Internet gratis y financiamiento
para la IA: las propuestas del Pacto Digital Global de la ONU
“Estable, seguro y no fragmentado”. Así describe a internet la
primera revisión del Pacto Digital Global, el acuerdo sobre el
ecosistema online y la inteligencia artificial (IA) que la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) quiere someter a votación
en una cumbre sobre el futuro de la tecnología, que se celebrará en
New York, Estados Unidos, el próximo mes de septiembre.
El tira y afloja de la gobernanza de internet
Vayamos por orden y volvamos al internet libre. Desde 2019, Pekín ha
estado presionando, de diversas maneras, a favor de un nuevo
protocolo de la web. Y un nuevo sistema de administración, que se
aleje del modelo multilateral que actualmente pertenece al foro de
gobernanza de internet. El objetivo: dividir la red en muchas islas,
la llamada “splinternet”, más fácil de supervisar por las naciones.
A pesar de contar con el apoyo de Rusia, Arabia Saudita y algunos
países africanos, China no ha conseguido obtener un consenso
alrededor del expediente, que siempre ha sido rechazado por las
asambleas internacionales. Pero no por ello se da por vencida. Por
eso es importante que, en el seno del Pacto Digital Global, la ONU
insista en poner en blanco y negro que el internet multilateral no
se toca. En el léxico curial de la diplomacia, significa poner un
alto al “Dragón”.
El Pacto Digital Global, por el contrario, reconoce que el lugar
para debatir el futuro de la web y sus evoluciones es el foro de
gobernanza de internet
(y no otros organismos en los que Pekín ha intentado imponerse por
la fuerza), que la ONU se compromete a financiarlo, ampliando la
participación a las naciones más frágiles, y que los 193 países
miembros se aseguran de “promover la cooperación internacional” con
el objetivo de “prevenir, identificar y abordar oportunamente los
riesgos de la fragmentación de internet”.
Las consecuencias
para la web del Pacto Digital Global
Para que la fórmula funcione, los compromisos de base del documento
no son suficientes.
Como reconoce el propio pacto, todavía hoy 2,600 millones de
personas no tienen acceso
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a internet. El proyecto de
pacto exige que una suscripción básica de banda ultraancha no cueste más del 2%
del salario promedio del 40% más pobre de la población mundial, lo que supone un
reto financiero para los operadores mundiales de telecomunicaciones. Sobre todo
los del viejo continente, cuyas inversiones se encuentran en una fase de
estancamiento, especialmente en lo que respecta a las tecnologías 5G. Un sector
en el que, por otra parte, China es fuerte, expandiéndose en los servicios fuera
del hogar. El pacto establece un mínimo de 10 megabits por segundo (Mb/s) como
acceso universal a la red y conexión garantizada a todas las escuelas del mundo
para 2030. Para la misma fecha, la ONU quiere garantizar que el 80% de la
población mundial tenga conocimientos básicos de informática.
Según el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral,
un organismo intergubernamental, el pacto también debe contemplar los aspectos
de “hardware” de internet. Y prever políticas que aseguren el uso de materias
primas para los chips, el consumo de agua para refrigerar los centros de datos o
la construcción de cables submarinos para las telecomunicaciones, a fin de
evitar la falta de medidas de protección que garanticen una red abierta.
Hasta ahora, el bloque dirigido por Estados Unidos se ha asegurado una posición
de liderazgo en las mesas sobre la gobernanza de internet. En 2022, Doreen
Bogdan-Martin se convirtió en secretaria de la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (UIT), la agencia de la ONU que establece normas para la
telefonía y las redes de comunicaciones, venciendo a su contrincante Rashid
Ismailov, exministro ruso de Telecomunicaciones. Fue una victoria que afianzó a
Washington la dirección de uno de los organismos a través de los cuales China
quería impulsar su proyecto de balcanización de internet.
Una “policía” para la IA
Tal vez a Estados Unidos y a su red de
gigantes de la web les guste menos apoyar
las plataformas, los modelos de IA y los servicios de código abierto, bienes
públicos digitales que para Naciones Unidas son la base del desarrollo
inclusivo. El “Palacio de Cristal” se ofrece como una asamblea donde establecer
nuevas normas de interoperabilidad, facilitar el diálogo entre sistemas e
intercambiar iniciativas. El proyecto de pacto también pone en juego a las redes
sociales, a las que pide que frenen la difusión de material violento, contenido
abusivo y desinformación. Además, reclama que se limite la vigilancia intrusiva
a través de internet y que se protejan las comunicaciones. Una declaración de
principios que no deja de serlo, dado que desde este punto de vista incluso la
Comisión Europea, a través de la propuesta de reglamento Chat Control,
reglamento que tiene como objetivo frenar la pornografía infantil, quiere
acceder a las conversaciones privadas,
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con el peligro de crear un sistema de vigilancia generalizado.
Otro punto chocante para el bloque de Estados Unidos es el objetivo de crear una
gobernanza compartida y distribuida de los datos, hoy concentrados en manos de
unos pocos (léase: las grandes tecnológicas), sobre todo para el entrenamiento
de la inteligencia artificial. La IA es la otra piedra angular del pacto
mundial. La ONU quiere liderar un foro internacional para homogeneizar las
normas internacionales de desarrollo y establecer un enfoque común sobre lo que
está permitido y lo que está prohibido. En teoría, ya dispone de instrumentos
legislativos sobre los que trabajar. Como la Ley de Inteligencia Artificial (AI
Act), la normativa europea que fue construida a partir de un modelo que parte de
los riesgos de las aplicaciones tecnológicas para enmarcar los usos autorizados
y los restringidos. O los acuerdos del G7, una cumbre internacional entre siete
de las principales economías del mundo, que mediante el Protocolo de Hiroshima
asumió compromisos comunes muy generales. El problema es conseguir que 193
cabezas se pongan de acuerdo. Y sobre todo los intereses económicos que hay
detrás del desarrollo de la IA generativa, una nueva fiebre del oro que está
atrayendo mucho dinero, el apetito de los gobiernos y la atención de los
organismos reguladores.
La ONU pretende utilizar dos organismos para supervisar este campo. Uno es un
Grupo Científico Internacional sobre IA y Tecnologías Emergentes, a semejanza
del Grupo sobre Cambio Climático, que asiste a la sede de la ONU en lo relativo
de políticas medioambientales y proporciona estudios y directrices para orientar
las negociaciones sobre acuerdos climáticos en las Conferencias de las Partes
(COP).
La otra es un Grupo Internacional de Contacto sobre la Gobernanza de la IA,
compuesto por expertos en políticas, que acompañe a los principales foros de la
ONU para complementar las decisiones con opciones reflexivas sobre las políticas
de la inteligencia artificial, que se reúna anualmente y colabore estrechamente
con la UIT.
Para 2025, la ONU también propone crear un Fondo Mundial de IA y Tecnologías
Emergentes para el Desarrollo Sostenible de 100 millones de dólares procedentes
de fuentes públicas y privadas. Pero la experiencia con los fondos climáticos
demuestra que recaudar dinero para cerrar brechas y desigualdades es un reto
casi imposible.
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