Pereira, Colombia - Edición: 13.334-914

Fecha: Sábado 21-09-2024

 

 COLUMNISTAS

 

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La muerte de Jotamario

Por: Jotamario Arbeláez

 

¿Elías o el hijo de Lindberg?

La Maga Atlanta, última mujer de Jotamario, quien se daba ínfulas de profeta menor en un libro inspirado que terminó sin escribir, comunicó anoche a las autoridades que éste había sido arrebatado por un carro de fuego que descendió sobre la plataforma de su Spacial Uranium Templum. . Afirma la Maga que vio cuando su tesoro, todo rodeado de luz, fue izado a una carroza suspendida a menos de cien metros del nivel de la plataforma, donde se hallaba meditando, y que el singular aparato, girando sobre sí mismo, tomó rumbo al Noroeste, perdiéndose detrás del Bogotá Hilton. Pudo ser un platillo, dijo la vidente, pero es raro que no me hayan llevado también a mí; Hace tanto que los espero.

El comisario de Las Nieves, luego de recibir la declaración, ordenó a todos los agentes de servicio una pormenorizada inspección ocular del cielo, y una redada preventiva de hippies en los alrededores de La Calle, su centro de operaciones, con el fin de allegar información. sobre el presunto desaparecido, recibir testimonios de posibles testigos del raro acontecimiento o, en su defecto, detectar el tráfico clandestino de algún alucinógeno superior a los registrados en su despacho. Pasada la medianoche, y ante la mudez de los melenudos, el poeta se dio por oficialmente perdido.

Duda metódica de Garavito

El Director del Planetario negó rotundamente la existencia de naves procedentes del espacio interestelar y, en rueda de prensa, manifestó a los reporteros que la tarde anterior a su desaparición había estado conversando con Jotamario, y que el poeta le había comunicado que Pensaba producir un escándalo cósmico del que el mundo tardaría mucho en reponerse. Por lo tanto, su “rapto galáctico” como ya ha dado en llamársele –dijo el científico–, no puede ser más que una broma del travieso nadaísta para llamar la atención mundial sobre su desacreditada figura.

El cadáver fulminado

Dos traperos horrorizados dieron hoy aviso a un agente de policía del hallazgo de un cadáver totalmente carbonizado en un sector desértico del Parque Nacional, a todas luces víctima del impacto de un rayo. Iniciadas las averiguaciones se descubrió que el cadáver pertenecía a quien en vida respondió al nombre de Jotamario, poeta o profeta, debido a una pequeña incrustación de oro que presentaba en el segundo incisivo derecho del maxilar superior, según reconocimiento practicado por su odontólogo, a quien Adeudaba quinientos pesos.

La noticia cayó como una bomba sobre las nuevas generaciones de paz con quienes últimamente venía sintonizado. Radio Latina le dedicó un minuto rock de silencio y el padre Hurtado Galvis inició una colecta entre los sobrevivientes para que el pobrecito no fuera a entrar sin un centavo en el reino de los cielos. Así se cierra la expectativa pública respecto de la desaparición del infortunado escritor, sobre la que venían tejiendo los más inverosímiles comentarios. El cuerpo inerte fue depositado en la morgue, y periódicos y boletines radiales invitan a sus deudos a reclamarlo.

 

La versión del ocultista

El editorialista de La Sarna Gnóstica, publicación esotérica de circulación subrepticia, describió la muerte de Jotamario como un castigo de las potencias del éter por haber violado las puertas herméticas que se le habían confiado en virtud de su aparente fuego profético, y como un signo más de que el reino de los cielos se acerca haciendo justicia. No de otra manera pueden juzgarse las palabras finales del artículo en referencia:

No se juega impunemente con los espíritus, no se invoca para nada la ayuda de los inmortales, no se vive del milagro sin pagar un alto precio por ello. Jotamario ha sido abrasado por el rayo de Júpiter, su regente, y no dudemos de que las llamas eternas terminaran de tostarlo. Sirva de aviso a los falsos profetas que ya despuntan, en la alborada del Gran Mago que se cierne sobre nosotros.

 

Publicista del demonio

En un ataúd de plástico, donado por Proexpo como promoción comercial, fueron colocados los restos carbonizados del poeta nadaísta, para ser sometidos a capilla ardiente (¡semejante chicharra!) en el pasaje hippie de la calle 60, donde, con el patrocinio conjunto de los almacenes El Escarabajo Dorado, Las Madres del Revólver y El Marqués de Sade, durante 72 horas se le rendirán honores de paz en un concierto continuo de rock—funeral a cargo de La Gran Sociedad del Estado.

 

Miles de caminantes, atraídos por la novedad del espectáculo, encendieron sus cigarrillos de cannabis en las velas del difunto y entonaron extraños mantras por su eterno retorno. El líder mechudo Manuel Quinto intentó sabotear esta ceremonia pero fue retirado del lugar por sus enfermeros.

 

 

 

El Profeta Gonzalo Arango, quien al enterarse de la noticia regresó inmediatamente de la isla de Providencia en la fragata Vanagloria, se negó a reconocer el cadáver de quien consideró su primer lugarteniente en el nadaísmo, alegando no sólo que su movimiento poético garantizaba la inmortalidad de sus integrantes más fieles, sino que Jotamario había hecho con el diablo un pacto en su presencia, y que éste le había garantizado que vería los fuegos artificiales del año 2000 a cambio de algunos versos de tipo publicitario que recordaran al mundo la grandeza del imperio del Maligno. Si Jota cumplió, Sata no ha podido fallar, concluyó el pontífice. “Si el Señor te ofrece amor, Satanás te ofrece más”, habría sido el texto aprobado.

 

El luto interior

Enorme consternación provocó en su ciudad natal, fundada por Sebastián de Belalcázar en 1536, la nueva de la muerte de su poeta, quien desde la más temprana edad se propuso alcanzar la celebridad, así fuera lo más tristemente posible. El Santa Librada College, establecimiento donde cursara secundaria, le nombró su “bachiller póstumo”, otorgando a su familia el diploma que le escatimó durante su vida en castigo por sus cantos futuros contra el colegio. Banderas a media asta asomaron con timidez por las ventanas de un par de casas de publicidad rivales donde vendiera eslóganes contradictorios, y los almacenes de Alonso Restrepo lanzaron al mercado de las extremidades inferiores de la mujer la “superjotamalla de luto” que se agotó en un santiamén entre damas de todas las condiciones, certificando la fama de tenorio que disfrutara en vida el malogrado donjuán.

En representación de sus padres viajó de Cali a la capital el hermano de Jotamario, también poeta y desertor en el nadaísmo, conocido como Jan Arb, quien, sin tomarse la molestia de visitar al occiso, plagió por televisión las palabras del ingeniero Guevara De la Serna en la capital de Bolivia en un trance histórico algo disímil: “Ése no es el cadáver de mi hermano, che”.

El rubor de los despojados

El doctor Alfonso Bonilla-Naar, poeta y cirujano, quien fue vertido al alemán en compañía del poeta desaparecido en un volumen de la colección Zeppelin, y en virtud de ello, se ofreció para resanar el cadáver carbonizado mediante un proceso plástico de su invención aún sin patentar, restituyendo sus células epiteliales y dándole su cariz primitivo, incluso un cierto color rosado en sus mejillas que nunca tuvo en vida el descolorido escritor.

Como nadie se opuso, una patrulla del Ejército dio por terminados los honores de paz que le concedieron los jóvenes acuarianos y trasladaron los despojos del nadaísta al Hospital Militar, en cuyo ascensor se toparon con el general Rojas Pinilla, quien acudió a la periódica revisión de sus marcapasos. Preguntó el general a su guardaespaldas de quién se trataba, y éste, con cierta displicencia, le contestó luego de una ligera consulta con el enfermero: “Es su biógrafo, General”. En efecto, Jotamario había escrito a cuatro manos, con el Monje Loco, otro nadaísta, una biografía política de Rojas Pinilla titulada El libro rojo de Rojas, con la que pensaron volverse millonarios de la noche a la mañana, sin contar con que el editor. les apañaría sus derechos:

Por supuesto –dijo el general–, es un libro muy bueno, según me ha dicho el optómetra, lástima no haberlo podido yo leer por la letra tan diminuta. Y este poeta era un buen tipo, en mi nombre quería hacer la revolución cultural ordenando las Guardias Rojas. Recuerdo haberlo visto fugazmente en los funerales del doctor Sourdis. Y en los lanzamientos del Tercer Partido en Villa de Leyva. Nunca pensé sobrevivirle. Que el Señor de los Ejércitos lo tenga en su gloria”.
 

Cuelgan el artículo mortis

Un manifiesto mortuorio titulado Otra tumba sin sosiego, en donde se exalta la mala memoria de su compañero de armas, fue suscrito por los poetas Eduardo Escobar, Darío Lemos, Alfredo Sánchez, Armando Romero, Augusto Hoyos y Pedro Blas y publicado en primera página por todos los periódicos, incluso por El Espectador, diario que mantenía vetado el nombre de Jotamario en sus páginas en virtud de la publicación que hizo en su panfleto político de la fotocopia de la primera edición censurada del periódico del 20 de abril de 1970, donde se dio el triunfo en las elecciones al general Rojas Pinilla. La revista Nadaísmo 70, sin embargo, decidió retirar dicho manifiesto luctuoso de sus materiales, para insertar en su sitio un aviso de última hora del Cementerio Arquidiocesano con la siguiente leyenda: “La muerte es su natural y necesario progreso; ojalá lo cumpla y evítese represalias por las demoras.”

 

El misterio de las comunicaciones

Se supo hoy, por fuentes de crédito ilimitadas, que Jotamario, detrás de sus mamparas de poeta fenomenológico y desorientado revolucionario, era muy dado al ocultismo y que, incluso, pertenecía a una sociedad secreta de móviles crísticos comandada por el espíritu de San Nicolás de Tolentino, la cual tiene entre sus objetivos provocar un último cisma en el cristianismo que deje al Papa sin piso, producir cataclismos económicos mundiales ablandando las monedas más sólidamente cimentadas, y otorgar al proletariado un lapso de satisfacciones terrenas en medio de las cuales puedan recibir con todo alborozo la segunda visita del Mesías rodeado de sus profetas. Claudio Verne, presidente del Instituto Ayúdate, gemólogo y curtido

 

 

 

 

parapsicólogo, quien había llevado a Jotamario a la Luna el 20 de julio de 1969 en cuerpo astral mediante desdoblamiento hipnótico, ante los teletipos de las agencias noticiosas celebró una sesión mediúmnica con el espíritu del sacro poeta, a fin de saber a ciencia cierta la forma. de su muerte, sus asuntos pendientes en este mundo y sus postreras visiones del más allá.

Las primicias del más allá

Toda mi vida fui un sagitario perseguido por las flechas de Cupido.

Hice del amor mi morada, senté la dicha en mis rodillas, si dejé testimonio de mi paso por este mundo fue en la pulpa de mis papeles, no en la carne de mis amadas.

En medio de mi felicidad me cayó encima de los techos de mi Casa de las Agujas, y fue grande mi indiferencia.

Salí por la ventana a cambiar el mundo, templé mi corazón en los lechos del terrorismo.

Espadas de madera me clavaron en los costados, que piadosas mujeres me sanaron con su ternura.

Al carro de la revolución metí el hombro, nada más digno de empujarse, y vi caer bajo la rueda camaradas sinceros empujados por otros en la carrera.

Padecí mis calvarios en el aire acondicionado. Sentí a Dios una tarde fumando yerba…

Una aguja en mi corazón del mejor acero, colocada con inmensa delicadeza por dos manos amantes atrajo el rayo, dulce lengua del cielo que me puso en contacto con todo este infinito que hoy es mi reino…

Como tengo mi muerte fresca y no pienso morir del todo para el mundo donde he vivido,

me propongo, con la ayuda del médium de quien hoy me valgo,

escribir unas crónicas de ultratumba para medios informativos de mi patria que por fin estén en disposición de creerme.

Quemen todo lo que en la vida escribí con estos dos dedos.

Para eterna memoria me preparo a dejar mi literatura después de muerto: las primicias del más allá...

Mis amores terrestres: esto es vida, como dicen los mexicanos...

Os dejo mi epitafio: Aquí yace Fue.”

 

 

Atila en baby doll

En su corto periplo que abarca 30 años terrestres, el fulminado poeta se caracterizó por la extravagancia, manifiesta en sus actos, en la redacción de sus versos y en el corte de sus atuendos. De tal forma se proponía enlazar lo exótico con lo ignoto en un centro magnético que se llamaría El Tíbet del Snob, a la orilla del mar, en los cayos de San Andrés. Gallimard de París editará en breve la versión francesa de El cuerpo de ella, su primer best seller inédito, con un prólogo apócrifo de Brigitte Bardot; la editora Tercer Mundo, entretanto, rechaza de plano la publicación de Atila en baby doll, su postrer volumen de versos, alegando su meticulosa sensualidad y su pésima ortografía. La Academia de la Lengua pensaba incluirlo a la fuerza entre sus miembros de número, para tratar de poner coto a sus continuos atropellos contra el lenguaje. Sus restos mortales retocados con esmero serán colocados, en ceremonia íntima para evitar los vampiros, por X—504 Supulturero –a pesar de las protestas de Eduardo Mendoza Varela– en la Ermita de Domínguez Camargo, Plaza del Chorro de Quevedo, desembocando por el Callejón del Embudo, en el barrio de La Candelaria. Se agradece no llevar flores, no dar el pésame ni otras muestras banales de cortesía.

El último “viaje”

Dos días antes del deceso del poeta, José Pardo Llada, director de la revista Cromos, le había encargado a Jotamario, por entonces en trance de periodista, una crónica pormenorizada de su muerte ficticia, el consiguiente funeral y el impacto. posible de la noticia. Le sugirió que derrochara humor negro, que era lo único que se vendía de su literatura, por cierto ya bastante añeja en el nadaísmo. Para que no se fuera a morir de hambre antes de terminar el artículo, le adelantó algunos peniques, con los que el bárbaro no hizo otra cosa que proveerse de un barbitúrico: un ácido lisérgico en gota azul.

Los vecinos de su alma, aseguran, no le han visto “bajar” de su último “viaje”.

Cromos. octubre de 1971

 

 

  

 

 

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