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Pereira, Colombia - Edición: 13.281-861 Fecha: Jueves 21-06-2024 |
COLUMNISTAS |
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El segundo puñetazo
Por: Jotamario Arbeláez
Detenerse uno en la instantánea de Rodrigo Moya donde aparece el colombiano más grande que ha dado Colombia en todos los tiempos –según el presidente de la República–, y quien más prestigio le ha dado al país en el mundo entero –según el mismo Gabo, en Punto final a un incidente ingrato–, y el personaje más importante de la literatura española después de Cervantes –según el lugar común–, con el ojo izquierdo “en tinta” u “ojo a la funerala”, ahora que acaba de bajar los párpados, da grima, revuelve el alma, provoca reclamar justicia y reparación, recordando que el morado indeleble fue producto de un puñetazo asestado a mansalva y sobre seguro el 12 de febrero de 1976, cuando el agredido acudió a saludar de abrazo a su antiguo amigo transformado en puñetero iracundo, a la usanza del Leoncio Prado, y que éste nunca se dignó presentar una explicación por las lesiones personales causadas, y por ello no ha estado expuesto a ninguna conminación o repelo, y antes bien ha sido recibido en Colombia con todo honor por escritores permisivos y el combo social y cultural que tanta lágrima ha vertido recientemente en los medios, como si no se tratara de un prospecto de deicida sino del salvador neoliberal de los valores occidentales.
Nadie sabe a ciencia cierta a qué obedeció el guarapazo que a algunos vates cavilosos |
nos dolió más que a Gabo, y lo peor es que nos sigue doliendo por más árnica que traguemos. Todo el mundo lo columbra pero nadie se atreve a manifestarlo, porque no se habla de algo tan feo en la vida de unos señores bien. Cuando al Cocodrilo sagrado se le escapó “es que Mario es un celoso estúpido”, las buenas conciencias dedujeron que el peruano estaba dolido porque el hombre que era la veneración de su vida se le había ido con el indeseable Fidel. Con motivo de la conversión en crema del fabuloso fabulista, el autor de La guerra del fin del mundo salió del paso con alguna frase convencional acerca de su pervivencia, y aclaró en Venezuela –ahora que está invitado de honor a Colombia, a la Feria del Libro donde se homenajea al gran Gabo– que el secreto del puñetazo se irá a la tumba, como fue el pacto que hizo con el nobel magullado de no airear el tema, no sabemos dónde ni cuándo. Por eso Gabo se abstuvo de darle más cuerda al segundo tomo de sus memorias. “Si García Márquez lo respetó hasta su muerte yo haré lo mismo”, dijo en el colmo de la concha. Y le endosó la exhaustiva investigación a los biógrafos, si los merecen. Con tal de que no vayan a ser como los autores del libraco De Gabo a Mario, que se limitaron a consignar: “Dos años más tarde, en México, terminó de un modo violento la amistad entre García Márquez y Vargas Llosa”. Si ese silencio persiste durante el mencionado homenaje, será una segunda bofetada, esta vez a la memoria de quien ya no puede defenderse ni siquiera haciendo pistola. ¡Confiesa la verdad y pide perdón, Marito, y mira si conservas la frente en alto! Antes de que algún gabófilo irreverente te pregunte en una de tus intervenciones que por qué en vez de atacar al Nobel con el puño no lo embestiste con los cuernos. El caso es que muy pocos quisieran estar en el pantalón de |
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los anfitriones de esta feria contradictoria.
Contrición. Es una bienaventuranza que García Márquez haya tenido la muerte del justo en un país que le dio amoroso cobijo, donde todo el mundo lo veneraba y no le hacía reclamos por no haber construido el acueducto del pueblo. Pudo haber muerto, por lo menos de pánico, en Colombia, cuando en las épocas del Estatuto de Seguridad se le buscó para interrogarlo por asuntos conspirativos, y conducirlo a las caballerizas de Usaquén, donde se irrespetó a tantos ponderados personajes, entre ellos a los entrañables poeta Luis Vidales y escultora Feliza Burnsztyn. Qué tal una sensibilidad y susceptibilidad de ésas ante los embozados cuestionadores, escuchando los gritos de los torturados y viendo cómo el caballo Pinocho mordía las orejas de los detenidos. A expensas de Fidel, habría llegado al infierno por anticipado. Gracias, México, por la tabla de salvación. En ese país quedas bien, hermano Gabito.
Abril 30-14
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