Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.257-837

Fecha: Jueves 09-05-2024

 

EDITORIAL

 

 El contrato de la paz.


La paz es el producto de intercambio más antiguo y eficiente de la historia. Desde el principio de las civilizaciones el deseo de la paz ha sido el lienzo desde donde se crean las grandes estructuras culturales, en donde los integrantes de una sociedad inscriben lo que para ellos es la paz, oculto bajo los deseos que manifiesta. Pero, en este juego de conseguir el producto llamado paz se entrega otra característica propia del ser humano su libertad, ya muy bien Hobbes anunciaba este intercambio social, uno en donde en busca de obtener tranquilidad o paz, el ser humano entregaba su libre albedrío, sus derechos naturales y demás, es decir la libertad total. Sin embargo esta libertad no sólo se intercambia sino que pasa a formas parte de otra libertad que ahora tiene la libertad de todos los seres a los cuales les brinda paz.

Estas libertades adquiridas son la razón de los grandes poderes actuales. No obstante, este intercambio se da siempre desde un contrato constante, es decir, siempre y cuando se adquiera paz, la libertad del sujeto es limitada por su proveedor, pero ¿este contrato se cumple en la actualidad? ¿Colombia tiene paz? en efecto,una negativa siempre es la respuesta, en todo el país; de norte a sur, de oeste a este y en todas las combinaciones posibles, colombia es un país con poseedores de un contrato que no se está cumpliendo, pero que si se le está cobrando, pues la libertad sigue siendo exigida, actuar siempre de acuerdo a la voz de las grandes reglas que nos rigen y dicen como ser.

La conclusión de esta reflexión es que somos acreedores de un contrato incumplido, promoviendo de esta manera la necesidad de exigir nuestra libertad para así volverla a intercambiar de nuevo, con alguien que sí cumpla el contrato que me traiga paz.

Que nuestra libertad regrese significa la posibilidad de una reorganización de principios y bases de lo que entiendo como paz y no simplemente seguir adquiriendo una paz anticuada y vieja, que ya impide que mi intercambio sea equivalente.

 

 

 

 

Una guerra que nunca termina

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Nací en medio de la segunda guerra mundial y aun las batallas continuaban en menor escala. Pero seguía la guerra. Fueron tiempos difíciles para la humanidad, pero nada nuevo en la actualidad.

El siglo 20 estuvo en guerras de todos los tonos y se descubrieron medicinas que han alargado la vida y calidad de ella, además la tecnología abrió nuevas puertas al conocimiento para darnos mayores posibilidades de vivir como seres humanos en óptimas condiciones. Hoy podemos decir que vivimos más años con una calidad de vida que no se había vivido.

Pero no todo es maravilla. Millones de personas mueren en múltiples circunstancias, al igual que la medicina no le llega a todos ni la comida. Todo es circunstancial, pero seguimos viviendo como si nada pasara.

Estamos en el siglo 21 y no hay gran diferencia entre el pasado y el presente, simplemente han cambiado de personajes y protagonistas a pesar que otros continúan en el mismo estatus de la vida.

La gran mayoría de la gente no ha madurado como para intervenir en la vida social y hacer que se den las cosas como realmente se deben dar para que la equidad y el bienestar humano alcance para todos. Vivimos, sí, pero igual que las mansas aguas que pasan por debajo del puente existencial.

Las noticias llegan a medias, y casi todos mienten sobre lo que está pasando, porque a veces es mejor no poner atención a la realidad de la vida y así no sentirse afectado por el medio en que vivimos.

El planeta todos los días pierde habitantes y la gente no lo percibe, porque no hay conciencia de la existencia misma. Somos una masa amorfa que se mueve como las olas del mar y nadie escucha el golpe de ellas contra las rocas. Tantas cosas están pasando aquí y allá que parece normal.

Los crímenes que se cometen a diario por parte de quienes trabajan en el Estado quedan impunes, porque quienes trabajan en el Estado son tan corruptos como quienes los eligen porque viven de esa corrupción. Y todo lo sabemos. Pero el silencio cómplice de todo es más saludable que hacer presencia y luchar porque todo sea equilibrado.

Colombia está en un agujero insondable por donde transitan delincuentes y santos pecadores que creen que van a redimir a pecadores que no tienen salvación, porque ya nada los salva. Jamás serán seres de bien. Porque no lo conocen y porque sus vidas han estado en la parte negativa de la vida.

Miro desde afuera y trato de tener fe de que algo va pasar para bien, pero no veo la salida del túnel ni vehículos que la crucen

 

 

 

buscando salvar lo que queda. Simplemente hay un túnel por donde todos estamos transitando sin que nos veamos los unos a los otros. Simplemente transitamos pensando que quizás en un futuro todo cambie.

 

Pero es solo una ilusión como si fuera un espejismo en el desierto.

 

EL DESPRESTIGIO INUNDA LA CASTA
 

Crónica 877
Gustavo Alvarez Gardeazábal


Audio:

https://www.youtube.com/watch?v=gSmoaogHZ9E


Como lo diría el argentino Milei, la casta colombiana está haciendo agua. El escándalo de la Unidad de Riesgos, con sus carros tanques y sus oficios de caja menor del régimen, pero fundamentalmente el mercado de compraventa de las voluntades de los presidentes de ambas cámaras, está inundando con el desprestigio no solo a los contratistas que fungen de congresistas, sino a toda la casta zurda que nos gobierna.

Así como el coscorrón de Vargas Lleras le hundió para siempre la carrera política a quien bien deberíamos haber tenido de presidente, el pago por los servicios prestados o por prestar para que pasen las reformas del gobernante, ahoga en el desprestigio a todos por igual, empezando por el propio presidente.

En Colombia todos hemos aceptado por años, quizás por siglos, que los hacedores de las leyes tienen precio, pero hasta que no llegaron los alepruces zurdos que están ayudando a gobernar al primer presidente de izquierdas, no nos lo habían comprobado tan espectacularmente como lo hicieron ahora.

No vale el alegato de que la plata que acusan a los funcionarios presidenciales haber llevado a las manos de los más altos símbolos del legislativo, haya sido recogida o facilitada por los contratistas de la ya mítica Unidad de Riesgos.

No es plata directamente de los impuestos que pagamos los colombianos, pero se consiguió a través de quienes hoy dominan el panorama del Estado nacional: los cada vez más grotescos contratistas.

Quitarse de encima el peso de haber sido el gobernante que compró la voluntad de las cámaras, no lo va a borrar ningún manejador de imagen por verraco que sea.

Y va a pesar tanto que congresista que vote las reformas del gobierno será automáticamente convertido en sospechoso de haber sido comprado.

Es el mito creciente rodando loma abajo, arrastrando la casta que nos ha gobernado inmisericordemente.

El Porce, mayo 9 del 2024

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
Aurooj Ali Khan

Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
Edgar Cabezas

Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

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CONTACTO
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