EDITORIAL
El complejo de carlomagno
Generalmente la lucha contra el trabajo informal se estanca bajo el
derecho básico al trabajo. Gracias a tener derecho a laborar es que
la ciudad se ha llenado de puestos informales de tintos, ropa y
demás cositas que en ciertos momentos pueden salvarnos de no gastar
grandes cantidades de dinero que no hay, es decir, estos
emprendimientos benefician a todos de cierta manera. Sin embargo,
existen casos en los que estos emprendedores pasan a ser
terratenientes, dueños de lugares, esquinas, o incluso cuadras
enteras, y al igual que los grandes terratenientes de nuestro país,
todo es tomado por la fuerza y lo protegen de la misma manera.
En esta forma neurótica de autoproclamarse dueños de un pedazo de la
calle, los sujetos comienzan a tener fieles problemas psicológicos,
tales, como pérdida de realidad, en la medida que creen tener
potestad para afirmar quien puede y quien no puede estar en su lugar
de trabajo, neurosis que trasciende a una neuropatía que le impide
reconocer al otro como un igual, procediendo de esta manera a
general un narcisismo y este a su vez lo lleva a tener pasos al acto,
en pro de proteger su pequeño pedazo, es decir, desarrollar el
complejo de carlomagno.
El complejo de Carlomagno consiste, en la intercambiar la realidad
por aquello que posee en su mente, misma que le da la posibilidad de
justificar todos sus actos inhumanos y anticonstitucionales en busca
de alcanzar que la realidad se acomode a su capacidad imaginativa,
impidiendo de esta manera todas las construcciones externas, tal
cual lo pueden ser las personas, por tan complejo es que estos
sujetos tienen la capacidad de negar la posibilidad que alguien
trabaje, pues su neurosis les confiere este poder divino.
En efecto, las calles de Pereira se encuentran llenas de sujetos con
este particular complejo, causando de esta manera que las calles
tengan dueños. Pero, si nos detenemos a pensar esto, significa que
estos sujetos al logrado esquivar las leyes que impiden el
apropiamiento de un bien público, y de paso a comenzado a generar
reglas precisas que los beneficien a ellos, reglas amañadas, no
debería ser esto razón justa para bajarlos de estos pedestales una
visita de espacio público, que logre hacerles entender, que: o todos
trabajan en paz o no trabaja nadie de manera informal.
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Una guerra
que nunca termina
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Nací en medio de
la segunda guerra mundial y aun las batallas continuaban en menor
escala. Pero seguía la guerra. Fueron tiempos difíciles para la
humanidad, pero nada nuevo en la actualidad.
El siglo 20 estuvo en guerras de todos los tonos y se descubrieron
medicinas que han alargado la vida y calidad de ella, además la
tecnología abrió nuevas puertas al conocimiento para darnos mayores
posibilidades de vivir como seres humanos en óptimas condiciones.
Hoy podemos decir que vivimos más años con una calidad de vida que
no se había vivido.
Pero no todo es maravilla. Millones de personas mueren en múltiples
circunstancias, al igual que la medicina no les llega a todos ni la
comida. Todo es circunstancial, pero seguimos viviendo como si nada
pasara.
Estamos en el siglo 21 y no hay gran diferencia entre el pasado y el
presente, simplemente han cambiado de personajes y protagonistas a
pesar que otros continúan en el mismo estatus de la vida.
La gran mayoría de la gente no ha madurado como para intervenir en
la vida social y hacer que se den las cosas como realmente se deben
dar para que la equidad y el bienestar humano alcance para todos.
Vivimos, sí, pero igual que las mansas aguas que pasan por debajo
del puente existencial.
Las noticias llegan a medias, y casi todos mienten sobre lo que está
pasando, porque a veces es mejor no poner atención a la realidad de
la vida y así no sentirse afectado por el medio en que vivimos.
El planeta todos los días pierde habitantes y la gente no lo
percibe, porque no hay conciencia de la existencia misma. Somos una
masa amorfa que se mueve como las olas del mar y nadie escucha el
golpe de ellas contra las rocas. Tantas cosas están pasando aquí y
allá que parece normal.
Los crímenes que se cometen a diario por parte de quienes trabajan
en el Estado quedan impunes, porque quienes trabajan en el Estado
son tan corruptos como quienes los eligen porque viven de esa
corrupción. Y todos lo sabemos. Pero el silencio cómplice de todo es
más saludable que hacer presencia y luchar porque todo sea
equilibrado.
Colombia está en un agujero insondable por donde transitan
delincuentes y santos pecadores que creen que van a redimir a
pecadores que no tienen salvación, porque ya nada los salva. Jamás
serán seres de bien. Porque no lo conocen y porque sus vidas han
estado en la parte negativa de la vida.
Miro desde afuera y trato de tener fe de que algo va pasar para
bien, pero no veo la salida
del túnel ni vehículos que la crucen
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buscando salvar
lo que queda. Simplemente hay un túnel por donde
todos estamos
transitando sin que nos veamos los unos a los otros. Simplemente
transitamos pensando que quizás en un futuro todo cambie.
Pero es solo una ilusión como si fuera un espejismo en el desierto.
EL ESPANTAPÁJAROS DE ECOPETROL
Crónica #844
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=IutRWQkYt5o
El presidente de la ANH, la Agencia Nacional de Hidrocarburos,
probablemente impulsado por las críticas que Colombia recibe por su
ridícula política sectaria de prohibir explorar, explotar y
distribuir petróleo de pozos nuevos, ha salido a la palestra para
explicar lo inexplicable y jugando a enredar con discursos políticos
a los ciudadanos, hace el papel del espantapájaros en un sembrado de
ilusiones.
Quienes no entendemos de geología del petróleo si sabemos que es
demandable ante los tribunales el daño inmenso que se ha hecho al
cambiarle por decreto patalético el objetivo social a Ecopetrol para
satisfacer el capricho de la secta extractivista que profesa el
presidente Petro.
Esa mascarada gomosa de ser el primer país pobre en prohibir la
exploración petrolera se caerá en solo 3 años cuando no tengamos ni
reservas ni producción que mostrar.
Los contratistas que fungen de legisladores y el pueblo al que tanto
apela el presidente en sus discursos, deberían conocer que todos los
302 contratos firmados de exploración no encierran de por sí
“vocación para seguir buscando hidrocarburos”, como lo dice el señor
de la ANH. Y lo que debería decir es que en 264 de ellos han sido
escasos y pobres los hallazgos y que los otros 38 están suspendidos
y no saben cómo reactivarlos. Y el país entero debe saber también
que ni la ANH ni Petro y sus catecúmenos no tienen ni idea de cómo
reponer los barriles que no producimos por la absurda prohibición.
Eso de enredar hablando de cambios en las obligaciones exploratorias
suena a saltarse el régimen contractual vigente y no justifica que
la ANH haya invertido más de 500 millones de dólares en explorar el
potencial petrolífero de áreas nuevas y ahora, de un tajo se prohíba
explotarlas.
Eso podría ser considerado una malversación. Como también lo ha sido
desvalorizar a Ecopetrol y espantar como aves agoreras a los
inversionistas porque ya huelen la mortecina en la empresa.
El Porce, marzo 19 del 2024
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