Pereira, Colombia - Edición: 13.257-837

Fecha: Jueves 09-05-2024

 

 COLUMNISTAS

 

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El poeta del siglo XX

 

Por: Jotamario Arbeláez

 

De vez en cuando me preguntan a quién podría considerarse el poeta del siglo pasado, que tuvo tantos. Mi preferido poeta sí lo sé, mas no lo digo.

Pero barajémosla más despacio. Podría decirse que Neruda inventó el amor. O por lo menos volvió a ponerlo de moda.

Con sus 20 poemas de amor y una canción desesperada, como con Los versos del capitán, encendió miles de romances en Latinoamérica y puso a los jóvenes a seguirle los pasos líricos.

Al primero lo calificó como “un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes”. El segundo, ese colosal epitalamio, lo publicó ocultando su nombre de autor por más de una década.

Aquí la experiencia del amador deja atrás la ingenuidad susurrante del mozalbete.

Quienes tuvimos también en nuestras provincias una adolescencia atormentada por la poesía, bebimos en Neruda, después de Darío, y nos embriagamos.

Y como no sólo había que amar sino salir a combatir, nos embriagamos doblemente con el poeta que exaltaba la gran comunidad de los hombres, y que zahería la injusticia.

 

 

 

Su Residencia en la tierra, y su Tercera residencia, entraron tumbando puertas, por  cuanto se veía un poeta que ya no sólo  cantaba elementalmente sus pasiones primíparas, sino que tensaba sus versos como cuerdas primarias cargadas de una energía a veces hermética, mas siempre ígnea.

 

Con el Canto general supimos que teníamos en Latinoamérica un gran inventariador de la vida, de nuestras formas telúricas por donde pasa el ánima y de nuestros gobernantes con verdín de verdugos, a quienes suscribió la cuenta de cobro por sus desmanes. Y condenó a los círculos eternos de su infiernillo.

Recuerdo que durante las celebraciones universales de los cien años del nacimiento del cantor de Temuco, uno de los pueblos más humildes de la tierra,

no faltaron los antinerudianos que le reprochaban por sus poemas políticos calificándolos de francamente antipoéticos, y que a duras penas le aceptaban ciertos temas de amor.

 

Pero la poesía política de Neruda, aún cuando resulta equivocada históricamente, tiene el estruendo de la epopeya.

No se le condenan a Withman los cantos a la Unión. Y la exaltación de los Estados Unidos como cuerpo providencial.

 

Amigos poetas están de acuerdo en que Neruda es una hechura ficticia del partido comunista que lo encumbró.

Comunistas también fueron poetas de cornetín en Latinoamérica como Vallejo y

 

 

 

 

Huidobro, para empezar,y Cardoza y Aragón, Vidales, Zalamea, Castro Saavedra, Roque Dalton, Cardenal y Pablo de Rokha, y ninguno de ellos logró abarcar lo que Neruda en el corazón de las gentes, ya fueran amorosas o combatientes.

 

También estoy de acuerdo con que el siglo pasado dio poetas mayores, como Saint John-Perse, Henry Michaux, Aime Cesaire, Louis Aragon, Ezra Pound, T.S. Elliot,

 

pero Neruda se quedó con el título de poeta del siglo, a pesar de sus altibajos, a pesar de su soberbia, a pesar de Stalin. Y a pesar de ello se le dio el premio Nobel.

Habría que ver que no todo Rilke son sus Elegías de Duino, no todo Apollinaire su poema Zona, no todo Silva su Nocturno y no todo Cendrars su Transiberiano.

No fue menos cruel la muerte de nuestro poeta que muchas de las acechanzas a las que sobrevivió. Porque no todo fue gloria ni mantequilla en su pernoctar planetario.

Prácticamente quedó herido de muerte con la ráfaga que apagó a su presidente, su amigo, su partidario. No quiso partir de su patria herida, prefirió perecer entre la ceniza.

 

Tengo en mi cabecera un folleto con uno de sus mejores poemas, escrito con el estro del viejo Walt, con quien algún día habrá que establecerse su paralelo. Es Que despierte el leñador. Sus tres versos finales me parecen rotundos y los asumo como la posición del poeta en estos tiempos de crisis:

 

“Yo no vengo a resolver nada. / Yo vine aquí para cantar / y para que cantes conmigo”.

Contratiempo. Octubre 7-14

 

 

  

 

 

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