante
la corrupción y lo torcido porque piensan que así van a resolver sus
problemas personales. Esto lo que genera es una apatía y una pérdida
de valores sobre lo que realmente se puede alcanzar.
El campo está abandonado porque no hay con quien trabajar, hay una
oferta pero no se puede llenar porque el estado constriñe al
finquero y no le da seguridades para que pueda alcanzar metas
económicas y que la mano de obra sea atractiva para lo que viven las
ciudades.
Si quienes están en la administración pública no revisa y mejoran
las condiciones para que la gente regrese al campo, el problema
existente no va a dar tregua y las ciudades se van a volver pocilgas
donde vivir va a ser toda una odisea.
La comida cada día escasea porque producirla es más costoso que
traerla de países donde el estado se interesa en proteger a sus
gentes y al vender sus productos a quienes no los producen es más
rentable. Las tierras colombianas son aptas para un sinnúmero de
productos que en otros |
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territorios no sería posible producirlos. Pero
aquí está todo frenado porque quienes están encargados en organizar la
producción en todos los campos están más
interesados en enriquecerse a sabiendas que esa riqueza jamás va a llenar el
espacio donde lo van a enterrar.
QUÉ LEE GARDEAZÁBAL,
La realidad es absolutamente efímera
de Cecilia Caicedo Jurado
editado por Klepsidra
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/que-lee-gardeazabal-la-efimera-realidad-de-cecilia-caicedo-jurado-17-02-2024--58711000
Este libro tuve que leerlo dos veces. Inicialmente creí que se
trataba de una olvidada estructura de espejos implementada para
narrar una consulta psiquiátrica. Pero cómo me causó inquietud,
volví a leerlo con cuidado y no en vano porque Cecilia Caicedo es
una profesora emérita de la Tecnológica de Pereira, ensayista y
narradora consumada y su último texto lo había aplaudido en estas
notas.
No estaba equivocado. Es un libro novedoso sobre un problema eterno:
el hombre al que declaran loco y que seguramente no lo era.
Partiendo de la base admitida que han sido muy pocos los locos de
verdad que después de una cura de reposo escriben sobre su locura,
la narración se le toma desde distintos ángulos y en 17 breves
fotografías verbales oímos las versiones del paciente psiquiátrico,
de su cruel y despiadada terapeuta, de su primera novia y de sus
mujeres, de sus amigos y socios y de don Pedro Manrique, que bien
puede ser el noble castellano o una tomadura de pelo de la
narradora.
Entre todos ellos construyen la historia del desquiciamiento del
personaje, mirándose uno al otro a través de un espejo invisible,
pero sin dejarlo salir del encierro del hospital psiquiátrico donde
lo han sepultado en vida mas por incapacidad de la terapeuta que
dizque lo ha tratado que por su crisis sicológica.
Poco a poco el libro va volviéndose una denuncia contra esa clase de
tratamientos o una diatriba contra los prejuicios de las clases
sociales que separan en gustos y gastos pero no en amores, más como
es tanta la historia que podría desencadenarse, 17 breves relatos
resultan pocos aunque dejan un gran sabor a literatura renovada, a
capacidad descriptiva y a pecadillos provincianos que vuelven a
veces presumida la prosa.
Un libro para internarse sabiamente en la demencia ajena. Para
entender la injusticia de los loqueros y juzgar sin condenar a esa
rama de la medicina tan subvalorada como quisquillosa, llamada
psiquiatría. Una novela corta meritoria. Aplausos.
El Porce, febrero 19 del 2024 |