Mar Egeo amenaza riqueza histórica
de la isla de Delos, en Grecia
La subida inexorable de las aguas está derribando ruinas de 2.000
años de antigüedad, reconocidas como Patrimonio Mundial de la Unesco
El paisaje en la minúscula isla griega de Delos es de postal: ruinas
antiguas a orillas del azul insolente del mar Egeo, salpicado de
islotes rocosos y veleros que navegan hacia la cercana Mykonos.
Pero un drama silencioso se gesta en sus orillas debido a la subida
inexorable del mar, que está derribando las ruinas de esta ciudad de
2.000 años de antigüedad, reconocidas como Patrimonio Mundial de la
Unesco. El sitio arqueológico de Delos, isla del archipiélago de las
Cícladas, puede perderse para siempre.
"Delos está condenada a desaparecer en una cincuentena de años",
diagnostica Véronique Chankowski, quien dirige la Escuela Francesa
de Atenas (EFA), la institución encargada de las excavaciones desde
hace 150 años.
"Este parque arqueológico que hoy nos aporta una información
considerable (del mundo antiguo, NDLR), puede que no lo veamos más",
agrega en una entrevista con la AFP en Atenas.
No es solo la subida del mar que, según el grupo de expertos
climáticos de la ONU, crece en la cuenca mediterránea a un ritmo
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de 2,8 milímetros anuales en las últimas
décadas. En el caso de Delos, la isla se hunde progresivamente
debido a la tectónica de placas.
Comercio y peregrinaje
Habitada hoy en día por un puñado de arqueólogos en verano y por dos guardianes
en invierno, Delos es uno de los "tesoros" del mundo antiguo y fue un centro
neurálgico del comercio en el Mediterráneo dos milenios atrás.
La ciudad cosmopolita, que vivió su apogeo en los tiempos de los romanos,
contaba entonces con unos 30.000 habitantes. Su santuario dedicado a Apolo, el
dios de las artes y la belleza que como su hermana Artemisa habría nacido en
Delos, atraía a peregrinos de toda Grecia.
En las ruinas del antiguo teatro, Athena-Christiana Loupou, una arqueóloga
griega que guía a los grupos de visitantes a través de la casa de Cleopatra o la
terraza de los Leones, no esconde su inquietud. "Todas las ciudades costeras van
a perder partes importantes situadas actualmente a nivel del mar", asegura.
Para constatar la magnitud del daño hay que ir a una zona vetada a los
visitantes y cruzar unos matorrales perfumados de orégano hasta llegar, ya con
los pies en el agua, a las antiguas tiendas. En el siglo I y II antes de Cristo
eran lugares de intercambios comerciales y de almacenamiento, que ahora se van
desmoronando paulatinamente.
Muros hundidos
"Cada año por primavera me doy cuenta de que se han hundido nuevos muros", se
lamenta Jean-Charles Moretti,
director de la misión arqueológica francesa de Delos.
"El agua entra en las tiendas en invierno y corroe la base de las paredes" que
"se derrumban de golpe", explica este arqueólogo, que realiza misiones en esta
isla desde hace 40 años.
En los últimos años, los investigadores han notado una rápida aceleración de la
crecida del mar.
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"En el espacio de casi diez años, tenemos de media, en función del lugar,
avances del mar de hasta 20 metros", afirma Véronique Chankowski.
Se han tomado medidas de emergencia para reforzar algunas paredes, pero las
soluciones a largo plazo son "extremadamente complejas" y requieren "un enfoque
pluridisciplinario", agrega esta experta.
Un estudio de la Universidad Aristóteles de Tesalónica el año pasado alertó de
que el incremento de temperaturas y las repetidas olas de calor combinados con
una humedad elevada afectan la composición química de algunos materiales usados
en edificios históricos.
"Como el cuerpo humano, los monumentos están construidos para resistir
temperaturas específicas", dijo Efstathia Tringa, investigador en meteorología y
climatología de esa universidad al diario "Kathimerini".
El problema se agrava por el flujo de turistas a la vecina isla de Mykonos,
conocida por sus fiestas. En las noches de verano, en las escarpadas laderas de
Delos, se oye retumbar la música de las discotecas a cielo abierto de Mykonos. Y
durante el día, numerosos visitantes desembarcan con chanclas y sombreros de
paja para "pisotear continuamente" el patrimonio cultural, a menudo "fuera de
los caminos señalizados", lamenta Chankowski.
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