EDITORIAL
Sobre los efectos del terror
a la soledad
El vulgo se mueve por inercia. Reaccionando de formas realmente inauténticas
expresan el poco conocimiento que tienen sobre sí mismos, se desconocen, por
completo, su leve imagen sólo ha sido compuesta y complementada por formas
externas. Es decir, es el otro el que termina construyendo la imagen que
nosotros podríamos llegar a tener sobre nosotros mismos.
En efecto, nos resultaría totalmente imposible separarnos de las imágenes
mentales que los otros puedan llegar a tener sobre nosotros mismos. Pero ¿Las
imágenes, pensamientos y demás aportes que los otros tienen de nosotros, son en
sí, aquello que somos? en muchas ocasiones parece que hemos perdido la confianza
para responder con fuerza, que nosotros somos mucho más que aquello que
mostramos en cada acción.
Sin embargo, afirmarse como diferente, a aquellos que dicen de nosotros, es
sumamente difícil para una sociedad que ve como una prioridad el reconocimiento
del otro, el colombiano actual, promedio, busca la aceptación, busca vivir la
vida que los otros dicen que tiene, llevándolo de esta manera a vivir en un
mundo de fantasía, fantasía que parece hacerlo entrar en un cómico estado
vigilia, construye mundos que no puede sostener, se limita y comienza a vivir en
el ensueño, olvidándose así de sí mismo, evitando la angustia que se siente al
tener que verse y construirse a sí mismo; después de todo la libertad asusta
incluso más que la soledad.
Ante la imagen pesada que llega al marcarse como diferente, la soledad se
muestra con fuerza, mostrando la única forma de ser libre. No obstante, para
lograrlo, se tendría que aceptar la discordia entre lo que se dice y lo que es.
Colombia parece haber sucumbido al miedo, parece haber evitado el dolor que
implica ser libre. El colombiano promedio busca ser direccionado, ama quien le
dice cómo actuar, encuentra en aquellos que se muestran como amos tiernos -que
buscan darle una mejor vida- sucumbe ante la esperanza que le da su amo
entregando todo de sí, olvidándose de su diferencia, sólo dejando un cuerpo
inerte, que siente y desea por los demás, desde su amo y para su amo.
De esta manera es como el Periódico El Imparcial propone una pregunta a nuestros
lectores, la cual se expresa desde la necesidad de reencontrarnos como
diferentes, más, para abarcar este reencuentro con lo que nos hace auténticos,
debemos preguntarnos ¿aquello que deseamos, lo hacemos por interés propio o
porque nuestro amo (interpretando como amo a la cultura, contexto social o
cualquier tipo de iniciativa ética) nos ha indicado que es lo que tenemos que
desear?
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La telefonía nos quiere robar por
dejar un mensaje
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
La primera vez que use un teléfono celular en
Colombia me sentí asaltado en todas las formas. No me iba a imaginar
que por ese nuevo servicio que había nacido a través de la evolución
tecnológica iba a ser un instrumento que se beneficiarian los
propietarios como los políticos de una forma que antes nadie lo
había hecho.
Hoy en día hay millones de celulares en el mercado y cada año salen
nuevas versiones con cambios que emocionan a quienes los usan. Los
precios dan escalofrío y la adrenalina brota como cascadas. Por lo
general la gente quiere presumir de tener el de última generación,
así impresionar a amigos y a los que los vean.
Recuerdo en Betty la fea una de las escenas en que el enamorado
Nicolas hablaba por el celular para dárselas de importante. Todo
esto parece risible en principio, pero esa risa la tienen los dueños
cuando se aprovechan de tantos inocentes con los que juegan con su
inocencia. El negocios funciona bajo las habilidades y astucias de
quienes tienen la tecnología en sus manos.
Steve Jobs fue un experto en este tema y por eso Apple era una de
las empresas más exitosas que vendía a precios exorbitantes sus
productos y se siguen.
El ciudadano de a pie no tiene a un Polimano que lo defienda frente
a los pulpos de las grandes corporaciones que contratan agentes para
que hagan lobby ante el congreso para que les aprueben los contratos
para explotar al ciudadano sin piedad.
La sociedad está indefensa frente a la explotación que se hace en
todas las formas con pagos por servicios que no deberían existir.
Tanto de bancos como de corporaciones económicas y que a su vez
afecta a la empresa privada porque ellos también caen en las garras
de estos tigres inalámbricos.
Colombia tenía una infraestructura en las comunicaciones excelente,
pero todo eso desapareció en malas administraciones y en un congreso
ventajoso para su propio bienestar y no para la sociedad. En el
presente estamos más inundados de estos grupos que usan la telefonía
para cobrar por dejar un mensaje como si esto no hiciera parte del
servicio que venden.
Cuando la sociedad entienda que ella es la dueña del establecimiento
y que ese establecimiento le debe servir a los ciudadanos porque
ellos son los que pagan los impuestos y mantienen la burocracia a la
que no debería sostener es cuando las cosas comienzan a cambiar para
el bien de todos.
Hay que tener conciencia y claridad de lo que uno es y representa
para el Estado y que uno no es un peón de brega para que
otros vivan en condiciones superiores
y sin reparo del bienestar del resto de la sociedad.
Los colombianos tienen que ubicarse como individuos que pueden
enfrentarse a todos estos que siempre buscan aprovecharse
económicamente sin importarles lo que sufran o no, lo importante
para ellos es
alcanzar
sus metas económicas sin miramiento porque eso es lo que los hace
sentir bien y empoderados.
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Hay que detener a estos dejando de participar en sus elecciones
democráticas y organizándose como una sociedad autónoma que defiende
sus derechos y equidad, de lo contrario viviremos como esclavos
modernos sin darnos cuenta.
Qué lee Gardeazábal
LA REGENERACIÓN
De Daniel Gutiérrez Ardila
Editado por Taurus
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=aY3A46T3YlU
Este es un libro catastrófico que pretende solidificar un mito, la Constitución
de 1886, pero como quiere al mismo tiempo subvalorar a su gestor, Rafael Núñez,
despojándolo de la aureola que la historia le ha creado y que lo protege, tiene
un sabor agridulce.
Es valioso de todas maneras porque al hacerlo consigue erradicar los dos
elementos equivocados en que se ha caído siempre al hablar del monstruo político
que fue Núñez: su cacareado matrimonio con Soledad Román y su traición a los
ideales dañinos del Olimpo Radical que se entronizó en Colombia con la
Constitución de Rionegro en 1863.
Pero en su afán de maximizar el producto hace un tan exhaustivo y plausible
trabajo investigativo para narrarnos las dificultades por las que pasó Núñez
hasta sacar adelante su idea de derrocar la maligna república creada por los
idiotas liberales de Rionegro, que en vez de convertir al cartagenero en un
manojo de defectos humanos y de equivocaciones, como pretende una y otra vez,
termina haciendo un pedestal para reconocer la magnitud de la Carta del 86 pero
pegando más ladrillos a la estatua de Núñez.
Y lo hace porque ese frágil y feo ser humano fue quien consigue entender lo que
todos sentían en la Colombia de 1880 y, con más verraquera que buen tino se
encontró las fórmulas legalistas para matar al engendro perverso de la
Constitución Liberal de Rionegro y borrar la huella oligarca del Olimpo Radical
que mal gobernó a Colombia por casi 25 años.
Lo de Nuñez para derrocar la Carta del 63 fue un trabajo de filigrana. Hubo
anteproyecto de reforma, plebiscitos municipales, nombramiento de delegatarios y
redacción compensada.
El libro de Gutierrez Ardila es enjundioso y su lectura amena. La narrativa no
es pareja porque se excede en algunos momentos en transcripciones de periódicos
y revistas de la época, pero como el autor tiene sentido histórico en su
capacidad de detectar hasta las hendijas de un período tumultuoso y taponar los
baches de la tradición, Núñez resalta a dolor del mismo Gutiérrez Ardila.
Este libro nos demuestra que la Constitución que Núñez empujó y que Caro y Campo
Serrano construyeron a pedido del cartagenero, logra, como los dioses
mitológicos de los griegos, quedarse por encima de todo como el esqueleto del
verdadero poder constituyente.
Pero en especial porque estableció el orden intocable que hoy todavía nos
permite conservarnos como república, aún por encima del otro engendro dañino de
la Constitución de Gaviria en el 91 y que pretendió destripar la de Núñez del
86.
El Porce, agosto 25 del 2024
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