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Pereira, Colombia - Edición: 13.258-838 Fecha: Sábado 11-05-2024 |
COLUMNISTAS |
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El sexo sentido
Por: Jotamario Arbeláez
Para Alexa Taboada
Como no vine a este mundo editorial a publicar libros sacros, así los temas me sobren porque el espíritu santo es el amanuense, y dispongo de ventanas abiertas al viento paráclito, mi determinación inmediata es poner mi pluma de oro al servicio de la pornografía, pero sin caer en el erotismo. Pornografía pura, que es la que escribimos los puros de corazón. Para muestra el botón que les estoy abrochando.
No vine a
convertir este mundo en jardín de rosas porque no soy jardinero, ni
vine a destrabar la economía de la especie porque mi especialidad
nunca fue la banca, ni a sacrificarme por una humanidad sin remedio.
Ni a visitar a los enfermos para no correr el peligro de
contagiarme, ni a dar de comer y beber al hambriento ni al sediento
cuando a duras penas conseguía para lo mío, ni a dar posada al
peregrino porque el que vivía de posada era yo, ni a consolar al
triste porque quién podría superar mi tristeza, ni a visitar al
cautivo porque me podrían dejar en la cárcel, ni a vestir al desnudo
cuando se trataba era de desnudar al vestido. Todas las obras de
misericordia se me quedaron en obra negra. Me propuse actuar como un
personaje de la nueva ola francesa, como el antihéroe Renaud de El
reposo del guerrero, o el Poicart de Sin aliento, o el Valmonte de
Les liaisons dangereuses. Qué culpa tenía yo, si padecía el mal du
siècle del nuevo siglo. "Lo único que podía llamar verdaderamente
mío, era la verga”, como lo supo manifestar en similar situación
pero con mejor estilo el lamentoso Philip Roth. Y asociando
inspiración y lujuria cito la afirmación milleriana: “Soy un pene
que piensa”.
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ocasión de conocer personalmente en la India, pero en cuyo culto había sido iniciado cuando el hippismo, por una joven vendedora de incienso que conocí en el bus que me llevaba a un concierto de rock de La Gran Sociedad del Estado y Los apóstoles del morbo.
Pintura de Jaime Rendón
Practicamos todas las láminas
imposibles del Kamasutra, el libro de la gimnasia sagrada, para el que después
escribiría un prólogo sapientísimo, en edición preparada por unos guerrilleros
pacificados. Tarde vine a saber que era la hija dilecta del director de un
noticiero del que me echaron por mis expresiones rijosas. De nuestras
estrechísimas relaciones salí con la piel azul, como puede observarse en algunas
fotos de archivo.
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Pintura de Hernán Darío Correa
Sólo a título de información
divulgo en este arrume de memorias esta vieja conseja, que al sol de hoy se
consideraría delictuoso machismo. A una de aquellas percantas le pregunté: “¿Y
no te da miedo de que te descubra tu esposo y te propine una tunda?” A lo que me
respondió muy oronda: “Eso es lo que quisiera. Porque mientras más duro me dé
más tiempo se va él para la cárcel y nosotros nos quedamos en su casa y en su
finca”. Huelga decir que, solidario con el pobre cornudo, salí corriendo. Hasta
que comenzaron a menudear los anónimos con amenazas de muerte. Y al no saber de
dónde venían, hube de cortar con todas. Por lo sano, como se dice. En la
Fiscalía descubrieron que no era ningún marido ofendido, sino una de las mismas
pécoras. Todo lo malo que se hace por amor con el mismo amor se perdona. Ya no
sufro por los males del planeta ni de la humanidad irredenta. No pude hacer que
el mundo fuera mejor ni peor. Él mismo se encargó de ajustarse cuentas. Lo único
que logré con el mazo de Laszlo Toth cuando intenté quebrarle una rodilla al
Sistema fue, en el arco reflejo, recibir del mismo una patada en el culo. Que me
mandó de bruces a la sociedad de consumo, donde me comenzaron a pagar por
despotricar. Fracasó la revolución, que era lo que a mis socios poetas y a mí
nos mantenía los ojos abiertos y los oídos despiertos. Aunque lo que nos
interesaba no era tanto la revolución comunista como la reevolución planetaria,
con todas las supernovas perdiéndose por los agujeros negros en busca del átomo
primigenio. Lo de la cura de la artritis con cannabis resultó paja. Y, viéndolo
bien, como expuse en otra ocasión, el cine francés de la nueva ola no era tan
bueno.
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