Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.301-801

Fecha: Jueves 25-07-2024

 

EDITORIAL

 

Falta conciencia

 

En Colombia falta conciencia. Conciencia ciudadana, conciencia en el trabajo y conciencia como seres humanos…

 

La falta de conciencia nos ha traído a este punto, este hilarante punto de frustración en donde no sabemos qué hacer con lo que anda mal. No sabemos qué hacer con las guerrillas, porque si seguimos la guerra los números de muertes y daños se incrementan, pero si concedemos el proceso de paz los daños y muertes se incrementan sólo de un lado. Evidentemente este problema proviene de la poca conciencia política que tenemos, en otras palabras, el no saber perfectamente por quien es que votamos, es la razón de la gran mayoría de males de nuestro país, puesto que terminamos eligiendo a la persona por el rostro que mostró en campaña pero nunca nos preguntamos cómo ha sido su modo de ser a través de su historia política, mostrando de esta manera que en muy pocas ocasiones la forma de solucionar las dificultades no es de nuestro agrado, o peor aún, no dan soluciones.

 

Pero, esta falta de conciencia no es necesariamente una falacia existencial, sino económica, es decir, gastamos más tiempo trabajando que percibiendo, investigando y estudiando, claramente este es un problema como sociedad y el manejo que las empresas dan a sus trabajadores, privandolos de cualquier posibilidad de darse cuenta que es lo que necesitan. En efecto, dada esta imposibilidad que las empresas le dan a sus trabajadores, no es completamente normal que los políticos que ganan las elecciones por lo regular suelen contribuir de una u otra manera a las grandes empresas, dejando de tal manera al sujeto, con un cansancio tan grande que sólo le queda salir en un círculo vicioso infinito.

 

No obstante, ¿en serio podríamos afirmar este círculo vicioso sin más? ¿No deberíamos mostrarnos con resistencia ante este constante adormecimiento creado por la sociedad de consumo? Después de todo, ¿en serio necesitamos todo en lo que gastamos o es acaso ahora nuestras pertenencias las que nos definen como sujetos? Bueno, de hecho ahora nuestro modelo de vida le dice mucho a la sociedad y nos volvimos dependientes de este mostrar y ver, auto-expropiandonos de nuestra identificación como humanos, ahora parecemos productos, siempre a la espera de ser vendidos de la mejor manera, aun cuando esta espera y preparación pueda llevarse todo lo mejor de nuestra propia existencia, entre ello, todo nuestro tiempo.

 

 

 

 

 Los carroñeros que olvidaron sus raíces

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com

 

Cuando crecía e iba a la escuela, muchas veces escuche al maestro decir que los indios no tenían alma y que los perros eran más valiosos que esos animales. Estaba en tercero de primaria y ya me perfilaba en lo que hoy soy. Lo escuche decir esas palabras y eso me hizo afinar el sentido de la razonabilidad.

Ese maestro hoy debe de estar enterrado bajo la misma tierra de sus antepasados aborígenes en el más completo olvido.

La tierra nunca ha sido de nadie, el que la reclame como propia, sobre ella vivirá sólo para labrarla y morir esclavo de ella.

Los primeros humanos y descendientes han vivido como parte de ella y han convivido en paz. Pero unos sicópatas de los primeros siglos cuando la Mesopotamia y la Grecia eran colmenas todas funcionaban bien. Esto duró hasta que un arrogante guerrero macedonio conquistó parte del mundo y cambio el orden de la tenencia de la tierra.

Los españoles por azar apoyando a Colón llegaron a estas tierras donde antes habían llegado otros navegantes y se regresaron dejando todo intacto como lo encontraron.

Castilla y León, un mísero territorio se lanzó a la devastación de un extenso continente y lo que era de todos los que lo habitan lo hizo propio blandiendo una cruz y una espada asesinando a millones de sus habitantes.

Hoy siglos después, los bastardos descendientes que no pudieron regresar reclaman las tierras que no son de nadie y que las han habitado los aborígenes en ella.

En Colombia el Estado carroñero los desplaza y les asigna territorios como si esas tierras no fueran de ellos. Y lo más interesante es que bandidos de todas las calañas reclaman como propio lo que nunca ha tenido dueño. Y por eso se creen que son dueños y demarcan territorios para sentirse dueños de una tierra que siempre estará ahí.

El aborigen no tiene el sentido de la propiedad porque no hace parte de su información genética, todo es de todos y por eso toman lo que encuentran si les es útil para comer o fabricar sus cosas básicas.

El descendiente del macedonio todo lo ve como un tesoro y quiere apropiarse de lo que encuentra a su alrededor. Lo marca, lo titula y lo convierte en un negocio para oprimir al otro. Mientras que el nativo ve las cosas como parte del todo y para todos. Por eso es que nace el crimen, por esa sed de poseerlo todo y sentirse dueño de todo. Así nace el mercado de las cosas. No el canje, yo tengo y tú tienes e intercambiamos elementos según nuestras necesidades. Las leyes exitosas son aquellas donde la participación de todos se combina entre unas cosas y otras y se llenan los vacíos con la aportación de todos.

La democracia obliga a elegir a unos individuos por una minoría que al final son ellos los que esclavizan a sus electores obligándolos a pagar impuestos para que

 

 

 

ellos construyan un establecimiento que permite crear la corrupción más monumental.

 

Este continente evolucionaba lentamente y todos vivían al ritmo de su quehacer cotidiano al igual que los que habitan la amazonía o las selvas profundas de este continente.

 

Solo cuando llega el invasor blandiendo su espada y sus leyes, la tierra se convierte en una cloaca de su humanidad.

 

LA COLOMBIA RURAL SE HUNDE

Crónica #928


Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://www.youtube.com/watch?v=dn2b1RdTQy0

 

Llevamos años oyendo que los colombianos importamos allende de nuestras fronteras por lo menos el 70% de lo que comemos. En los dos últimos años, el proceso ha tomado caminos insondables.

En los hogares, dice Raddar, ha seguido disminuyendo el gasto. Y si es así, todos podríamos deducir que el mercado de los hogares ha mermado y que, fundamentalmente, se habrá dejado de adquirir la comida importada que siempre resulta más cara.

Quizás fuera así pero no porque resulte más cara. Es porque la Colombia rural no ha conseguido producir más y los importados siguen supliendo la canasta familiar así los comerciantes le hayan rebajado la calidad a lo traído.

Parecería absurdo llegar a estas conclusiones, pero cuando se entera que lo sucedido es el acumulado de una larga lista de abandonos para apoyar la producción agropecuaria, y que existe otra más larga de obstáculos que se les han creado a los que trabajan la Colombia rural, se entiende la verdad.

 

No hay en los últimos dos años una sola iniciativa para fomentar la productividad del campo. No se han decretado fórmulas para mejorar el acceso al crédito agropecuario. No se volvió ni a gastar ni a incentivar un peso en la inversión en nuevos distritos de riego. Tampoco han aparecido, ni de parte del gobierno ni de los contratistas que fungen de congresistas, un plan concreto de apoyo a las nuevas biotecnologías.

 

Menos a la mecanización de los cultivos o a las coberturas de riesgos para proteger la renta de quienes se aventuran a seguir siendo actores de la Colombia rural.

En cambio a los propietarios de ese campo les toca contratar abogados para defenderse de las expropiaciones y las valorizaciones y no agrónomos y veterinarios. Y los que tienen con qué, volvieron a conseguir empresas de seguridad que los mantengan a salvo de las bandas que surgen por doquier.

 

Se hunde la Colombia rural y los citadinos ni cuenta se han dado.

El Porce, julio 25 del 2024

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
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Soporte Tecnológico
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Nadeem Khan

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Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
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