La
muerte de Jotamario
Por: Jotamario Arbeláez
¿Elías o el hijo de Lindberg?
La
Maga Atlanta, última mujer de Jotamario, quien se daba ínfulas de
profeta menor en un libro inspirado que terminó sin escribir,
comunicó anoche a las autoridades que éste había sido arrebatado por
un carro de fuego que descendió sobre la plataforma de su Spacial
Uranium Templum. . Afirma la Maga que vio cuando su tesoro, todo
rodeado de luz, fue izado a una carroza suspendida a menos de cien
metros del nivel de la plataforma, donde se hallaba meditando, y que
el singular aparato, girando sobre sí mismo, tomó rumbo al Noroeste,
perdiéndose detrás del Bogotá Hilton. Pudo ser un platillo, dijo la
vidente, pero es raro que no me hayan llevado también a mí; Hace
tanto que los espero.
El
comisario de Las Nieves, luego de recibir la declaración, ordenó a
todos los agentes de servicio una pormenorizada inspección ocular
del cielo, y una redada preventiva de hippies en los alrededores de
La Calle, su centro de operaciones, con el fin de allegar
información. sobre el presunto desaparecido, recibir testimonios de
posibles testigos del raro acontecimiento o, en su defecto, detectar
el tráfico clandestino de algún alucinógeno superior a los
registrados en su despacho. Pasada la medianoche, y ante la mudez de
los melenudos, el poeta se dio por oficialmente perdido.
Duda metódica de Garavito
El
Director del Planetario negó rotundamente la existencia de naves
procedentes del espacio interestelar y, en rueda de prensa,
manifestó a los reporteros que la tarde anterior a su desaparición
había estado conversando con Jotamario, y que el poeta le había
comunicado que Pensaba producir un escándalo cósmico del que el
mundo tardaría mucho en reponerse. Por lo tanto, su “rapto
galáctico” como ya ha dado en llamársele –dijo el científico–, no
puede ser más que una broma del travieso nadaísta para llamar la
atención mundial sobre su desacreditada figura.
El
cadáver fulminado
Dos
traperos horrorizados dieron hoy aviso a un agente de policía del
hallazgo de un cadáver totalmente carbonizado en un sector desértico
del Parque Nacional, a todas luces víctima del impacto de un rayo.
Iniciadas las averiguaciones se descubrió que el cadáver pertenecía
a quien en vida respondió al nombre de Jotamario, poeta o profeta,
debido a una pequeña incrustación de oro que presentaba en el
segundo incisivo derecho del maxilar superior, según reconocimiento
practicado por su odontólogo, a quien Adeudaba quinientos pesos.
La
noticia cayó como una bomba sobre las nuevas generaciones de paz con
quienes últimamente venía sintonizado. Radio Latina le dedicó un
minuto rock de silencio y el padre Hurtado Galvis inició una colecta
entre los sobrevivientes para que el pobrecito no fuera a entrar sin
un centavo en el reino de los cielos. Así se cierra la expectativa
pública respecto de la desaparición del infortunado escritor, sobre
la que venían tejiendo los más inverosímiles comentarios. El cuerpo
inerte fue depositado en la morgue, y periódicos y boletines
radiales invitan a sus deudos a reclamarlo.
La
versión del ocultista
El
editorialista de La Sarna Gnóstica, publicación esotérica de
circulación subrepticia, describió la muerte de Jotamario como un
castigo de las potencias del éter por haber violado las puertas
herméticas que se le habían confiado en virtud de su aparente fuego
profético, y como un signo más de que el reino de los cielos se
acerca haciendo justicia. No de otra manera pueden juzgarse las
palabras finales del artículo en referencia:
No
se juega impunemente con los espíritus, no se invoca para nada la
ayuda de los inmortales, no se vive del milagro sin pagar un alto
precio por ello. Jotamario ha sido abrasado por el rayo de Júpiter,
su regente, y no dudemos de que las llamas eternas terminaran de
tostarlo. Sirva de aviso a los falsos profetas que ya despuntan, en
la alborada del Gran Mago que se cierne sobre nosotros.
Publicista del demonio
En
un ataúd de plástico, donado por Proexpo como promoción comercial,
fueron colocados los restos carbonizados del poeta nadaísta, para
ser sometidos a capilla ardiente (¡semejante chicharra!) en el
pasaje hippie de la calle 60, donde, con el patrocinio conjunto de
los almacenes El Escarabajo Dorado, Las Madres del Revólver y El
Marqués de Sade, durante 72 horas se le rendirán honores de paz en
un concierto continuo de rock—funeral a cargo de La Gran Sociedad
del Estado.
Miles de caminantes, atraídos por la novedad del espectáculo,
encendieron sus cigarrillos de cannabis en las velas del difunto y
entonaron extraños mantras por su eterno retorno. El líder mechudo
Manuel Quinto intentó sabotear esta ceremonia pero fue retirado del
lugar por sus enfermeros.
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El
Profeta Gonzalo Arango, quien al enterarse de la noticia regresó inmediatamente
de la isla de Providencia en la fragata Vanagloria, se negó a reconocer el
cadáver de quien consideró su primer lugarteniente en el nadaísmo, alegando no
sólo que su movimiento poético garantizaba la inmortalidad de sus integrantes
más fieles, sino que Jotamario había hecho con el diablo un pacto en su
presencia, y que éste le había garantizado que vería los fuegos artificiales del
año 2000 a cambio de algunos versos de tipo publicitario que recordaran al mundo
la grandeza del imperio del Maligno. Si Jota cumplió, Sata no ha podido fallar,
concluyó el pontífice. “Si el Señor te ofrece amor, Satanás te ofrece más”,
habría sido el texto aprobado.
El luto
interior
Enorme
consternación provocó en su ciudad natal, fundada por Sebastián de Belalcázar en
1536, la nueva de la muerte de su poeta, quien desde la más temprana edad se
propuso alcanzar la celebridad, así fuera lo más tristemente posible. El Santa
Librada College, establecimiento donde cursara secundaria, le nombró su
“bachiller póstumo”, otorgando a su familia el diploma que le escatimó durante
su vida en castigo por sus cantos futuros contra el colegio. Banderas a media
asta asomaron con timidez por las ventanas de un par de casas de publicidad
rivales donde vendiera eslóganes contradictorios, y los almacenes de Alonso
Restrepo lanzaron al mercado de las extremidades inferiores de la mujer la
“superjotamalla de luto” que se agotó en un santiamén entre damas de todas las
condiciones, certificando la fama de tenorio que disfrutara en vida el malogrado
donjuán.
En
representación de sus padres viajó de Cali a la capital el hermano de Jotamario,
también poeta y desertor en el nadaísmo, conocido como Jan Arb, quien, sin
tomarse la molestia de visitar al occiso, plagió por televisión las palabras del
ingeniero Guevara De la Serna en la capital de Bolivia en un trance histórico
algo disímil: “Ése no es el cadáver de mi hermano, che”.
El rubor de los
despojados
El doctor
Alfonso Bonilla-Naar, poeta y cirujano, quien fue vertido al alemán en compañía
del poeta desaparecido en un volumen de la colección Zeppelin, y en virtud de
ello, se ofreció para resanar el cadáver carbonizado mediante un proceso
plástico de su invención aún sin patentar, restituyendo sus células epiteliales
y dándole su cariz primitivo, incluso un cierto color rosado en sus mejillas que
nunca tuvo en vida el descolorido escritor.
Como nadie se
opuso, una patrulla del Ejército dio por terminados los honores de paz que le
concedieron los jóvenes acuarianos y trasladaron los despojos del nadaísta al
Hospital Militar, en cuyo ascensor se toparon con el general Rojas Pinilla,
quien acudió a la periódica revisión de sus marcapasos. Preguntó el general a su
guardaespaldas de quién se trataba, y éste, con cierta displicencia, le contestó
luego de una ligera consulta con el enfermero: “Es su biógrafo, General”. En
efecto, Jotamario había escrito a cuatro manos, con el Monje Loco, otro nadaísta,
una biografía política de Rojas Pinilla titulada El libro rojo de Rojas, con la
que pensaron volverse millonarios de la noche a la mañana, sin contar con que el
editor. les apañaría sus derechos:
Por supuesto
–dijo el general–, es un libro muy bueno, según me ha dicho el optómetra,
lástima no haberlo podido yo leer por la letra tan diminuta. Y este poeta era un
buen tipo, en mi nombre quería hacer la revolución cultural ordenando las
Guardias Rojas. Recuerdo haberlo visto fugazmente en los funerales del doctor
Sourdis. Y en los lanzamientos del Tercer Partido en Villa de Leyva. Nunca pensé
sobrevivirle. Que el Señor de los Ejércitos lo tenga en su gloria”.
Cuelgan el
artículo mortis
Un manifiesto
mortuorio titulado Otra tumba sin sosiego, en donde se exalta la mala memoria de
su compañero de armas, fue suscrito por los poetas Eduardo Escobar, Darío Lemos,
Alfredo Sánchez, Armando Romero, Augusto Hoyos y Pedro Blas y publicado en
primera página por todos los periódicos, incluso por El Espectador, diario que
mantenía vetado el nombre de Jotamario en sus páginas en virtud de la
publicación que hizo en su panfleto político de la fotocopia de la primera
edición censurada del periódico del 20 de abril de 1970, donde se dio el triunfo
en las elecciones al general Rojas Pinilla. La revista Nadaísmo 70, sin embargo,
decidió retirar dicho manifiesto luctuoso de sus materiales, para insertar en su
sitio un aviso de última hora del Cementerio Arquidiocesano con la siguiente
leyenda: “La muerte es su natural y necesario progreso; ojalá lo cumpla y
evítese represalias por las demoras.”
El misterio de
las comunicaciones
Se supo hoy,
por fuentes de crédito ilimitadas, que Jotamario, detrás de sus mamparas de
poeta fenomenológico y desorientado revolucionario, era muy dado al ocultismo y
que, incluso, pertenecía a una sociedad secreta de móviles crísticos comandada
por el espíritu de San Nicolás de Tolentino, la cual tiene entre sus objetivos
provocar un último cisma en el cristianismo que deje al Papa sin piso, producir
cataclismos económicos mundiales ablandando las monedas más sólidamente
cimentadas, y otorgar al proletariado un lapso de satisfacciones terrenas en
medio de las cuales puedan recibir con todo alborozo la segunda visita del
Mesías rodeado de sus profetas. Claudio Verne, presidente del Instituto Ayúdate,
gemólogo y curtido
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parapsicólogo,
quien había llevado a Jotamario a la Luna el 20 de julio de 1969 en cuerpo
astral mediante desdoblamiento hipnótico, ante los teletipos de las agencias
noticiosas celebró una sesión mediúmnica con el espíritu del sacro poeta, a fin
de saber a ciencia cierta la forma. de su muerte, sus asuntos pendientes en este
mundo y sus postreras visiones del más allá.
Las primicias
del más allá
Toda mi vida
fui un sagitario perseguido por las flechas de Cupido.
Hice del amor
mi morada, senté la dicha en mis rodillas, si dejé testimonio de mi paso por
este mundo fue en la pulpa de mis papeles, no en la carne de mis amadas.
En medio de mi
felicidad me cayó encima de los techos de mi Casa de las Agujas, y fue grande mi
indiferencia.
Salí por la
ventana a cambiar el mundo, templé mi corazón en los lechos del terrorismo.
Espadas de
madera me clavaron en los costados, que piadosas mujeres me sanaron con su
ternura.
Al carro de la
revolución metí el hombro, nada más digno de empujarse, y vi caer bajo la rueda
camaradas sinceros empujados por otros en la carrera.
Padecí mis
calvarios en el aire acondicionado. Sentí a Dios una tarde fumando yerba…
Una aguja en mi
corazón del mejor acero, colocada con inmensa delicadeza por dos manos amantes
atrajo el rayo, dulce lengua del cielo que me puso en contacto con todo este
infinito que hoy es mi reino…
Como tengo mi
muerte fresca y no pienso morir del todo para el mundo donde he vivido,
me propongo,
con la ayuda del médium de quien hoy me valgo,
escribir unas
crónicas de ultratumba para medios informativos de mi patria que por fin estén
en disposición de creerme.
Quemen todo lo
que en la vida escribí con estos dos dedos.
Para eterna
memoria me preparo a dejar mi literatura después de muerto: las primicias del
más allá...
Mis amores
terrestres: esto es vida, como dicen los mexicanos...
Os dejo mi
epitafio: Aquí yace Fue.”
Atila en baby
doll
En su corto
periplo que abarca 30 años terrestres, el fulminado poeta se caracterizó por la
extravagancia, manifiesta en sus actos, en la redacción de sus versos y en el
corte de sus atuendos. De tal forma se proponía enlazar lo exótico con lo ignoto
en un centro magnético que se llamaría El Tíbet del Snob, a la orilla del mar,
en los cayos de San Andrés. Gallimard de París editará en breve la versión
francesa de El cuerpo de ella, su primer best seller inédito, con un prólogo
apócrifo de Brigitte Bardot; la editora Tercer Mundo, entretanto, rechaza de
plano la publicación de Atila en baby doll, su postrer volumen de versos,
alegando su meticulosa sensualidad y su pésima ortografía. La Academia de la
Lengua pensaba incluirlo a la fuerza entre sus miembros de número, para tratar
de poner coto a sus continuos atropellos contra el lenguaje. Sus restos mortales
retocados con esmero serán colocados, en ceremonia íntima para evitar los
vampiros, por X—504 Supulturero –a pesar de las protestas de Eduardo Mendoza
Varela– en la Ermita de Domínguez Camargo, Plaza del Chorro de Quevedo,
desembocando por el Callejón del Embudo, en el barrio de La Candelaria. Se
agradece no llevar flores, no dar el pésame ni otras muestras banales de
cortesía.
El último
“viaje”
Dos días antes
del deceso del poeta, José Pardo Llada, director de la revista Cromos, le había
encargado a Jotamario, por entonces en trance de periodista, una crónica
pormenorizada de su muerte ficticia, el consiguiente funeral y el impacto.
posible de la noticia. Le sugirió que derrochara humor negro, que era lo único
que se vendía de su literatura, por cierto ya bastante añeja en el nadaísmo.
Para que no se fuera a morir de hambre antes de terminar el artículo, le
adelantó algunos peniques, con los que el bárbaro no hizo otra cosa que
proveerse de un barbitúrico: un ácido lisérgico en gota azul.
Los vecinos de
su alma, aseguran, no le han visto “bajar” de su último “viaje”.
Cromos. octubre
de 1971
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