Pereira, Colombia - Edición: 13.306-886

Fecha: Sábado 03-08-2024

 

 COLUMNISTA

 

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Querida, te faltó sal

Por: Jotamario Arbeláez

 

En esta época de continuadas agresiones machistas contra el antaño denominado sexo débil, hay que proteger a las féminas. Pero, ¿quién defiende a los pobres machos que se descachan?

Nunca he pensado que una mujer sea capaz de matar a su marido, ni siquiera de desear su muerte, por más mala ficha que el hombre sea o haya sido. Y eso que me he leído toda la tragedia griega, reparando en el pobre de Agamenón, que después de diez años de una guerra de la que salió bien librado, fue decapitado en su bañera por la mamá de sus hijos.

El uso de esa bestialidad ha estado por lo general referido al varón, al domado y al indomable, por cuestiones que a pesar de tener visos de razonables, según las tablas de la ley de otras antañonas culturas, no pueden ser aceptables al día de hoy. Eso del apedreamiento de la mujer adúltera al pie de la sinagoga, es inaceptable. Jesucristo predicó para todos el abstenerse de tirar la primera piedra. La infidelidad femenina ya no es un delito, ni una transgresión, ni un pecado, y mucho menos objeto de pena capital por parte del ofendido. Es una decisión y un derecho, en una sociedad permisiva. Para eso existe la separación, in situ e ipso facto. Mi amigo el abogado Armando Barona Mesa fue el acusador de “el papero”, un uxoricida famoso en la Cali de los años 60. Pero si la mujer le ponía los cuernos, le recriminé. Sí, pero eso no era razón para matarla, me concretó. Y estaba en lo cierto. Nadie puede matar a nadie, y mucho menos por amor ni por desamor. Ni por celos ni por recelos.

Los motivos pueden ser otros, pero hay 

 

 

 

algunos que va la madre, como se dice, que no tienen perdón de Dios, ni de los desprevenidos lectores de noticias por internet, aunque en ocasiones sí de los tribunales humanos. Acabo de tener noticia por las redes atiborradas, de un episodio sucedido en Penza, ciudad de Rusia. Una mujer, Evgenia Davydkina para más señas, y para que no se olvide su nombre, después de una cena de gala en su residencia, esperó a que su adorado tormento pegara el ojo, como se dice, para aplicarle 35 puñaladas con el afiladísimo cuchillo de la cocina con que preparara los bocadillos, todo porque en la mesa se había permitido hacer el comentario de que a un plato le había quedado faltando sal. Tal vez no era muy agraviante el comentario, tal vez fuera ”el tonito”, como dicen las señoras. O un término pesado para la elegante anfitriona, como “a este huevo le falta sal”, o “ese huevo quiere sal”, como piropean los costeños. La falta de sal en el plato principal era señal de falta de amor, se habría quejado el occiso Menos mal que estiró la pata dormido, y así no tuvo oportunidad de hacerle ningún nuevo reclamó salido de tono a su atormentada adorada.

No fueron tan simples las 35 puñaladas al bendito de su marido. Hubo el agravante de que su hijo de 4 años miraba desde la cuna, todavía incapaz de defender a papá. Una vez consumado el alevoso atentado, la embejucada Evgenia fue a buscar al comensal que se había quedado a dormir, seguramente después de bailar con ella a los postres mientras el marido clavaba pico, como se dice. El aterrado huésped alertó al hospital, llegó la ambulancia y cargó con el desangrado.

 

De modo pues, apreciados caballeros, que a partir de ahora nada de comentarios simplones o salaces en la mesa ni en la cama, si no quieren ser pasados al papayo por dar papaya, como se dice. Hagan como yo, siguiendo la observación del poeta Lorca: “la luz del entendimiento me hace ser muy comedido”.

Por una vez, en esta oportunidad la justicia rusa no pecó de machista. A pesar de su

 

 

 

 

confesión inclemente, en la que lo único que no dijo fue cuál era el platillo objeto del letal comentario, le fue concedida la residencia por cárcel. Para impedir que el niño todas las noches tuviera pesadillas recordando el horroroso suceso, lo dejaron al cuidado de su mamá.

Anexo la noticia:

“Apuñaló a su esposo hasta la muerte porque le dijo que a su comida le faltaba sazón

Evgenia Davydkina cogió un cuchillo de pesca y se lo enterró unas 35 veces a su marido luego de que él le manifestara que le faltaba sal a un platillo.

La mujer esperó a que unos invitados se fueran de su casa, ubicada en Penza (Rusia), y a que su esposo se durmiera para apuñalarlo. Según informes de medios locales, citados por DAily Mail, Evgenia mató al hombre en frente de su hijo, de 4 años de edad.

 

Tras apuñalar a su esposo, la rusa despertó a un invitado que se quedó en su casa y le pidió que llamara a una ambulancia. Aunque los paramédicos llegaron al poco tiempo, la víctima ya había muerto, agregó el diario inglés.

 

Durante el interrogatorio con la policía, la mujer confesó el motivo del asesinato. Además, contó que su esposo le manifestó que si no le ponía sal a la comida era porque no lo amaba, señaló el medio.

A pesar de la confesión, a la mujer le dieron el beneficio de casa por cárcel, por lo que ahora permanece en su vivienda con su pequeño hijo. De acuerdo con Daily Mail, varios vecinos criticaron esa decisión.

El periódico también indicó que los informes policiales no mencionaron cuál fue el platillo que la mujer cocinó.

Enero 15.19”

 

 

  

 

 

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