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Pereira, Colombia - Edición: 13.297-877 Fecha: Jueves 18-07-2024 |
COLUMNISTAS |
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Comeos los unos a los otros
Por: Jotamario Arbeláez
A quién no le ha provocado comerse físicamente lo que más quiere. De allí que el verbo alimenticio se haya convertido en un eufemismo para designar el acto carnal. Podéis comer de cualquier fruto del jardín, menos del fruto de este árbol, dijo el Señor señalando a Eva. Y fue lo primero que se comieron.
Los habitantes del
mundo se debaten en la disyuntiva de comer o ser comidos, no importa
el sexo. Se sabe que el pez grande se come al pez chico, pero no
siempre. La comida del lobo a Caperucita se sigue prestando a
equívocos. Comer como las bestias es lo único que no merecería un
castigo, escribía Eduardo Escobar cuando tenía muelas. Nada que me
nutra, solía contestar yo a la pregunta de que qué quería comer.
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plato. Espero que me encuentres sabroso, le dijo en una declaración que significa la máxima entrega. Sin pensarlo dos veces, el hoy llamado Caníbal de Rotemburgo cercenó con el cuchillo de cocina el pene del voluntario no sabemos si antes hizo otro uso de él, lo puso a freír en la sartén y lo sirvió para ser consumido a la manera del salchichón o el perro caliente, en rodajas, retirado el cuerito, con mayonesa.
¿Hasta dónde habrá llegado a participar el sacrificado de esta su última cena? Tal vez hasta saborear sus glúteos asados, masticar sus orejas tostadas, degustar su propia lengua al vino, antes de que el gentil carnicero se decidiera a ultimarlo con cuchillos de distintas formas y tamaños, mientras seguían brindando con más vino y tomando pepas.
Para que en caso de que se descubriera el festín macabro y no fuera a malinterpretarse, el hambriento victimario grabó toda la sesión culinaria con su cámara de video, donde quedó consignado que el hombre plato no sólo aceptaba sino que deseaba fervientemente la muerte, lo que convertiría este asesinato en un piadoso
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caso de eutanasia. Y como en ninguna parte del mundo el canibalismo es delito, pues parece que el monstruo va para afuera, donde se le quedaron sin comer 245 personas que respondieron el anuncio. Más el joven batracio con apetitosas ancas de rana que descubrió el aviso a la policía.
Diariamente encuentro por
Internet y en la prensa similares reclamos: Hombre dispuesto al sacrificio de
dejarse comer, necesito o Cómeme, soy tuyo, y los había dejado pasar
desapercibidos. Tal vez por la connotación homoerótica de la que ya nadie se
espanta. Pero me provoca hacerles el seguimiento ¿se imaginan el reportaje que
podría conseguirse con un sofisticado personaje que por correspondencia y a la
carta se lo quiera papear a uno? ¿Quién además pone la cámara? Pero si hay
aberrados sexuales como este cuarentón alemán que practican el garrote para sus
satisfacciones extremas, a muchos kilómetros de allí hay otro personaje que vive
placeres tanto más plenos, utilizando tan sólo la zanahoria. Es Hugh Heffner, el
fundador de Playboy, revista que está cumpliendo 50 años, y quien a sus 77 años
vive hiperactivamente con 7 conejitas, una para cada día de la semana, en una
lujosa mansión a prueba de voyeristas. A todas se las come, en el buen sentido
de la palabra, sin necesidad de condón porque no las presta y todas han pasado
la prueba del sida, aunque a veces se aparezcan por allí a bañarse en la piscina
peligrosos personajes como Jack Nicholson, Leonardo di Caprio y Cameron Díaz.
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